Como una pregunta obligada, sonó el “¿Cómo salimos mañana?”. No lo sé, no tengo un oráculo, no manejo profecías. Si tuviera algún poder para hacer futurología, tal vez no estaría aquí, o tal vez si pero con menos equivocaciones. Si puedo intuir, percibir, imaginar. No un resultado, si un día después. Una jornada postrera. Un amanecer con banderas argentinas colgada de los balcones. Banderitas amarradas en las ventanillas de los autos luchando centímetro a centímetro contra el viento. Camisetas de la selección por doquier. Al mismo tipo de siempre que se levanta a las 4 de la mañana para ir a la fábrica. Ese que se toma un amargo infaltable en las heladas mañanas. Que sale corriendo a la parada del bondi como el mejor de los wines. Gambeteando a la adversidad, trabando protestando y puteando por esa roja que el destino o la fortuna le saco, que lo dejo afuera de tantas cosas. Pero el lunes se sentirá diferente, un océano de emociones y de sentimientos apretados en el pecho.
Es muy probable
que el lunes, todos hagan su rutina habitual, pero no será igual. No sé el
resultado, ni por asomo me atrevería a tirar un número, una estadística, algo
frio y muerto. Pero sé que el lunes, el sonido del tango será más machazo y más
nostálgico, que conquistará a más y más extranjeros. Y será un lunes como
tantos otros, pero muy diferente. Que cada vez que escuchemos el himno
argentino se nos va a seguir hinchando la vena del cuello al gritar la estrofa
de “o juremos con gloria morir”. Seguir peleándola día a día. Seguir siendo lo
que somos, argentinos. Solidarios, seguir estando donde hay que estar, con
nuestras virtudes y defectos. Que ser argentino es lo más lindo que hay, aunque
es difícil a veces. Es el único resultado que me imagino.
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