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El antiequipo de la semana
Arriba:
Barcelona (Club caído en desgracia deportiva, caído a la
Europa League); Atlético Madrid (Club que no
pasó a octavos de la champions ni con ayuda del VAR); Fernando
Gago (pierdepartidos importantes).
Abajo:
Cristiano Ronaldo (Casi ex jugador del Manchester United, calentón); Periodismo deportivo (Cabaruleros, botones,
vendehúmos); Erik ten Hag (Casi ex entrenador
del Manchester United, pelotudeador de CR7)
Selección.
Bueno vamos
a copiar y pegar lo que ya pusimos sobre el DT de Racing y actualizarlo: otra
vez Fernando Gago por acá y por lo mismo de
siempre: perder los partidos claves. Ni Holanda se animó a tanto.
Indudablemente Racing es uno de los mejores equipos en la actualidad del fútbol
argentino, juega bien, mira el arco de enfrente y gana… cuando no son partidos
importantes. Así le pasó en la Copa de la Liga pasada, el mejor equipo, pero
cuando tenía que ir al mano a mano perdió. Lo mismo por la Copa Argentina. En
la Sudamericana perdió insólitamente. Ahora tenía que ganar para salir campeón
y perdió. La próxima miéntanle a Gago, díganle que es un amistoso, un
entrenamiento. Un caso para el diván. Eso sí, el día que pueda romper la
maldición se va a cansar de salir campeón.
Que podemos
agregar del periodismo deportivo. Ibarra hace
más o menos un mes era un desastre, Battaglia era otro inútil, pero en cuestión
de tiempo Battaglia agigantó su figura y es el ser humano más ganador de la
historia de Boca e Ibarra es el mejor DT del año. Peeeeeero después de perder
contra Patronato por la Copa Argentina, volvió a recibir palos. Gago paso de
ser el Guardiola argento a ser el Hector Cúper de la década. Pero también hay
periodismo de investigación, como el like que tiró Cardona a la publicación de
los festejos e Boca o escrachar por todos lados a Mauro Zarate por festejar el
título de Boca (bueno, igualmente se escrachó solito) y dar a entender que por
eso lo rajaron de Platense… en fin, nada nuevo bajo el sol.
Si vamos a
hablar de gente hinchapelotas, hay dos que nos tienen las bolas por el suelo: Erik ten Hag y Cristiano
Ronaldo. Un poco más el neerlandés que el portugués. La batalla de egos
entre los dos llegó a un momento culminé. CR7 que precalienta, paran el cambio,
que Cristiano se va, que don Erik lo castiga y ni concentra. El Manchester
United hace años que da pena. Si no fuese por los goles de Ronaldo no se
hubiese clasificado ni a al Europa League. Está bien, el chabón tiene el ego
del tamaño de los aires acondicionados de la cancha de Qatar, pero un jugador
de la hostia. Hizo 18 goles el torneo pasado en un equipo que tenía menos alma
que Bart después de vendérsela a Milhouse. Es normal que se ponga de culo si no
lo ponen. Ahora bien, el que manda es el DT y si no le haces caso o te haces el
poronga, termina pasando estas cosas. Ahora CR7 seguramente pedirá volver al
equipo para sumar minutos de cara al mundial, y luego se ira al Chelsea o a
donde lo dejen jugar sin que le rompan las pelotas.
Podríamos
empezar diciendo que… esto con Messi no pasaba, pero bueh. El Barcelona otra vez afuera de la Champions en primera
ronda. Nuevamente está el premio consuelo de la Europa League, a la que ya
entro porque el Viktoria Pilsen perdió todo y no lo puede alcanzar. Lejos en el
tiempo quedó aquel Barcelona de Messi, Suarez y Neymar que llegaban por lo
menos hasta octavos. Y otra vez el Bayern Múnich dejándolo afuera. Esto ya se
vio. ¿El problema es Xavi? Y parece que no. Ni siquiera los 850 goles por
temporada que hace Lewandowski salva a este Barcelona sin alma, sin piernas y
sin ambición. El Bayern lo cacheteo desde el primer minuto, lo goleó a
domicilio y lo dejo con más preguntas que un parcial de impuestos.
Otro que no
llega a octavos es el Atlético de Madrid. El
equipo del cholo está acostumbrado a romper las bolas en este certamen y llegar
lejos, esta vez no tiene ni asegurada la clasificación de consuelo a la Europa
League ya que tiene que pelear el ingreso con el Leverkusen, equipo con el que
empató y lo dejo afuera. El que ganaba el partido se metía en la pelea por
entrar a octavos. El conjunto alemán fue a pararse de igual a igual y lo
complico de entrada. Muchos errores defensivos, justo en el equipo del cholo
permitieron que el conjunto de las aspirinas pasase a ganar. Luego De Paul hizo
un enorme gol para el empate. Parecía que se venía la victoria del Aleti, sobre
todo cuando el partido ya terminado a los 98 minutos tenía un penal a favor que
Carrasco malogró. Pasó Galván y le dijo que así no se patea.
Creo que ya está
Las últimas palabras de un prócer son las que quedan grabadas a fuego. Al momento de pasar a la inmortalidad, siempre pronuncian una que será inalterable a lo largo de toda la historia. A menos que la misma sea un tanto ruda y aguerrida como la que pronunció el Sargento Cabral: “Muero contento porque cagamos a esos mierdas”. Era un poco fuerte para el pomposo vocabulario de la época y para los futuros manuales de las escuelas, así que la modificaron un poquito y quedo registrado el “Muero contento, hemos vencido al enemigo”.
Tan importante es
ese epitafio tallado en el mármol de la historia, que reconocemos al prócer si
nos dicen una frase suya al momento de exhalar el último aliento. Generalmente
son espontaneas y tratan sobre la libertad, la patria… siempre y cuando el
prócer en cuestión llegue a estar su lecho de muerte esperando el tan temido
final. Distinto es el caso de fallecer en pleno combate. Es más difícil de
escuchar si uno no tuvo la suerte de Cabral. Porque no solo están los ruidosos
cañonazos, los sablazos entre las distintas facciones, sino porque el ajetreo y
candor de la batalla hace que el emisor de la frase para la posteridad se
olvide que exista una. Fue el caso del Teniente Hugo Baltasar Romero de la
Casa, héroe de innumerables batallas, cuyas últimas palabras fueron: “¡La re
concha de tu madre, justo me vienen a sablear ahí, pedazo de hijo de puta!”.
Las crónicas de la época solo dijeron que el Teniente Romero de la Casa hasta
último momento vocifero en contra de los enemigos.
Como hemos dicho,
cuando el prócer o valiente soldado servido de la patria tiene la buena fortuna
de envejecer o morir en su lecho, las últimas palabras pueden pensarse, pueden
decirse y luego quedar callado hasta que la muerte lo visite. Tal fue el caso
del General Carlos Antonio Miguel Hornos de La Fuente. Héroe de la batalla de Pavón
y Brasil, que mantuvo a su tropa invita en la batalla de la General Paz, protagonista
de la batalla de campo empiojado. Un prócer con todas las letras y que
conllevaba con él la responsabilidad que sus últimas palabras sean dignas de
sus cicatrices en defensa de la Patria, la justicia y la paz.
Don Carlos Antonio Miguel Hornos de La Fuente, no dejaba nada librado al azar. Antes de cada batalla se memorizaba lo que eventualmente serían su frase. “Muero por la unión y libertad del pueblo argentino”. Tal fue su obsesión con ello, que durante la guerra contra el Imperio del Brasil fue malherido, pronunció esa frase y luego calló. Ni los médicos de campaña pudieron hacerlo hablar. Ya pasado el riesgo de muerte, volvió a emitir palabra y por fin dijo donde le dolía. Tuvieron que pasar tres días y varias sanguijuelas usadas por los galenos. “Estas mierdas me están chupando, carajo”. Fueron sus palabras. A su lado se encontraba don Fernando de la Usura, quien además de ser su fiel ladero era el escribano que iba a certificar sus últimas palabras. “No anotes eso por favor, voy a vivir”, le suplicó Hornos de la Fuente al ver como su amigo y escribano escribía ese insulto como última frase para la posteridad.
Los años fueron
pasando, las guerras fueron acallándose en el seno interior de la patria y con
ellas el General Don Carlos Antonio Miguel Hornos de La Fuente pasó a retiro
con 65 años. Tenía una vitalidad y energía envidiable para alguien de su edad y
para aquella época. Todo lo hubiese cambiado por morirse y decir sus últimas
palabras. Pero estas también cambiaron. Porque si él se moría, lo iba a hacer
de viejo o por enfermedad, accidente o lo que fuese. Su frase había cambiado a:
“¡Oh Patria mía! Dejo mi vida y mi alma por ti”. Le había parecido una frase
corta, buena. Entre Sanmartiniana y Belgraniana. O mejor aún, porque nadie le
había entregado el alma a la patria. Tan contento estaba que se la memorizó y
hasta dejó anotado en un papel al lado de su mesa de luz, por las dudas.
Pasaron los años,
y el tan ansiado día de la muerte parecería que había llegado. Don Carlos
Antonio Miguel Hornos de La Fuente ya tenía 87 años, con fiebre, postrado en
una cama y rodeado de sus dos amadas hijas, Merceditas y Bernardita, además de
su fiel amigo y escribano Fernando de la Usura, y el doctor Rodolfo de Paulo.
Su amada esposa, Cintia Carolina Cardozo de Hornos de La Fuente, hacía años que
había dejado su mundo. Se marchó al Uruguay, porque con los años el General se
había puesto bastante insoportable y cansador.
La muerte
acechaba ya, los huesos cansados del General ya sentían el abrazo acogedor del
eterno descanso.
—Creo que ya
está. —comentó en voz bajita el General. Merceditas, Bernardita, Fernando y el
doctor se acercaron. Ambas hijas comenzaron a llorar.
—No lloren, he
esperado este momento. Comentó el General, mientras Fernando, el escribano,
empezó a anotar. El prócer de las mil batallas lo miró azorado.
—¿Qué anotas?
—Anoto sus últimas
palabras para la posteridad, mi excelentísimo General.
—¿¡Pero vos sos
boludo!? ¿En que habíamos quedado? Yo digo “¡Oh Patria mía! Dejo mi vida y mi
alma por ti”, vos anotas eso y ahí me muero.
—No papá, no te
mueras por favor. —dijo Merceditas apretándole la mano.
—¡Me tengo que
morir! ¿¡Y vos que seguís anotando, pelotudo!? —se enojó el General.
—Perdón mi General,
la costumbre. Ahora usted solo diga esas palabras yo las anoto y esperamos el
trágico desenlace.
—Para mí el
paciente está estable, ni fiebre tiene, es más los latidos van bien, creo que
hice un buen trabajo. —acotó el medico mientras le tomaba el pulso.
—¿Y usted va a
conocer más de la muerte que yo? —se irguió en la cama el General— yo en la
batalla de Gallina tuerta vi a la muerte a los ojos, y ahí comprendí todo, sus
tiempos y formas.
—Si usted lo
dice. —dijo el médico mientras miraba su reloj.
Pasaron dos horas
de un silencio incómodo para todos, el General miraba un punto fijo en el techo
y movía la cabeza negativamente. Merceditas y Bernardita cuchicheaban sobre sus
cosas. Fernando se quedó medio dormido en un sillón, mientras que el medico
aprovechaba para leer un voluminoso libro de anatomía.
—¡Oh Patria mía!
Dejo mi vida y mi alma por ti —grito el General asustando y rompiendo el
silencio en pedazos, haciendo saltar a los presentes. Acto continuo, cerró los
ojos.
Mercedita y
Bernardita se abrazaron llorando a los gritos. El escribano tomo nota de las
últimas palabras de uno de los más gloriosos Generales que habían visto estas
tierras. Mientras el medico ni se levantó de su sofá. Solo levantó la cabeza
para mirarlo unos segundos.
—Ese hombre
respira y está más vivo que yo. —dijo el doctor desde su sillón luego de unos
minutos que parecieron eternos.
—¡Papá, papá
estas vivo! —gritaron ambas hijas al unísono mientras corroboraban lo dicho por
el doctor. Sin embargo, el General no abrió los ojos, los cerró más fuerte y
pudo advertirse una mueca de fastidio y de enojo en su cara. —Háblanos papá,
háblanos— suplicaban las chicas. Pero el General seguía apretando cada vez más
los ojos.
—¿Qué hacemos?
—pregunto el escribano, obteniendo como respuesta un encogimiento de hombros
por parte del doctor.
El tiempo fue
pasando, el General seguía ahí mientras sus hijas lo animaban a que diga algo,
o que por lo menos hiciese un gesto. Hasta que por fin el General se irguió en
la cama y abrió los ojos. Estuvo un rato así, mientras Merceditas y Bernardita
daban gritos de júbilo. El General empezó a mirar mal, primero al escribano,
luego al médico y finalmente a sus herederas. Se sentó en la cama, resoplo.
Volvió a mirar a todos con cara de enojado y meneando la cabeza. Se colocó sus
zapatos, se levantó y tomó su bastón, comenzó a caminar lentamente. Abrió la
puerta del dormitorio ante la azorada mirada de todos. Bajó las escaleras, sus
pasos se escuchaban como iban perdiéndose hasta el portazo que le dio a la
puerta principal de la casa. Nunca más se lo vio al General. Algunos dicen que
se fue a su casa cerca de San Pedro, otros dicen haberlo visto internarse en la
selva del impenetrable, para así no hablar con nadie más y que esas hayan sido
sus últimas palabras escuchadas. Lo
cierto es que algunos lugareños del Chaco, juran que, en algunas noches oscuras
sin luna, suelen escuchar un grito enojado que dice así: “¡Oh Patria mía! Dejo
mi vida y mi alma por ti”.
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