Tocaron con
fuerza la puerta del departamento. Roberto que hasta ese entonces estaba
mirando un partido por internet en su habitación fue puteando hasta la puerta.
— ¿Quién carajo
es? —Grito Roberto olvidándose por un momento que se encontraba en Finlandia y
que a menos que sea Jorge, su compañero de trabajo, nadie lo iba a entender...
pero a esa hora difícil que sea él.
Del otro lado de
la puerta se escuchó una voz fuerte, repitió varias veces en su lengua nativa.
—Police— gritaron
por fin desde el otro lado en un inglés tosco.
Roberto abrió la
puerta y por ella se metieron dos agentes de casi dos metros, sus rostros eran
más blancos que la nieve del eterno invierno de Finlandia. Hablaron
pausadamente en finés, idioma en el que Roberto no entendía nada. Hacía tan
solo una semana que estaba ahí por trabajo, lo habían enviado junto con Jorge
desde Buenos Aires para una capacitación que se daba en ese país, sede de la
multinacional para la que trabajaban.
—Yo, argentino.
Messi, Maradona —intentó explicar Roberto mientras ambos policías se miraban
mutuamente.
—Do you speak English? —preguntó uno de ellos.
—No too much —respondió en un perfecto porteño Roberto, lo que
hizo que los dos policías se mirasen nuevamente.
—Football? —dijo por fin uno de los
agentes, señalando el monitor de la PC que había seguido con el partido.
—Sí, futbol, yo
estaba tranquilo acá mirando el partido hasta que vinieron ustedes —uno de los
policías lo miraba incompresible, mientras el otro se comunicaba por radio vaya
a saber uno con quien.
— ¿Sabés lo que
pasa, hermano? Nos están cagando, el hijo de mil putas del árbitro nos está
cagando, bombero hijo de puta —el tono de voz de Roberto iba in crescendo.
—Don’t scream, please —dijo uno de ellos,
mientras se acercaba el dedo índice a la boca, signo universal de silencio.
— ¿Silencio? Las
pelotas silencio, para silencio ya están los putos de la otra hinchada ¿Ves? No
cantan un carajo —dijo Roberto, mientras subía el volumen de la computadora.
—Keep calm, please
— ¿Por qué no
traen un puto traductor? Ah pero la puta madre, mira que hijo de puta, errarse
un gol así, la concha de tu madre Bardales —estalló de pronto Roberto al ver
que su equipo se comía un gol.
Ambos policías
amagaron a sacar el arma, pero comprendieron que los gritos y el enojo de
Roberto estaban dirigidos a la pantalla de la computadora.
—You’re alone?
—Sí, estamos en
la lona, si no ganamos o por lo menos sacamos un roñoso empate nos vamos a la B
hermano y este hijo de puta se come ese gol…
Ambos policías
volvieron a cruzar una mirada sin saber qué hacer, cuando desde el radio de uno
de ellos broto una voz con un acento extraño, el oficial Timo intercambió unas
palabras en su idioma natal mediante dicho aparato. A los pocos segundos un
persona de barba, medio regordeta entraba por la puerta.
—Hei kaikille —aparentemente habría saludado el recién llegado.
—Uh, la puta
madre otro más —gimoteó Roberto.
—Yo le entiendo
perfectamente, soy el intérprete. Nicolás González, mi nombre ¿Usted es
argentino?
—Sí, vos también por lo que puedo ver. ¿Sabes que quieren estos dos muñecos?
—Sí, sus vecinos
lo han denunciado por ruidos molestos.
—Yo estaba viendo
el partido lo más bien, alguna que otra puteada se me escapó, che, pero tampoco
para tanto. Qué tiernitos son estos finlandeses che.
— ¿El partido?
¿Está usted viendo el partido?—pareció interesarle de pronto al parco
interprete.
—Sí, sí. Estamos
perdiendo.
—Uh pero la puta
madre —dijo Nicolás mientras se agarraba la cabeza y perdía todo tipo de
protocolo— decime que el hijo de puta de Ricciutto no nos hizo el gol…
—Sí, el mismo.
—Pero la
reputísima madre que lo parió a ese mercenario de mierda —dijo a los gritos el
recién llegado, ante la mirada azorada de los dos oficiales que seguían
inmutables.
—Le matamos el
hambre y mirá cómo nos paga.
—Me quiero morir,
justo a mí hoy me tocó la guardia —dijo lamentándose el intérprete— desde hace
diez años que estoy acá y que sigo al equipo por internet... justo hoy que nos jugamos la vida, tengo gu…
—GOOOOOL, GOOOOL,
GOOOOL, LA PUTA MADRE QUE LO PARIÓ, GOLLLL —Comenzaron a gritar de golpe ambos
argentinos, mientras se abrazaban entre ellos y a los dos policías que habían
quedado en silencio.
—Con el empate no
salvamos, vamos la puta madre —dijo el intérprete mirando al cielo. En ese
momento el oficial Sirniö le dijo algo en fines al otro oficial y ambos se
dirigieron al traductor.
—ES PARA VOS, ES
PARA VOS, RICCIUTTO PUTO LA PUTA QUE TE PARIÓ —comenzaron a cantar ambos
argentinos
Luego de una
breve charla, ambos oficiales saludaron
y se fueron. Ni bien cerraron la puerta se escuchó un grito de gol que retumbó
en todo el edificio.
—Qué gente rara
estos argentinos— le dijo en suomi al otro oficial cuando subían al auto.
—No sé si estaban
alegres o enojados— respondió el otro.
—Pero parecen buena gente, ponerse felices con tan poco.
Toni Schweinheim
Obra Publicada, expediente Nº 510614. Dirección Nacional del Derecho de Autor
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