Pedrito se apioló tarde de cómo venía
la mano. Porque él podía haber sido un ídolo, un ídolo
popular, desde mucho tiempo antes. Lo que pasa que el Pedro, vos viste cómo
es, un tipo que se pasa de correcto, de buen tipo.
Decime vos, ocho años
jugando en primera y no lo habían expulsado nunca. ¡Nunca,
mi viejo, nunca! Ni una expulsión ni una tarjeta amarilla aunque sea. Y
mirá que liga, eh. Porque siempre fue para adelante y lo
estrolaban que daba gusto. Muy respetado por los rivales, por el referí,
por todos, pero le pegaban cada guadañazo que ni te cuento. Y sin embargo,
nunca reaccionó. Mirá que más de una vez se podía
haber levantado y haberle puesto un castañazo al que le había hecho el
ful, o a la vuelta siguiente encajarle un codazo, pero él... nada che.
Una niña. Un duque el Pedro. Claro, ¿cómo no lo iban a querer? Los contrarios,
los compañeros, todos. Pero... ¿querés que te diga? No sé
si era cariño, cariño. Por ahí era respeto, más que nada.
Respeto ¿viste? Porque mirá que yo lo conozco al Pedro y te digo
que no es un tipo demasiado fácil para acercarse, para hablar, para...
¿cómo
te digo?... para que se te franquee. ¿Viste? No es un tipo que va a venir y
sin que vos le preguntés nada te va a contar de algún
balurdo que tiene, algún fato afectivo... no, no es de esos. Es
un tipo más bien reconcentrado que, a veces, para que te cuente qué
le pasa, la puta, se lo tenés que preguntar mil veces, y eso que a mí
me conoce mucho.
Incluso yo a veces le decía: «No dejes que te peguen»
porque me daba bronca ver cómo la ligaba y se quedaba muzzarella. «No
dejes que te peguen, Pedro» le decía. «Poneles una quema, meteles una buena
plancha, a ver si así te van a entrar tan fuerte».
Y me decía que no, que es muy jodido pegar siendo delantero. Sí,
andá a decirle al Pepe Sasía eso, andá a decirle al cordobés
Willington que no se puede pegar siendo delantero. O al negro Pelé,
sin ir más lejos, que tiene el récord de tipos quebrados. Andá
a decirle al Pepe Sasía que a los delanteros les es más
difícil pegar. El Pepe te metía cada hostiazo que te arrancaba la
sabiola. Le bajaba cada plancha a los fulbá que te la voglio dire. Pero al Pedro qué
le iba a pedir eso. Si ni cuando se armaban las roscas grandes se metía.
Cuando se armaban esos bolonquis de todos contra todos o esos entreveros con el
referí en el medio, que son ¿sabés qué? pa repartir tupido, son una uva, él
se quedaba a un costado, con los bracitos en la cintura, ni se acercaba. Y en
esos entreveros no hay peligro ni de que te echen, ahí te meten esos
puntines en los tobillos, o te tiran del pelo, te meten los dedos en los ojos o
te african un cabezazo y vale todo. Nadie vio nada. Que siga la joda. Y no era
que el Pedro no se metiera de cagón, ¿eh? Porque eso sí, de cagón
nunca tuvo un carajo. Un tipo que se mete en el área como se mete el Pedro, oíme,
a un tipo de esos ni en pedo lo podes catalogar de cagón.
Pedro no se
calentaba. Tenía eso. No se calentaba. No era un tipo que se podía
calentar. Lo fajaban y se quedaba en el molde. Y la hinchada lo quería,
sí,
pero nada más. Cuando salía de los vestuarios después
del partido, las palmaditas, «Bien Pedro», «Buena Pedrito». Pero ahí
nomás. A veces algún cantito. O no lo puteaban demasiado
cuando perdían. El Pedro siempre normal, en siete puntos, seis puntos,
como diría el Flaco.
¿Sabés cuál era la cagada del Pedro? Yo lo estuve
pensando. Era muy lógico. Mirá vos, era muy lógico. Nunca
decía algo fuera de la lógica. Todo era, digamos, criterioso.
Pensado. Lógico, todo era lógico. Me acuerdo que íbamos
a jugar contra Boca, en Buenos Aires, y le preguntan qué pensaba del
partido. Y él contesta que lo más probable era que perdiéramos.
Que con un empate estábamos hechos. ¡Por supuesto
que lo más probable era que perdiéramos! Si lo más probable
cuando salís de visitante es que te hagan el hoyo, y no en cancha de
Boca, en cualquiera.
Pero, viejo, qué sé yo, agrandate, decí:
«les
vamos a romper el culo», «les vamos a hacer tricota»,
qué sé yo. No te digo siempre, pero alguna vez
andá en ganador. No, el Pedro siempre con la justa: «La
verdad que nos van a ganar». «Si sacamos un empate estamos hechos».
«La
lógica
es que nos rompan el orto».
Claro, desde un punto de vista
razonable, todo lo que él declaraba era cierto. No se le podía
discutir. O cuando se perdía. Era lo mismo que cuando lo fajaban. Siempre
estaba de acuerdo con el resultado. «Nos ganaron bien», «jugando
así nosotros, era lógico que nos ganaran»,
«nos
tendrían que haber hecho más goles». Nunca se enojaba. Era como cuando lo
fajaban los defensores. Se la bancaba siempre. Nunca ibas a leer declaraciones
de que les habían afanado el partido, que los habían cagado a
patadas, que les habían cobrado un gol en offside. Nunca. ¡Te
imaginás! Fue premio a la caballerosidad deportiva como mil veces.
Y
cuando se armó la primera vez este fato con la mina ésa, también.
Porque tampoco el Pedro era un tipo que le podías buscar una fulería
en su vida privada.
Padres macanudos, ningún problema con los viejos, y la Isabel,
la noviecita de toda la vida. Y pará de contar. Ni jodas, ni calavereadas,
ni un chancletazo por ahí. Nada. Fue cuando le inventaron el fato
ese con la Mirna Clay, la cabaretera esa. ¡Mirá vos! Justamente a Pedro venirle a
inventar que se encamaba con esa mina. Al Pedro, que la Isabelita lo tenía
más
marcado que los fulbás contrarios. Y además,
ni falta hacía marcarlo, porque para eso era un nabo. Pero vos viste que
hay periodistas que ya no saben qué carajo inventar y armaron todo el verso
ese de que el Pedro andaba con la Mirna Clay. ¡El quilombo que se armó!
¡Para
qué! El Pedro, ahí sí, fue a la revista, chilló,
tiró la bronca y los ñatos de la revista pegaron marcha atrás
y desmintieron todo. Que habían sido rumores, que eran todas mulas,
en fin. La cosa que el Pedro se quedó tranquilo. Y fijate que ahí
yo estuve a punto pero a punto de decirle algo, pero me callé
la boca.
Dijo: «callate Negro, que por ahí la embarrás» y me callé bien la boca. Yo los conozco mucho a
los viejos, a la Isabelita, ¿sabés? y preferí quedarme en
el molde.
Pero mirá vos, pasa el tiempo, y esta otra
revista empieza con la misma milonga. Con otra mina pero con la misma milonga.
Ahora con la loca ésta, la Ivonne Babette, pero con el
mismo verso. Que los habían visto juntos, que parecía
que el Pedrito se la movía, que qué sé yo. Para colmo la mina ésta
que debe ser más rápida... una luz la mina... agarró
el bochín y empezó con que estaban perdidamente
enamorados, que Pedro era el único amor de su vida, en fin. Se ve que
armaron el estofado a partir de esa foto que salió cuando el equipo tenía
que viajar a Perú y les sacaron una foto en el aeropuerto cuando justo estaba
la reventada ésta que también viajaba en el mismo avión.
Para colmo la mina sale al lado de Pedro. Eran como mil en la delegación
pero dio la puta casualidad que esta mina sale junto al Pedro. Y se ve que ahí
armaron el estofado. Que a la mina le viene macanudo, mirá
qué novedad.
Y ahí sí, lo agarré al Pedro y le dije: «Pedrito
no hagas declaraciones. No digas ni desmientas nada. Quedate chanta, haceme
caso». Lo corrí un poco con el verso de que él
no podía prestarse a ese escándalo, que él tenía
que mantenerse por sobre toda esa suciedad, que no tenía que
prestarse siquiera a hablar del asunto. Que ya bastante se había
ensuciado antes con el balurdo anterior con la Mirna Clay. Y el Pedro me hizo
caso. Lo llamaban de los diarios y él decía que no iba a hablar del asunto. Que no
insistieran. Y los periodistas, que son lerdos también, se
agarraron de eso que «el que calla, otorga».
Y dieron el caso como comprobado. Hasta diarios más serios hablaron del caso del Pedro con
esta mina. Y la mina ¡para qué te cuento! inventó
cualquier boludez para darle manija al asunto. Cuando el Pedro quiso parar la
cosa, ya era demasiado grande y tuvo que quedarse en el molde. Eso habrá
durado un par de semanas. La Isabelita se enojó con el Pedro y casi lo manda a la
mierda, los diarios dijeron que esa pelea confirmaba el enganche del Pedro con
la Babette ésta, en fin, un quilombo impresionante.
Al domingo siguiente,
tenían que jugar en Buenos Aires un partido chivo contra Vélez.
Y al Pedro lo marca Carpani, un hijo de mil putas que le pega hasta a la madre
y este Carpani lo empieza a cargar. Le decía: «¡Qué mierda te vas a voltear vos a esa mina,
si vos en tu vida te volteaste ninguna!», «ya que sos tan macho animate a entrar al
área
que te voy a romper la gamba en cuatro pedazos», esas cosas. Y le tocaba el culo. Al
final el Pedro, mirá como estaría, le pegó
semejante roscazo que le arruinó la jeta. Le puso una quema en medio de
la trucha que lo sentó de culo en el punto del penal. ¡Te
imaginás lo que fue eso! Que al terrible Carpani, el choma que se comía
los pibes crudos, el patrón del área, le pusieran semejante hostia en la
propia cancha de Vélez, en el Fortín de Villa
Luro. Lo tuvieron que sacar en camilla porque quedó boludo como
media hora. Y a Pedro, más bien, tarjeta roja y a los vestuarios.
Por primera vez en la vida. Pero después me contaba, los de Vélez
lo miraban pasar para las duchas y no le decían nada, lo miraban nomás.
Hasta hubo uno que le dio la mano.
Le dieron pocos partidos. Y volvió
en cancha nuestra, contra la lepra. Y ahí se confirmó mi teoría.
Era un mundo de gente. Muchos habían ido por el partido, pero muchos habían
ido para verlo al Pedro. ¡Y cuando entró... se venía
abajo la tribuna, mi viejo! «Y coja, y coja, y coja Pedro, coja»
cantaban los negros. Era una locura. «Y pegue, y pegue, y pegue Pedro, pegue».
Como será que hasta el Pedro se emocionó y se apartó de los
muchachos para saludar a la hinchada con los dos brazos en alto. Una locura. Ahí
empezó a ser ídolo. Ahí empezó. Aunque no me lo reconozca porque nunca
volvió a darme demasiada bola. Pero no podés ser ídolo
si sos demasiado perfecto, viejo. Si no tenés ninguna fulería, si no te
han cazado en ningún renuncio... ¿Cómo
mierda la gente se va a sentir identificada con vos? ¿Qué
tenés en común con los monos de la tribuna? No, mi
viejo. Decí que el Pedrito se apioló tarde de cómo viene la
mano.
Roberto Fontanarrosa
Extraido de "El Mundo ha vivido equivocado". Ed. De La Flor 1982/Ed. Planeta 2012.
No hay comentarios.: