Arriba: Ricardo Caruso Lombardi (Entrenador de Huracan,
protestante, comerciante de humo, ¿camarilleado?); Alejandro
Nadur (Presidente de Huracán, ojeroso, adicto a la venta de jugadores,
derrapador serial); Gabriel Milito (Entrenador
de Independiente, futuro pelado).
Abajo: Periodismo deportivo (Vendedores de humo, lucromorbosos);
CONMEBOL (Antro de ladrones sudamericanos,
semillero de garcas); Confederación Brasilera de Futbol
(Insensibles, adictos al billetín).
Selección.
Caruso Lombardi está perdiendo más puntos que
Nueva Chicago y Almirante con la AFA. Siempre en su rol de salvador/sanador del
promedio, en Huracán está más errático que Higuaín en una final con la selección
argentina. Su equipo no gana, los
hinchas lo tienen montado sobre un huevo desde que asumió y no se sabe si está
siendo víctima de una camarilla, porque sus jugadores responden menos que
Bernardo, el ayudante del zorro. Caruso ya se puso plazos y si no levanta se
va. Siendo uno de los pocos que se van de Huracán sin que lo haya vendido
Nadur. Y hablando de Alejandro Nadur, el
presidente del Globo se desubicó más que Jorge Corona contando chistes en un
retiro espiritual de las carmelitas descalzas. En medio de la congoja generalizada
por la tragedia del Chapecoense y de los homenajes del futbol mundial, don
Alejandro derrapó. Claro, entendemos que
la bronca contra Atlético Nacional viene desde aquel partido en donde Argote
hizo de las suyas, pero no era el momento estimado Nadur…
Pobre Gabriel Milito, no le
sale una. Se pone un circo le crecen los enanos y la mujer barbuda se va a
Unión en remplazo de Villar. Todos sabemos cuál es la orientación futbolística
que pretende darle Milito a su equipo. Pero practicar el buen juego con los
jugadores que tiene, es como querer ir a correr el Rally Dakar con un Renault
19 sin cola modelo ’93. Bueno, la culpa
no la tiene el Gaby… bueno, en parte sí. Cuando asumió como entrenador, la
dirigencia había avisado que no tenía un mango y que iba a tener que
gasolearla. Ahí está la parte de la
culpa de Milito: aceptar y quemarse más que un albino tomando sol a la una de
la tarde en la Av. 9 de Julio sabiendo que tenía que dirigir al refugio El
Campito hecho plantel. Pero claro, el entrenador tenía esperanzas de poder hacer
algo. No tuvo un mal arranque, pero fue despedazándose de a poco y el golpe
final se lo dio Racing en el clásico. Hoy por hoy el Independiente de Milito no
se sabe a qué juega. El Defensa y Justicia de Holan perdía pero al menos jugaba
bien. Hay equipos que son horribles, pero están en el lote de arriba. El Rojo
ninguna de las dos.
[Advertencia: el
siguiente texto no contiene nada de humor]
A estas alturas ya se dijo de todo sobre la tragedia del
Chapecoense. Se dijo tanto que obviamente el periodismo cayó, nuevamente, en el
morbo. Esta vez el periodismo deportivo cambió
la venta de humo por el morbo. Ni un gramo de decencia a la hora de querer “vender”.
Veíamos titulares de todos los colores
del tipo “El pedido desesperado de XXXX a los paramédicos. Entra y entérate”…
en serio muchachos, no había necesidad. Y ni hablar del “extremo dolor fingido”
por parte de algunos medios que la termean fuertísimo contra los brasileros e
hicieron una competencia por ver quien estaba más compungido, para que después en
la próxima oportunidad vuelvan a termearla “con de todo” contra los brasileros.
Ojo, no nos queremos poner en policía de la moralina pedorra y barata, pero
algunos se fueron de recontra mambo y sobreactuaron más que un delantero
simulando una falta dentro del área. También está el otro lado, aquellos que se
indignaron porque se “habla más” de esta tragedia, que de otras tragedias aéreas.
Y… si, todos son personas, humanos. Padres, hermanos, tíos, hijos... Sean los
del accidente este de Lamia o los de Lapa o el de Malasia airways. De este se habló
más, porque era un equipo que llegaba a una final, el mundo del futbol mueve
mucho sentimientos y llega más. No es que los muertos de otra tragedia aérea son
más o menos importantes. No es una maldita competencia de importancia.
Esto nos lleva a replantearnos muchas cosas. El futbolista
por ejemplo. Hoy por hoy el estereotipo del futbolista es un boludon hueco,
multimillonario que ostenta su riqueza. Y eso, queridos lectores, es solo una
pequeña porción del mundo futbolero. La gran mayoría son laburantes del futbol.
Personas que desde los 14/15 años tienen que sacrificarse para hacerse un lugar
en ese mundo. Entrenarse, dejar familia del otro lado del océano —si es que se van—,
viajar todo el tiempo, perderse el crecimiento de sus hijos, movilizar y
sacrificar a su familia. Los futbolistas del Chapecoense eran laburantes del
futbol. Miren el ascenso argentino sino, está lleno de ellos. En los de primera
también. Pasa lo mismo en el periodismo,
no todos los periodistas son esos con pinta de mafiosos apretadores vendedores
de humo, hay muchos que si valen la pena. Al futbolista no lo cuida nadie, ni
siquiera las federaciones o las confederaciones. Tal es el caso de la CONMEBOL,
que solo sirve como semillero de corrupción. Hoy puede verse que la CONMEBOL suspendió actividades, que lleva un luto
fingido y que piensa darle la Copa al Chapecoense… pero se vive recontra
cagando en el futbol, en los futbolistas y en el hincha. Les importa solo la
guita. Nunca controlaron nada y encima sugerían a dicha empresa para los vuelos
de los equipos y/o selecciones. Tongo, tongo por donde se lo vea. Si no miren también a la Confederación Brasilera de Fútbol. Que a pesar de todo
quería que el equipo se presente a jugar contra el Mineiro, con juveniles… El
día que se priorice al deporte y a sus protagonistas (jugadores e hinchas) por
sobre los negocios, ese día habremos ganado el mundial como humanidad.
Fin del espacio serio.
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