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Edelmiro Jacinto Hanson
Edelmiro Jacinto Hanson fue, para mí, el mejor arquero que
haya visto pasar por Unión Esperanza. Club de la misma localidad del interior
de la Provincia de Buenos Aires. Tuvo un breve paso por Ferro para luego
recalar en San Lorenzo de Almagro, club con el que se retiró. Su carrera fue
brillante. Tuvo momentos memorables. Mantuvo la valla invicta durante 12
partidos en la liga provincial. Hanson no tenía grandes atajadas. No volaba
como superman de palo a palo, tampoco salía jugando ni tenía una gran
personalidad. No vendía humo, como dicen ahora. Provenía de una familia de
campo, era humilde, sencillo y así lo demostraba en la cancha. Atajaba lo justo
y necesario, ninguna monería o pirueta al cohete, pocas veces salía a cortar
centros. Donde verdaderamente era infalible era en el mano a mano. En toda su
carrera, solamente un jugador le hizo un gol enfrentándolo en el cara a cara.
Fue el "Ciego" Mamberti, el centrofoward de Nueva Chicago. Le decían
así por su avanzada miopía, que lo llevo siempre a tratar de definir mano a
mano contra el arquero porque desde lejos no veía el arco. Todas estas actuaciones le valieron a Hanson
que se lo llevasen a San Lorenzo.
Físicamente, Edelmiro era un arquero distinto. No porque
tuviese una capacidad fuera de lo común al atajar, no sobresalía por ser ni muy
alto ni muy flaco, no era narigón o bocón, tampoco tenía brazos largos o
cortos. Era un tipo normal, salvo por el enorme par de turgentes y firmes tetas
que tenía Edelmiro. Eran dos melones del
tamaño de la cabeza de un enano de circo. Ni siquiera la vedete más agraciada
de la época tenía una delantera así. Esto no fue un impedimento para su
desempeño bajo los tres palos. Todo lo contrario, los delanteros se abatataban
frente a la figura de Edelmiro, vaya uno a saber si por asombro por ese par de
melones o porque se distraían. Obviamente, que ese par de senos no pasaba
desapercibidos para nadie. Solo el periodismo era benévolo con Edelmiro, por
una cuestión de códigos. Ningún periodista hacía alusión al tema en las
distintas crónicas de la época. Todo porque Edelmiro les caía bien a todos, era
un tipo que se hacía querer, siempre estaba disponible para hablar, con un
saludo cordial. Se acordaba de los nombres de todos los cronistas. Era un
tipazo con todas las letras. Tanto que cuando tuvo el honor de salir en la tapa
de “El Gráfico”, el editor de imágenes le tapo los dos pechos con color.
Recordemos que en la época las fotos de las tapas se coloreaban a mano. Alfredo
Mamberti, el ilustrador de aquel entonces de dicha revista, lo consultó
telefónicamente para ver que hacía. El consejo del arquero fue que le tapen las
“lolas”, por temor a que le bajen el pulgar de la selección. En esos tiempos no
había tanta comunicación como hasta ahora. Todo era por el boca a boca. Y esa
forma de comunicación siempre agrandaba los mitos, por ende las gomas de Edelmiro
podrían ser una fábula o una realidad.
Pero así como los periodistas lo respetábamos, las distintas
hinchadas no lo hacían. La gente venía desde distintos pueblos a contemplar a
este fenómeno que era más habitual encontrar en un circo que en una cancha.
Todos dudaban de la hombría de Edelmiro. Época jodida. Los hinchas son jodidos
para algunos temas, y siempre instalaron sospechas en torno a la sexualidad del
arquero. A Hanson, que tenía mujer y 8
hijos, esos rumores lo irritaban bastante. Él mismo se encargaba de hacer
desaparecer los fantasmas sobre su masculinidad en cada nota mandándoles
saludos a sus hijos. Pero eso ni mosqueaba a la hinchada rival, que seguía gastándolo
por tener esa característica tan extraña. “Bien Hanson, vos ayudaste a tu mujer
a amamantar a tus hijos”, “con esos pechos me separo de mi mujer y me caso con
vos Edelmiro” o “con esa delantera ganábamos el mundial de Suecia”, eran
algunos de los improperios que le tiraban al pobre arquero.
“Así como a algunos le crece de más el vello corporal y
parecen que tienen puesto un pullover, a mí me crecieron las tetas; así como el
10 del equipo tiene una nariz gigante, yo tengo los pechos gigantes… no reniego,
es lo que me tocó, pibe, qué le voy a hacer”, me dijo alguna vez, en una nota. Según
los médicos, Edelmiro tenía una especie de ginecomastia, nada peligroso.
Algunas veces a la hora de salir a cortar centros le era incómodo. Hanson fue
uno de los precursores de esos sostenes deportivos que hoy suelen utilizar las
tenistas. No era un sostén en sí, era una cámara de aire, esas que iban antes
dentro de las ruedas, que se ajustaba por encima del pecho. Transpiraba como un
cerdo pero al menos no le rebotaban tanto a la hora de saltar.
Cuando llego a San Lorenzo procuro ocultar sus encantos.
Usaba un buzo muy holgado, siempre con esa faja que actuaba de corpiño
deportivo. Sus compañeros lo respetaban y lo defendían porque era un tipo que
se hacía querer, sus pechos pasaban desapercibidos. En poco tiempo se ganó a la
hinchada y sus grandes actuaciones lo llevaron a ser citado a la selección
nacional. Todo era felicidad para el gran arquero surgido de Unión
Esperanza. Pero parece ser que el
entrenador, Carlos Monfrinotti no estaba al tanto de ese par de tetas que tenía
Edelmiro… o se había olvidado. O quizás lo había convocado por la presión
popular, ya que cuando lo vio en la primera práctica quedó boquiabierto. “No
podemos poner a un arquero con tetas de titular, se nos van a cagar de risa
hasta en Japón” fue la reacción del por entonces entrenador de la Selección.
Pero ya lo había convocado para un amistoso contra Checoslovaquia, no podía
echarse atrás.
El arquero titular de ese partido iba a ser Edelmiro, pero
la valla fue ocupada por el arquero de Vélez, Roberto Girón, quien tuvo la
desgracia de desgarrarse 5 minutos antes de empezar el partido. Todo indicaba
que el arquero de San Lorenzo iba a ser el titular, pero no sucedió. El gringo
Retamozo, el arquero del juvenil que hacía de sparring debutó ese día en la Selección con 16 años. Como una
venganza del destino, no logró terminar el partido ya que, a los 38 minutos del
complemento, salió a destiempo y se llevó puesto al 9 checoslovaco,
fracturándose la clavícula. Parecía que Edelmiro Hanson por fin debutaba, pero
Monfrinotti decidió poner de arquero al centro delantero Carlos Otero.
Argentina, que ganaba 3-2, perdió ese partido 5-3.
Antes de que el periodismo deshiciera en críticas al
entrenador, este se excusó diciendo que Edelmiro se había lesionado en el
calentamiento previo, aunque todos sabíamos que no era cierto. El bueno de
Hanson no dijo nada y afirmó ante las cámaras que había sentidos molestias y
prefirió no arriesgarse.
Fui a entrevistarlo a su departamento del Abasto, dos días
después. Me atendió con lágrimas en los ojos, tenía la moral destrozada. “¿Sabes porque no jugué? ¡Por esto!” me dijo
con bronca el arquero mientras agitaba sus enormes pectorales. Estaba enojado y
compungido. Por respeto nunca publique esa nota.
El otro fin de semana se jugaba de nuevo el torneo local,
San Lorenzo enfrentaba a Huracán y me tocaba cubrir ese partido. Edelmiro no
jugó. Al principio se lo atribuí a su caballerosidad de no dejar en evidencia
al técnico de la selección nacional y seguir con la mentira de su lesión. Pero
en el partido siguiente frente a Banfield tampoco jugó. Muchos nos preocupamos
cuando desde medios partidarios de San Lorenzo dejaron entrever que Edelmiro se
reponía de una operación y que iba a estar entre 4 y 6 fechas afuera. No
sabíamos que estaba lesionado y mucho menos que debía operarse. Tuvimos un mal
presentimiento.
Fue Roberto Tejei el reportero de Crónica, quien fue a
verlo. Antes se había comunicado conmigo para que vayamos juntos a la provincia
a verlo, pero justo ese día me tocaba cubrir un partido de la selección de básquet.
Por aquel entonces no había periodistas “especializados”, uno cubría lo que le
mandaban cubrir y punto. Con Roberto quedamos en encontrarnos al otro día para
que me contará como le había ido. Tal como habíamos acordado, nos juntamos en
un café cerca de mi redacción. En efecto,
Edelmiro se había sometido a una operación. No fue una cirugía más, se
había mandado sacar las tetas. No lo podía creer, sin embargo lo entendía, por
culpa de esas gomas se había quedado afuera del partido de la selección. Lo
habían marginado por tener “eso” ahí. Una canallada, sí, pero la verdad es que
no me gustó es idea, y es hasta el día de hoy que recuerdo las palabras de
Roberto en ese café de avenida de Mayo. "A Edelmiro no sólo le extirparon
las mamas, le sacaron el alma. Estaba caído, con la mirada perdida, yo no sé si
va a volver a ser el mismo”
Pero volvió. El día de su vuelta, los hinchas tendieron
banderas de apoyo al gran arquero. La sorpresa fue grande cuando Edelmiro salió
al campo de juego, levanto los brazos y no había nada. No tenía tetas. Los
murmullos que comenzaron a escucharse cuando salto a la cancha, se hicieron más
notorios y se transformaron en gritos cuando Edelmiro se comió tres goles
boludos en apenas 10 minutos. Y no fueron 4 porque la Rata Maldonado saco una
pelota en la línea a los ocho minutos. Suerte para él que San Lorenzo empezó a
atacar y Newell’s no le llegó más. Todos
esperábamos que el segundo tiempo Edelmiro no saliera, pero salió y con una
sorpresa. Le habían vuelto a crecer los pechos. Pero había algo raro ahí, no
parecían naturales, no guardaban cierta relación geométrica entre ambos... La
tribuna se deshizo en aplausos y ovaciones. Muchos compañeros se emocionaron,
al Rulo Suarez, ríspido defensor rival, se le caían las lágrimas. El partido no
pudo haber sido mejor. San Lorenzo en un cuarto de hora llego al empate, y era
casi seguro que se iba a quedar con el triunfo. Entre tanto ataque cuervo hubo
lugar para una contra de la lepra y fue allí que sucedió el desenlace fatal. El
rengo Manso lo encaro como un tren a Edelmiro, que había quedado solo. El
arquero se adelantó para achicar. Ya estaban frente a frente. Hanson se adelantó
un paso y por debajo de su buzo cayo una pelota, de esas Pulpo, a medio
desinflar. La cancha quedo en silencio. Edelmiro se quedó estático y rojo de la
vergüenza. Nadie sabía qué hacer, salvo Manso que lo gambeteo como a una estaca
y puso el 4-3. Los abucheos de la tribuna no se hicieron esperar, hasta el mismo
utilero le grito a Edelmiro “La puta que te pario Hanson, te queríamos como a
una madre y nos mentiste”. Ese fue su último partido en el mundo profesional.
Años más tarde me encontré con él y me dijo: “Sabes que pasa Osvaldo, yo me
equivoqué. Había que ponerle el pecho a la situación y me cagué”.
T. Schweinheim
Obra publicada, expediente Nº 510614, Dirección Nacional de Derechos de Autor
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