Félix se sentó al lado de su hijo Guillermo.
Él estaba en la tierna edad de los 6 años, una edad en que todo lo marca.
La edad ideal donde la pasión futbolera se hace presente. Ahí es donde uno
adquiere los colores. Donde los hereda o donde se mete algún intruso a meter la
cuchara y a alterar el amor paternal por los colores. No era el caso de
Guillermo, Guille para todos. Félix desde chico trato de inculcarle la pasión
por el equipo del que fue hincha su abuelo, su viejo y él. Desde el enterito
con los colores del gran equipo, para dolor de cabeza de su madre. Cuando
cumplió 6 añitos, lo llevó por primera vez a la cancha. Luego, un par de veces.
No muchas, porque el fútbol argentino es jodido y más jodida es la popular y
Félix no quería ir a la platea. “Eso es para puteadores o viejos”, siempre
decía. Prefería ir con amigos a la popular. Y ahí lo llevó un par de veces pese
a los reclamos de la madre. Pero un buen día dejó de llevarlo. No porque las
cosas se hayan puesto fulera en la tribuna, tampoco porque hayan tenido una
mala experiencia, sino porque el equipo andaba muy mal y el descenso estaba a
la vuelta de la esquina. Era más bien para preservar a ambos: a Guille de que
sufriera viendo cómo eran goleados partido tras partido; y al equipo de sus
amores, para no mostrarlo tan débil, tan mundano.


Tan mal anduvo que finalmente descendió. Esa tarde lluviosa de invierno y
pese a los reclamos de Guille, Félix fue solo a la cancha. Le dijo que no, que
estaba lloviendo y hacia frio. Pero más frio hacía en su corazón. El descenso
se consumó rápido: a los 15 minutos ya perdían 2-0. No hubo heroica ni nada. El
partido termino 4-0 y al Nacional B. Luego de terminado el partido, Félix se
quedó bajo la lluvia mirando la nada misma. Le dolía mas no saber cómo
explicarle a Guille esto del descenso. Le hubiese sido más fácil explicarle
como los chicos llegan al mundo que esto. Tenía miedo de desencantarlo, de que
se fuera a hacer hincha de esos equipos grandes, que para ellos la penuria pasa
por no salir campeones seguido. No por irse al descenso dos por tres. Mira si
el tío lo convencía para que se pase a ser de River. O si el compañerito de
banco lo seducía con hacerse de Boca. Félix meneaba la cabeza como negando eso.
Él mismo se acordó de las palabras de su viejo, cuando le dijo que los colores
era el barrio. Era una familia. Y si vos no tenés para darle de morfar a tu
familia, no la abandonas y te buscas una familia de ricos. Esto era lo mismo.
Él lo entendió desde pibe, pero ahora las nuevas generaciones son distintas.
—Guille, tenemos que hablar de hombre a hombre, de algo doloroso pero
importante—dijo seriamente a Guille, mientras por detrás pasaba Isabel moviendo
la cabeza y pensando “con qué pelotudo me fui a casar”.
—¿Es grave, pa?
—No, bueno si, no, bah, depende de cómo lo mires.
—La seño dice que lo único grave es la enfermedad de algún ser querido ¿Le
pasó algo al abuelo?
—No, no, el abuelo está bien. No le paso nada.
—¿Entonces?
—¿Viste cuando íbamos a la cancha? Cuando ganábamos nos poníamos contentos,
cuando perdíamos nos poníamos un poco tristes y enojados —Guille asentía con la
cabeza—, bueno cuando uno pierde mucho… —la voz de Félix comenzó a
entrecortarse por el llanto— uno… se va…
—Uno se va a la B y puede tardar años en volver —interrumpió Guille.
—Uno se va a la… ¿Cómo sabes eso? —se sorprendió Félix.
—Pa, te tengo que hablar de hombre a hombre, de algo doloroso pero
importante —dijo Guille mientras Félix comenzaba a rascarse la barba con
asombro— ¿Te acordás cuando la maestra te hizo llamar porque le pegue a un
compañerito? Bueno, Tomi me estaba cargando con que nos íbamos a ir a la B…
—Pero eso no se hace Gui…
—Además, mamá también me dijo que el equipo es una porquería —continúo
embalado el chico—, que nunca ganó nada, que se la pasa descendiendo, que no
sirve para nada…
—¿Tu madre te dijo todo eso?
—Sí, además el abuelo también me dijo que él perdió años de vida con el
equipo, que no entiende como vos seguís siendo hincha
—¿¡El abuelo te dijo eso!?
—Sí, además en la tele dicen que el equipo es una porquería, que son…
—Bueno Guillermo, basta —interrumpió el padre secamente y se quedó en un
largo silencio mientras Guille lo miraba con una sonrisa. Félix comenzó a
pensar, a darle vueltas al asunto. Se sintió un poco como cuando su padre se
sentó temblando frente a él para explicarle sobre el sexo, a pesar de que él ya
sabía todo porque los pibes de la escuela eran más vivos que cualquiera. Ese día
casi se liga una bofetada por no avisar que ya sabía y así ahorrarle el mal
momento a su viejo.
—Bueno Guille —dijo por fin—, a pesar de que el equipo es una porquería,
que no le gana a nadie, que no sale campeón y que encima desciende a cada rato…
¿Vos querés seguir siendo hincha de este equipo?
—Sí, papá.
—¿No preferís ser hincha de un equipo grande y no sufrir con todo esto?
—No, quiero seguir siendo hincha del mismo equipo que vos.
—¿Por qué?
—Porque te quiero papi, por eso.
Félix lo abrazó fuerte a Guille. Un par de lágrimas le brotaron y sintió
ganas de llorar fuerte de la emoción. Caro lo llamó a Guille para que vaya a
tomar la leche. Ella desde la ventana de la cocina contemplaba todo y seguía
meneando la cabeza con la misma risa irónica. El nene fue corriendo contento.
Félix se quedó sentado un rato más, hasta que suspiro y pensó: “Como le arruine
la vida a mi hijo con este equipo de mierda, la puta madre”.
Toni Schweinheim
Obra Publicada, expediente Nº 510614. Dirección Nacional del Derecho de Autor
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