Porque también la cosa está en los nombres, en cómo suenen,
en las palabras, pero más, más en los nombres porque se puede estar
transmitiendo agarrado al micrófono con las dos manos, casi pegado el fierro a
la boca, y la camisa abierta, transpirada y abierta, los auriculares ciñendo
las orejas y las sienes como un dolor de cabeza y ahí valen los nombres, tienen
que venir de abajo, carraspeados, desde el fondo mismo del esternón, tienen que
llegar como un jadeo, lastimarte, tienen que ser llenos, digamos macizos,
nutridos, eso, nutridos. Tienen que llenar la boca, atragantarla, que se los
pueda masticar, escupir, como pueda ser digamos Marrapodi , viejo, Marrapodi, ¡
volóoo Marrapodi y echó al córner!, Marrapodi llena la garganta, sube, se puede
arrastrar, no queda encía, muela, paladar sin Marrapodi, para deletrear casi
con asco, con afonía. No. Marrapodi además volaba y se quedaba colgado en el
aire con la pelota suya como un dirigible, remata, ¡vuela Marrapodi y atrapa!
Roque Marrapodi, para colmo, nombre para reventarse las venas del cuello y que
lloren los ojos por un solazo bárbaro de domingo a la tarde, lleno de gente
porque entra Borello o quien sea y ¡tiraaa! y allá sale disparado Marra como un
lanzazo, la boca abierta, más abierta, los ojos casi en blanco, el pelo
exagerado en el aire, un pie aquí, el otro allá, un manchón verde, uno gris,
ese golpe en la punta de los dedos como quien puede manotear un pájaro, una
gaviota, caer hecho un manojo en el aire, los bigotes misturados de césped, el
olor, relojear por bajo el brazo y la ingle dónde fue a parar esa bola y gritar
sintiendo la garganta afiebrada de flema volóooo Marrapodi, medio arrastrando
entre los dientes y la lengua la doble erre porque ya el flaco con el fulbo
bajo el brazo va a buscar la gorra que quedó en el otro palo.
O quizás Carrizo,
pero menos, no tiene tanta fuerza decir Carrizo, tal vez en la zeta está ese
olor a naranja, a cigarrillo, pero por ejemplo Camaratta, otro, Camaratta,
vamos viejo, Camaratta viene el centrooo... y son tenazas las manos de
Camaratta, ¡dos garfios Camaratta!, cómo no va a tener tenazas Camaratta aunque
no se debía tirar, a Camaratta le debían reventar pelotazos en el pecho desde
medio metro y el ruido se debía escuchar hasta en la otra cuadra y viene el
rebote, entró Pontoni, tiróoo, sacó Camaratta, de nuevo un balinazo en el tórax
inmenso de Camaratta con el pelo mojado sobre la frente y una lluvia de sudor
desprendida de su nariz y el sudor en los ojos, ¡cómo le debía picar! y se
quedaría tirado tras el tercer rebote en el suelo como un cachalote con la
media derecha caída , sangrante y terrosa la rodilla, porque Camaratta siempre
debía jugar en cancha de Atlanta donde es pura tierra y cada entrevero era una
polvareda tremenda, donde catorce hinchas se morían de calor y odio y miles
pero miles de argentinos escuchaban succionados por la radio la voz porteña del
balompié, pasión de multitudes, ¡Ca-ma-ra-tta!, salvó su arco de segura caída,
Camaratta carajo, no Blazina por ejemplo porque Blazina es como decir felino o
colina, algo plástico, estético, mirko volaba en treintaitrés revoluciones,
ahora un brazo, después el otro, flexionar la rodilla, una gambeta blanca
blanca pero todo en cámara lenta, muda, como un vacío que se hubiera chupado el
rugido de la tribuna, sólo Blazina planeando, en blanco y negro para colmo, que
eso no es para hinchas, es para artes visuales. No, no se puede transmitir sin
esos nombres, ojalá estuviera Marrapodi, o Camaratta , o Macarrata, o
Camarrodi, Macarrata, ¡se tiiira Macarratta! ¡Voló!, el micrófono hecho un
puñal, un puñetazo sudoroso, ¿cómo puede haber un arquero García por ejemplo,
García, qué se va a decir?, volóoo garcía, si queda en la boca esa sensación
desierta y adormecida de cuando uno come pastillas de menta, volóoo García, qué
mierda va a volar ese boludo. Que se quede parado para eso.
Roberto Fontanarrosa
Más detalles del "Mes homenaje" acá.
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