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Balanta se confiesa con Iturbe


El Puto [Completo]


Historia extraña la de Juan Manuel Urrutia, un número cinco que hizo su carrera de menor a mayor. Ya hace como diez años que se retiró de la actividad profesional, sinceramente me acorde hoy porque hoy me cruce con su hermana en un shopping de capital y le pregunte por “Juani” (apodo injusto que le pusieron unos hijos de puta). Me contó que se casó con el amor de su vida hará cosa de un mes más o menos. Era obvio que se iba a casar con la pareja de toda su vida, lo decidió algo tarde, pero al fin veo que se puso los pantalones y puso el gancho en la libreta. Era hora, hermano, que formalizara. Me alegra mucho por él. Acá le paso a contar esta historia de vida.

Juan Manuel Urrutia  había venido a los 16 años de Chaco junto con un amigo para buscar suerte en la capital. Se fue a probar en todos lados como futbolista y en el único lugar en el que quedo fue en el Sportivo Palermo de la Primera B. Comenzó entrenando en la quinta división, un chico muy responsable. No vivía en la pensión del club porque compartía un departamento con su viejo amigo coterráneo, pero llegaba antes que los mismos chicos de la pensión a los entrenamientos.
Jugaba de cinco, era uno más entre tantos otros del ascenso, no descollaba habilidad pero tampoco era un burro. Como todos los volantes centrales si tenía que raspar, raspaba. Si tenía que trabar, trababa. Poseía un estilo medio raro, estaba lejos de ser un Américo Rubén Gallego o un Blas Armando Giunta, tampoco era un exquisito como Marangoni.  Pero tenía una gran visión de la cancha y sabía cortar bien el juego del rival… lo que se dice un jugador regular, cinco  o seis puntos, no más. Era un volante más de distribución que de marca. Pero le faltaba una vuelta de rosca, no sé cómo decirle, era como si no pusiera todo, iba al frente, eh, pero no con muchas ganas; más que ganas le diría que fuerzas o huevos. Esto le valió el apodo de “Pachorra”, seudónimo que se iba a olvidar fácilmente luego. Había debutado en un aburridísimo cero a cero contra Chacarita. Estuvo como un año entrando unos minutos, algún que otro partido estuvo de titular porque el cinco titular, el “Vasco” Navarrete, se iba expulsado bastante seguido, porque era un cabeza de tacho infernal, pegaba  a mansalva. Cuando lo vendieron a Navarrete a Deportivo Armenio, Urrutia se quedó con la titularidad. Como todo número cinco, tenía tarjetas rojas, pero ninguna de mala leche o porque haya pegado, la mayoría por foules técnicos, eh.  Solamente hubo una vez en la cual nos quedamos todos perplejos, Ignacio Torres, cinco de Riestra le había tocado la cola, pero sin querer no para hacerlo calentar sin embargo logro una reacción inesperada. Urrutia le pego un roscazo en la jeta que lo dejo sentado de culo. Fue roja y un par de fechas afuera, pero fue un hecho aislado.

Me tocó verlo seguido, porque yo estaba quemando mis primeros cartuchos en esto del periodismo y  a los nuevitos siempre nos mandan a las cancha del ascenso para hacernos hombres. Mi primer contacto con él; fue durante el final de un torneo, cuando le hice una nota de casualidad por el tema de la incentivación. Recuerdo que en la última fecha había un solo lugar para clasificarse al octogonal que se disputaban El Porvenir contra Arsenal de Sarandí. El Porve juagaba contra el Sportivo, que hacía rato ya no jugaba por nada. Usted se imaginara que empezaron a circular todo tipo de suspicacias. Todos decían que Arsenal le había puesto al Sportivo Palermo una parva de guita para que gane y ponga todo como para que el Porve no gane. Me acuerdo que estuve como cuatro horas esperando afuera del predio donde entrenaban los jugadores, a la salida ninguno quiso hablar, eran todos cuatro de copas y no me daban bola. El único que paro fue él, Juan Manuel Urrutia, un tipazo. Muy culto el muchacho. Me trato de mil maravillas con una educación y un respeto que no se encuentran en muchos jugadores. Me dio su punto de vista sobre el hecho puntual del supuesto incentivo, lo desestimo y dijo que siempre en situaciones similares todos comienzan a hablar del tema y me juro que nunca le ofrecieron un mango ni a él ni a sus compañeros. Lo cierto es que después El Porvenir gano tres a uno y se fueron al carajo todas las teorías conspirativas.

Urrutia era un tipo muy cálido y amable, un tipazo se diría. Nos veíamos bastante seguido y siempre me saludaba a la salida del entrenamiento. Además era un gran profesional, no andaba de joda por ahí como todos los demás, a las diez de la noche ya estaba en el departamento que compartía con su amigo, llegaba temprano a las practicas, no tenía quilombos con minas ¡Ni novia se le conocía a Juan! Cuantos matungos hoy en día se agrandan a pesar de ser suplentes en equipos que están en el fondo de la tabla de divisiones del ascenso, viven de farra y le dan a cada gato que mamita querida ¿Cuántos? ¡La mayoría hermano! La verdad que era un pan de Dios el Juancito, aparte era un tipo leído que gustaba de la buena literatura. Además era muy atento porque siempre te daba agua los días de mucho calor o te ayudaba a sacarle algunas palabras a sus compañeros. Con el tiempo forjamos una amistad, no le digo que hayamos sido los mejores amigos pero hablábamos muy seguido.

Era un jugador más, hasta que un día exploto algo que jamás se me hubiese cruzado por la cabeza. En la redacción del diario donde trabajaba tuve una breve conversación con un compañero, yo no tome en serio nada de lo que me dijo Miguel, el periodista que se se sentaba en frente mío en la redacción, pero si tal vez lo hubiese escuchado podría haber aconsejado a Urrutia antes de que explote todo.

— ¿Vos sabias que Urrutia se la morfa, no? —comento Miguel en tono medio serio, medio en joda.
—Dejáte de joder, boludo, es un amigo aparte —le respondí al insoportable de Miguelito mientras volvía a prestarle atención a mi máquina de escribir.
—En serio pelotudo —apuro Miguelito— dicen que la semana pasada lo encontraron en un boliche gay de la mano con un flaco.
—Pero déjate de hinchar las bolas —le respondí incrédulo.
—No me creas —dijo en tono serio Miguel mientras se acomodaba una birome en la oreja— cuando te agaches en frente de él y te coja, ya vas a ver.

La verdad es que no le creí nada a Miguel, en primer lugar porque le gustaba hablar pavadas de todos y me parecía muy feo ensuciar a alguien de esa forma, entonces no le di pelota a esos comentarios. Habrán pasado como un mes, mes y pico desde que Miguel me dijo eso y lamentablemente se confirmó lo dicho por él. En el programa de chimentos que suelen pasar por la tarde habían “revelado” la sexualidad de uno de los diseñadores más importantes de ropa femenina de la Argentina,  Matías Cappezzera estaba de “novio” con un jugador de futbol: Juan Manuel Urrutia. La noticia se desparramo con la rapidez de una bomba de napalm. Claro, los medios andaban detrás de Cappezzera porque era un tipo conocido, un tipo del jet set. Urrutia era un pobre diablo desconocido ¿Quién iba a andar detrás de él? Nadie. La noticia me cayó muy mal sinceramente, ojo no me malinterprete, que cada uno haga de su culo un pito, todos somos libres. Pero esta noticia me tomo por asalto y me preocupaba Juan Manuel, por como lo iban a tratar de ahora en más los hinchas, los compañeros. Se le iba a hacer imposible volver a jugar. Lo iban a insultar y joder desde los cuatro costados de la cancha. Lo intente llamar por teléfono pero me daba ocupado, se ve que lo había descolgado por este tema. Me fui para la casa y había una guardia pretoriana de periodistas esperando para tener la exclusiva. 

Pasaron un par de días y no tenía noticias de Urrutia. Tampoco había ido a entrenar, hasta que me llamo al teléfono de la redacción, por suerte atendí yo. Juan Manuel quería encontrarse conmigo para hablar de lo que había acontecido y analizar su retiro anticipado del fútbol. Cuando me dijo eso último yo no lo podía creer, si bien no era un crack, era un jugador normal que iba a dejar todo por una boludez. Nos encontramos en el humilde chalet de Javier Kolle, el delantero de Sportivo Palermo que jugaba con él desde la quinta división. Mientras tomábamos unos mates me contaba su historia que pensé conocer. 
Efectivamente, él había emigrado desde su Chaco natal, pero no movido con el deseo de buscar un mejor futuro sino para poder expresar  el amor que tenía con Federico Sánchez, su amigo en aquel entonces. Se trasladaron a la capital porque allá ya comenzaban a sospechar de su orientación sexual y antes de que se trasforme en un infierno, juntaron unos mangos y se mudaron para estos pagos.  Todo marchaba bien, nadie sospechaba. Sin embargo, como él no participaba de ninguna salida junto con los compañeros, tampoco iba a boliches y obviamente no se le conocía ninguna novia. Todo esto motivo a que lo tratasen de “raro”. Nadie se había avivado y pasaron como cinco años ya desde su debut en primera, hasta esa noche fatídica. Urrutia había con su novio habían discutido porque él no quería dar a conocer su verdadera condición y Federico  le insistía para que lo haga. Comenzó la discusión, se pelaron feo y el entonces conocido como amigo se marchó de la casa. Urrutia también enojado se fue a uno de esos boliches gay como para “pasar” el rato y no pensar tanto en la ruptura reciente. En dicha discoteca pego onda con una persona de más o menos de 30 años  y todo parecía normal, solo por el pequeño detalle que esa hombre  no era ni más ni menos que Matías Cappezzera, uno de los más prestigiosos diseñadores de moda del país, los paparazzi sacaron la foto justa y el final es historia conocida.

Yo sinceramente pienso que estaba mucho más dolido por haber perdido a Federico que por el escándalo en sí. Lo entendía porque yo había perdido a mi primera esposa de esa manera, nos peleamos, me fui de juerga, me enganchó con otra y alpiste. Ahora el tema puntual pasaba por su carrera futbolística, él estaba empeñado en dejarla. Con mucha razón decía que lo “iban a destrozar” con los comentarios. Y si, el fútbol tiene ese “folclore” mal utilizado en algunas ocasiones, de la chicana o burla a la bardeada y descalificación hay una muy delgada línea. Kolle nos contaba que él ya se había comunicado con los demás jugadores y que todos los bancaban. Yo le dije que tenía que salir a jugar igual, que la hinchada lo iba a aguantar porque era un jugador del club, le di ejemplos de homosexuales que triunfaron y que eran ídolos de muchos, como Freddy Mercury. A veces soy medio boludo como para dar consejos, lo sé. Cuestión que no quería saber nada y dijo que se iba a buscar un laburo y dejar el fútbol.

Habrá pasado cosa de un mes o dos de aquella charla. Y me llamo Kolle, me dijo que Urrutia volvía, que lo habían convencido entre todos los muchachos. Yo me alegré y no veía la hora de ir a verlo el sábado para bancarlo desde mi humilde puesto de periodista, escribí un sentido artículo en el diario el día anterior refiriéndome a la hombría de Urrutia, a su valerosidad.

Con el regreso de Urrutia había dos posibilidades en cuanto a su futuro: que ante la primera agresión verbal de los jugadores o hinchada rivales, se apichonara, o que se transformara en una bestia. Lamentablemente ocurrió lo primero. Urrutia entro a los 15 del segundo tiempo y una catarata de insultos se apodero de la parcialidad visitante. “Ole ole ole ole, puto, puto” comenzaron a cantar los animales. “Los de Palermo son todos putos” vociferaban del otro lado del alambrado. Los jugadores del otro equipo también, vos lo mirabas al cinco de ellos y, cada vez que pasaba por delante de Urrutia, se re cagaba de risa el muy hijo de puta. Cuestión que el pobre de Juan Manuel se sentía con todas las miradas encima y no toco una pelota. Dio todos pases mal, no corto ninguna jugada un desastre. Pasaron dos, tres, cinco, ocho partidos y lo mismo. Los hinchas te bancan hasta determinado punto, después ya la paciencia se les acaba, seas heterosexual, homosexual o marciano. Ya los mismo hinchas del Sportivo empezaban a putearlo “Dale puto hace algo” era una constante en la tribuna local. Si hay algo en lo que son buenos algunos hinchas son para armar una puteada de cancha. “Puto, ey puto, los únicos huevos que tenés vos son los que te golpean en la cola, maricón” fue el grito de un plateísta sesentón. Yo me sentía muy triste porque Juan Manuel Urrutia no se merecía este trato. La gota que rebalsó el vaso fue cuando los hinchas de Atlético Pompeya trajeron a la tribuna un pene de esos inflables, una poronga rosa de unos cinco metros, habían escrito con aerosol una dedicatoria hiriente: “Esta es para vos Juani”. La policía no sabía si cagarse de risa u ordenar que saquen eso de ahí. Juan Manuel Urrutia se derrumbó psicológicamente, no salió a jugar el segundo tiempo y ya no volvería a jugar en Sportivo Palermo.

Yo me quise contactar con él pero fue en vano. Urrutia desapareció, no atendía el teléfono, no estaba en la casa. No había rastros de él, yo temía lo peor porque ya había pasado como dos meses de ese último partido. Pero llegó una carta a la redacción dirigida hacia mi persona y que no traía destinatario. La abrí, comencé a leerla y era una misiva escrita por Urrutia. Me agradecía muy profundamente por haberlo bancado y aconsejado, me contaba que  ya no tenía el valor suficiente para quedarse acá y lucharla. Iba a empezar una nueva vida en Uruguay porque la situación no daba para más. Por un lado me sentí aliviado de tener noticias suyas, por el otro me apenaba que por algo así tuviera que irse lejos a reconstruir su vida. Una pena realmente.

Pasaron dos o tres años, yo me case de nuevo, tuve un hijo y ahora cubría los partidos de River y Banfield. Ya me había olvidado casi por completo de Urrutia, cuando mi siempre desubicado compañero Miguel me lo trajo de vuelta a la cabeza.

— ¿Te acordás de tu amigo el puto? —dijo Miguel con una sonrisa burlona.
— ¿Urrutia decís vos? —le dije con sorpresa
— Ajam, el mismo — siguió miguel— la está rompiendo en Uruguay, pero rompiendo mal, hasta están hablando de nacionalizarlo.
— ¡Me jodés! —exclamé levantándome de la silla
—No te jodo, la única cagada es que vos ya te casaste como para estar con él —dijo entre risas el insoportable de Miguel
— ¡Anda a cagar pelotudo! —le respondí

Empecé a averiguar un poco más acerca de lo que había pasado con Urrutia, y era correcto lo que me decía Miguel. Estaba jugando en  Piedras FC del otro lado del rio y estaba jugando como nunca, la descocía, según algunos artículos periodísticos. Fui a hablar con Manuel, el encargado de hacer futbol internacional en el diario y me comento que Urrutia era una mezcla exacta entre Giunta Y Marangoni. “Ese pibe es una maravilla te come el hígado mientras con un guante le deja la pelota al siete” me dijo. Tenía que verlo yo con mis propios ojos, sentía mucha alegría porque Juani había vuelto a jugar y encima bien, nunca se caracterizó por tener tantos huevos en la cancha y más después de que se diera a conocer su homosexualidad. Averigüe bien cuando jugaba el Piedras, aproveche el fin de semana largo, cargue al nene y a la bruja al Buquebus y partimos hacia allá. A mi mujer mucho no le gustaba que le diera bola al futbol cuando estábamos descansando, pero ella sabía que Urrutia era un viejo amigo al que no veía como hacía cinco años, y además conocía su historia de vida. “Anda pero volvé temprano porque quiero pasear por la rambla” fue su autorización.

Había sacado platea, como para poder entablar conversación con algún hincha. Llegue más o menos temprano y a mi lado se sentó un hombre de unos 60 años. Empecé a darle charla y me conto como fue todo. Urrutia había venido aprobarse a Piedras, un modesto club de la segunda división. Al principio fue bastante resistido por su condición de “puto”. Empezó desde el banco, y una vez que entro no salió más, era un león.

—Miré m’hijo —dijo el hombre— yo vengo de una familia de militares y los maricones no me gustan ni un poco, pero este botija tiene las mismas pelotas que Obdulio Varela, juega con el corazón y deja el alma en cada pelota.
— ¿O sea que no lo joden con el tema de su homosexualidad?  — inquirí
—Algunos rivales sí, pero como no logran molestarlo, abandonan —comentó el viejo mientras se prendía un cigarro— acá nadie lo va a joder mientras cumpla y eso que a mí no me gustan los putos.  Mire, gracias a él y los dos delanteros que tenemos, no solo ascendimos, sino que ahora estamos peleando para entrar a alguna que otra Copa.

Pensar que cuando jugaba en el Sportivo Palermo lo puteaban hasta los propios… bueno está bien, se había apichonado tanto que no tocaba una pelota. Acá decían que era un animal. Lo habían apodado el “Gladiador Romano” por su temperamento para ir al frente. Siniestramente se me ocurrieron una infinidad de rimas creativas que hubiesen hecho acá con “romano y mano”.  El partido ya había empezado; no sé porque pero Urrutia me parecía más alto. Mis ojos confirmaron lo que me habían dicho hace un rato. Era una bestia, se morfaba la cancha (no me malinterprete, viejo, no es con doble sentido). Estaba unos dos segundos adelantado con respecto al resto, se anticipaba en todas las jugadas. Marcaba como nadie y ordenaba al equipo como un director de orquesta. ¿Se acuerda que le dije que a Urrutia le faltaba una vuelta de rosca? Bueno, ahora tiene como dos o tres vueltas de roscas más. Grita, ordena, sale jugando, tira pases cruzados, un fuera de serie. Piedras había ganado  dos a cero y, si bien estaba como a cinco puntos de Peñarol en la cima de la tabla, se estaba clasificando a la Copa Mercosur.

Terminado el partido fui a esperarlo a Urrutia, nos dimos un tremendo abrazo. Nos contamos mutuamente todo lo que nos había pasado en este tiempo, le conté lo de mi hijo, lo de mi segunda esposa. Él me contó todo lo que había pasado, que sin el fútbol no podía vivir y que gracias a un contacto pudo venir a hacer una prueba acá, que había quedado y el resto era historia conocida. Hacía poquito había vuelto con Federico, Nos quedamos hablando como tres horas, mi esposa me cagaría a pedos después. Pero fue una amena charla y un gusto poder hacerla. Siempre me voy a acordar de esa charla.

—Así es Eduardo, de la vida tenés que aprender —dijo Urrutia
—Es increíble como cambiaste tu forma de jugar —le pregunte
—Y si hermano, aprendí algo que me va a servir siempre —reflexiono él.
— ¿Qué cosa? — Le pregunté
—A poner huevos, Eduardo —dijo sonriendo— a poner huevos en la cancha y en la vida, viejo.
— ¿O sea que te sacaste los que tenías golpeándote en la cola como dijo el plateísta? —respondí divertido.

Ambos nos cagamos de risa.


A. Schweinheim
Obra publicada, expediente Nº 510614, Dirección Nacional de Derechos de Autor.

El antiequipo de la semana

Arriba: Sebastián Sosa (Arquero, glotón de goles); Carlos Bianchi (Entrenador, antiguo, sin suerte); Christian Cellay (Burro, ciego); Matias Caruzzo (Patovica copado porque deja pasar a todo el mundo); Juan Antonio Pizzi (casi ex entrenador de San Lorenzo); Pablo Lunati (ex arbitro, hincha de River, garca, desempleado); Daniel Fava (Periodista, sacatecnico, gonca).
Abajo:  Américo Ruben Gallego (desempleado); Juan Manuel Llop (ex entrenador de Huracán, apretado por la barra, conformista); Julio Grondona (Garca); Leo Fariña (Impresentable)

Selección
El otrora muy buen arquero de Vélez, Sebastián Sosa esta con una racha hiper negativa, viene de comerse un gol boludo tras otro, la seguidilla comenzo con aquel gol que le hizo San Lorenzo gracias a que el sol lo encandilaba, sin embargo se esta comiendo goles de noche si poder echarle la culpa al sol. Carlos Bianchi, el entrenador con un pasado exitosisimo no le encuentra la vuelta al equipo, su equipo tiene menos defensas que un inmunosuprimido y en los últimos dos partidos le hicieron nueve goles para colmo de males sus jugadores se pelean mas que los panelistas de "El Show del Fútbol", para colmo de males ahora enfrenta a Corinthians, por ello va a poner a los suplentes en los próximos partidos del torneo local a pesar de que son suplentes nada va a ser peor que la dupla entre Christian Cellay y Matias Caruzzo, la dupla mas cómica de la Argentina luego del gordo Porcel y el negro Olmedo. Uno que comienza a tambalear es Juan Antonio Pizzi, perdio el rumbo con San Lorenzo y termino goleado por Racing, encima los rumores indican que en junio agarraría Falcioni la conducción técnica de San Lorenzo. Uno que paso engrosar la listas de desocupados fue Pablo Lunati, el arbitro a quien investiga la AFIP por una presunta evasión, le fue soltada la mano definitivamente desde la AFA y ya no dirigira más, esperemos que consiga laburo como panelista del programa de Fantino o en algún Talk Show como Lia Salgado. Favita viene volteando entrenadores, entre otras cosas, primero anticipo la slaida del tolo Gallego y ahora esta anunciando con bombos y platillos la de Pizzi, el torneo anterior había hecho lo mismo con la de Caruso Lombardi y antes lo había hecho con Cristian Díaz. Cambien acuso en el aire a Tapia de ir para atrás, no solo se cago sino que también le sacaron un celular que le habían dado por tirar esa bomba.

Ya hace casi una semana, Independiente empato contra Unión, lo que precipito la salida del "tolo" Gallego de Independiente dejándolo en esta selección de anti fútbol  el "tolo" no pudo quedarse al frente del barco  y ahora la nave la conduce el suicida de Brindisi. Otro técnico que dejo su puesto fue Juan Manuel Llop que  si bien había empezado a repuntar con Huracán no pudo contra Godoy Cruz por la Copa Argentina y fue apretado por la barra, para descomprimir decidió dar un paso al costado, así el técnico mas conformista del fútbol argentino tiene que buscarse nuevo club, una pena. El mafioso de don Julio Grondona cuando tiene que salir a hacer algo no lo hace y cuando no tiene que salir sale, resulta ser que el mandamás de la AFA se reunio con Brindisi y Marconi levantando todo tipo de suspicacias a pesar de que Cantero y Brindisi desmintieron la reunión. Por ultimo, el impresentable de Leo Fariña acaparó casi todos los programas, solo falto que pasen alguna grabación suya vendiendo humo en Paka Paka. A Fariña le gusta la cámara mas que a CAruso Lombardi.

Dinos como eres trabajando y te diremos que personaje fútbolero eres



Muchos de ustedes trabajan, algunos lo harán en una oficina, otros en un comercio, etc. Siempre tenemos un ámbito laboral con compañeros con los que nos llevamos mas o menos bien, algunos serán simpaticos otros unos rompebolas, otros medios garcas, etc.  Mezclamos eso con el fútbol y te traemos esto que titulamos "Dinos como eres trabajando y te diremos que personaje fútbolero eres".

El empleado Bielsa
Llega a las siete de la mañana cuando su horario habitual es el de las nueve. Se pone a repasar la agenda del día, generalmente nunca tiene trabajo atrasado. Estudia meticulosamente todas las tareas del día, se cronometra en algunas tareas, es meticuloso en todos los detalles. Suele participar de todos los simulacros que haga la empresa, desde un simulacro de incendio hasta un simulacro de resucitación de potus de helecho de oficina, en todos los casos se lleva material y los lee en el colectivo mientras va para su casa. Al momento de tomarse la hora de almuerzo ya conoce todos los tiempos, cuando tardará en bajar por ascensor y el promedio de gente que hay en le fila de la pizzería de la vuelta. Usa 15 minutos exactos para comer, unos 10 minutos para lavarse meticulosamente los dientes. Es capaz de realizar múltiples informes a la vez, desde un informe detallado de gastos, pasando por un informe de gestión técnico-administrativa del área hasta un informe de consumo eléctrico de la cafetera.  Los “viernes casuales” siempre viene con joggings.

El empleado Caruso Lombardi
Llega siempre con media hora de retraso, a veces de una hora o más, suele quedarse dormido, ni bien llega a la oficina lo primero que en la computadora es abrir Facebook, Twitter y cualquier red social para hacer tiempo.  Con su retraso suele dar las excusas más espectaculares, siempre le echa la culpa al tránsito, a piquetes inexistentes o que el bondi no le paro. Por más que viva a tres cuadras del trabajo. Tiene en su escritorio una pila de trabajo acumulado que no hace porque suele echarle la culpa a otras áreas o gerencias de la empresa. “Todavía no pude hacer el informe porque me falta un memo de Contabilidad”, ese memorándum nunca lo pidió y es poco factible que lo haga. En las reuniones con los jefes suele vender humo a lo pavote proponiendo nuevos procedimientos inverosímiles del tipo de “como mejorar la productividad laboral cambiando la presión de agua de los dispensers de agua, ya que si sale poca agua la gente demora mas en llenar sus vasitos descartables”. En muchas oportunidades los jefes intentaron echarlo, pero este personaje ante dicha situación suele ponerse a llorar aduciendo que tiene que mantener a sus ocho hijos, cuando en realidad lo mas cercano a tener un hijo fue cuando tuvo un tamagochi allá lejos por 1996 cuando estaba en la primaria.. A la hora de la comida no suele salir porque nunca tiene un mango, además espera a que otro empelado baje la guardia para zarparle galletitas. Suele buscar empleos públicos.

El empleado Fantino
Suele ser telemarketer y se toma muy a pecho eso de la venta, no porque vaya a comisión, sino porque en sus venas corre el mercantilismo más recalcitrante. La mayoría de las personas que lo atienden suelen cortar y putearlos. Aquellos que tienen la mala suerte de prestales atención son sepultados por una catarata de palabras pomposas acerca de las bondades de un servicio pedorrisimo de llamadas de larga distancia o de una tarjeta de crédito que te rompe el culo con intereses. Esta persona es capaz de venderte cualquier cosa, desde un apoya vaso siliconado con motivos navideños  hasta un pisapapeles. Suelen ser vendedores de salón también, generalmente en alguna concesionaria de autos usados, se caracterizan por léxico de tono épico. No te vende un auto, te vende un móvil  para superficies adoquinadas o asfaltadas cuyo objetivo es finalizar con la lucha cotidiana de viajar en bondi. Este sujeto suele ir a trabajar como si fuese a ir a un boliche, usa ropa de marca de mediana gama, tipo “Siamo Fouri” (¿Cuál otra sino?) usa unos anteojos negros del tipo “ray ban” que fueron comprados en alguna feria tipo “la saladita”, los usa a pesar de que sea invierno y haya menos luz que en una caverna. Se peina con gel, a veces se hace un rodete. Él intenta peinarse a la moda aunque su cabeza este más cercana a parecerse a un nido de caranchos que a una cabeza humana. Siempre intenta levantarse compañeras de trabajo, generalmente nunca lo logra y siempre lo tildan de “homosexual reprimido” ya que siempre anda en compañía de otro empleado, rubiecito.

El empleado Campestrini
Para él, trabajar es una pérdida de tiempo y por ende busca que el tiempo transcurra lo más rápido posible. Llega al trabajo puntualmente, primero que nada ficha si tiene que fichar. Después comienza a saludar a todos los integrantes de la oficina, uno por uno. Les da un beso y le pregunta el lacónico: “¿Cómo estás?” esperando que alguno le dé charla, generalmente saludar a todos le lleva alrededor de 20 minutos. Luego comienza a “acomodarse”, se saca lentamente el saco o campera que lleva puesto (en invierno el tiempo se triplica), acomoda su mochila o portafolios lentamente, saca de adentro papeles que jamás utilizara. Acomoda la silla, abre los cajones sacando más papeles, acomoda el teclado y luego si prende la máquina.  Cuando realmente arranca a trabajar ya gano como una hora. Luego ante cada tarea encomendada va a preguntar en reiteradas oportunidades al jefe como tiene que encarar la tarea, no porque no lo sepa, sino porque de esta forma logra ganar más tiempo. A la hora del almuerzo suele pedirse la comida por teléfono con media hora de anticipación, y la deglute muy lentamente, el horario de almuerzo de una hora pasa a ser de casi una hora y media. También va al baño en muchas ocasiones, estas excursiones al “toillete” duran en promedio unos 15 minutos.

El empleado Barrientos
Se lleva mal con el resto de sus compañeros, de los cuales ya se fue a las manos con varios de ellos. Suele putearse con los otros miembros de la oficina porque según él tiene que trabajar más por culpa de los otros. Es violento y cada vez que la computadora se le tilda o se pone lenta comienza a pegarle desenfrenadamente. Ante cada error de tipeo putea o golpea el escritorio. Frecuenta el baño para ir a fumarse un “pucho” humeando casi todo el edificio. Algunos también son motoqueros taxistas o colectiveros. Estos últimos suelen no parar en las paradas por más que tengan lugar adentro del bondi, tampoco suele arrimar el colectivo al cordón de la vereda para que suban las personas mayores y es más suele acelerar y frenar de golpe para que las viejas se zamarreen dentro del colectivo.

El empleado Grondona
Es el típico empleado que te roba algo. A él le viene bien todo, desde ganchitos, clips, abrochadoras, taquitos de papel, agujereadoras, mousepad todo lo inimaginable. Al primer descuido ¡Zas! Ya se robó algo. Siempre manguea algo, yerba, azúcar, café, té… cualquier cosa y no porque no tenga, él tiene pero para no usar lo propio comienza a mendigar.  No suele ser muy adepto al trabajo, es más nunca trabajo pero su personalidad servil para con los jefes lo hacen como un imprescindible. Generalmente este tipo de empleados suele ascender rápidamente llegando prontamente a ser jefe o director dejando así el choreo de ganchitos, clips, abrochadoras, taquitos de papel, agujereadoras, mousepad, etc. Para pasar a robar con presupuestos, licitaciones, contabilidad maquillada, etc. 

El Puto. [Parte 1 de 2]


Historia extraña la de Juan Manuel Urrutia, un número cinco que hizo su carrera de menor a mayor. Ya hace como diez años que se retiró de la actividad profesional, sinceramente me acorde hoy porque hoy me cruce con su hermana en un shopping de capital y le pregunte por “Juani” (apodo injusto que le pusieron unos hijos de puta). Me contó que se casó con el amor de su vida hará cosa de un mes más o menos. Era obvio que se iba a casar con la pareja de toda su vida, lo decidió algo tarde, pero al fin veo que se puso los pantalones y puso el gancho en la libreta. Era hora, hermano, que formalizara. Me alegra mucho por él. Acá le paso a contar esta historia de vida.

Juan Manuel Urrutia  había venido a los 16 años de Chaco junto con un amigo para buscar suerte en la capital. Se fue a probar en todos lados como futbolista y en el único lugar en el que quedo fue en el Sportivo Palermo de la Primera B. Comenzó entrenando en la quinta división, un chico muy responsable. No vivía en la pensión del club porque compartía un departamento con su viejo amigo coterráneo, pero llegaba antes que los mismos chicos de la pensión a los entrenamientos.
Jugaba de cinco, era uno más entre tantos otros del ascenso, no descollaba habilidad pero tampoco era un burro. Como todos los volantes centrales si tenía que raspar, raspaba. Si tenía que trabar, trababa. Poseía un estilo medio raro, estaba lejos de ser un Américo Rubén Gallego o un Blas Armando Giunta, tampoco era un exquisito como Marangoni.  Pero tenía una gran visión de la cancha y sabía cortar bien el juego del rival… lo que se dice un jugador regular, cinco  o seis puntos, no más. Era un volante más de distribución que de marca. Pero le faltaba una vuelta de rosca, no sé cómo decirle, era como si no pusiera todo, iba al frente, eh, pero no con muchas ganas; más que ganas le diría que fuerzas o huevos. Esto le valió el apodo de “Pachorra”, seudónimo que se iba a olvidar fácilmente luego. Había debutado en un aburridísimo cero a cero contra Chacarita. Estuvo como un año entrando unos minutos, algún que otro partido estuvo de titular porque el cinco titular, el “Vasco” Navarrete, se iba expulsado bastante seguido, porque era un cabeza de tacho infernal, pegaba  a mansalva. Cuando lo vendieron a Navarrete a Deportivo Armenio, Urrutia se quedó con la titularidad. Como todo número cinco, tenía tarjetas rojas, pero ninguna de mala leche o porque haya pegado, la mayoría por foules técnicos, eh.  Solamente hubo una vez en la cual nos quedamos todos perplejos, Ignacio Torres, cinco de Riestra le había tocado la cola, pero sin querer no para hacerlo calentar sin embargo logro una reacción inesperada. Urrutia le pego un roscazo en la jeta que lo dejo sentado de culo. Fue roja y un par de fechas afuera, pero fue un hecho aislado.

Me tocó verlo seguido, porque yo estaba quemando mis primeros cartuchos en esto del periodismo y  a los nuevitos siempre nos mandan a las cancha del ascenso para hacernos hombres. Mi primer contacto con él; fue durante el final de un torneo, cuando le hice una nota de casualidad por el tema de la incentivación. Recuerdo que en la última fecha había un solo lugar para clasificarse al octogonal que se disputaban El Porvenir contra Arsenal de Sarandí. El Porve juagaba contra el Sportivo, que hacía rato ya no jugaba por nada. Usted se imaginara que empezaron a circular todo tipo de suspicacias. Todos decían que Arsenal le había puesto al Sportivo Palermo una parva de guita para que gane y ponga todo como para que el Porve no gane. Me acuerdo que estuve como cuatro horas esperando afuera del predio donde entrenaban los jugadores, a la salida ninguno quiso hablar, eran todos cuatro de copas y no me daban bola. El único que paro fue él, Juan Manuel Urrutia, un tipazo. Muy culto el muchacho. Me trato de mil maravillas con una educación y un respeto que no se encuentran en muchos jugadores. Me dio su punto de vista sobre el hecho puntual del supuesto incentivo, lo desestimo y dijo que siempre en situaciones similares todos comienzan a hablar del tema y me juro que nunca le ofrecieron un mango ni a él ni a sus compañeros. Lo cierto es que después El Porvenir gano tres a uno y se fueron al carajo todas las teorías conspirativas.

Urrutia era un tipo muy cálido y amable, un tipazo se diría. Nos veíamos bastante seguido y siempre me saludaba a la salida del entrenamiento. Además era un gran profesional, no andaba de joda por ahí como todos los demás, a las diez de la noche ya estaba en el departamento que compartía con su amigo, llegaba temprano a las practicas, no tenía quilombos con minas ¡Ni novia se le conocía a Juan! Cuantos matungos hoy en día se agrandan a pesar de ser suplentes en equipos que están en el fondo de la tabla de divisiones del ascenso, viven de farra y le dan a cada gato que mamita querida ¿Cuántos? ¡La mayoría hermano! La verdad que era un pan de Dios el Juancito, aparte era un tipo leído que gustaba de la buena literatura. Además era muy atento porque siempre te daba agua los días de mucho calor o te ayudaba a sacarle algunas palabras a sus compañeros. Con el tiempo forjamos una amistad, no le digo que hayamos sido los mejores amigos pero hablábamos muy seguido.

Era un jugador más, hasta que un día exploto algo que jamás se me hubiese cruzado por la cabeza. En la redacción del diario donde trabajaba tuve una breve conversación con un compañero, yo no tome en serio nada de lo que me dijo Miguel, el periodista que se se sentaba en frente mío en la redacción, pero si tal vez lo hubiese escuchado podría haber aconsejado a Urrutia antes de que explote todo.

— ¿Vos sabias que Urrutia se la morfa, no? —comento Miguel en tono medio serio, medio en joda.
—Dejáte de joder, boludo, es un amigo aparte —le respondí al insoportable de Miguelito mientras volvía a prestarle atención a mi máquina de escribir.
—En serio pelotudo —apuro Miguelito— dicen que la semana pasada lo encontraron en un boliche gay de la mano con un flaco.
—Pero déjate de hinchar las bolas —le respondí incrédulo.
—No me creas —dijo en tono serio Miguel mientras se acomodaba una birome en la oreja— cuando te agaches en frente de él y te coja, ya vas a ver.

La verdad es que no le creí nada a Miguel, en primer lugar porque le gustaba hablar pavadas de todos y me parecía muy feo ensuciar a alguien de esa forma, entonces no le di pelota a esos comentarios. Habrán pasado como un mes, mes y pico desde que Miguel me dijo eso y lamentablemente se confirmó lo dicho por él. En el programa de chimentos que suelen pasar por la tarde habían “revelado” la sexualidad de uno de los diseñadores más importantes de ropa femenina de la Argentina,  Matías Cappezzera estaba de “novio” con un jugador de futbol: Juan Manuel Urrutia. La noticia se desparramo con la rapidez de una bomba de napalm. Claro, los medios andaban detrás de Cappezzera porque era un tipo conocido, un tipo del jet set. Urrutia era un pobre diablo desconocido ¿Quién iba a andar detrás de él? Nadie. La noticia me cayó muy mal sinceramente, ojo no me malinterprete, que cada uno haga de su culo un pito, todos somos libres. Pero esta noticia me tomo por asalto y me preocupaba Juan Manuel, por como lo iban a tratar de ahora en más los hinchas, los compañeros. Se le iba a hacer imposible volver a jugar. Lo iban a insultar y joder desde los cuatro costados de la cancha. Lo intente llamar por teléfono pero me daba ocupado, se ve que lo había descolgado por este tema. Me fui para la casa y había una guardia pretoriana de periodistas esperando para tener la exclusiva. 

Continuara... 

El Puto. [Parte 2 de 2]


Pasaron un par de días y no tenía noticias de Urrutia. Tampoco había ido a entrenar, hasta que me llamo al teléfono de la redacción, por suerte atendí yo. Juan Manuel quería encontrarse conmigo para hablar de lo que había acontecido y analizar su retiro anticipado del fútbol. Cuando me dijo eso último yo no lo podía creer, si bien no era un crack, era un jugador normal que iba a dejar todo por una boludez. Nos encontramos en el humilde chalet de Javier Kolle, el delantero de Sportivo Palermo que jugaba con él desde la quinta división. Mientras tomábamos unos mates me contaba su historia que pensé conocer. 
Efectivamente, él había emigrado desde su Chaco natal, pero no movido con el deseo de buscar un mejor futuro sino para poder expresar  el amor que tenía con Federico Sánchez, su amigo en aquel entonces. Se trasladaron a la capital porque allá ya comenzaban a sospechar de su orientación sexual y antes de que se trasforme en un infierno, juntaron unos mangos y se mudaron para estos pagos.  Todo marchaba bien, nadie sospechaba. Sin embargo, como él no participaba de ninguna salida junto con los compañeros, tampoco iba a boliches y obviamente no se le conocía ninguna novia. Todo esto motivo a que lo tratasen de “raro”. Nadie se había avivado y pasaron como cinco años ya desde su debut en primera, hasta esa noche fatídica. Urrutia había con su novio habían discutido porque él no quería dar a conocer su verdadera condición y Federico  le insistía para que lo haga. Comenzó la discusión, se pelaron feo y el entonces conocido como amigo se marchó de la casa. Urrutia también enojado se fue a uno de esos boliches gay como para “pasar” el rato y no pensar tanto en la ruptura reciente. En dicha discoteca pego onda con una persona de más o menos de 30 años  y todo parecía normal, solo por el pequeño detalle que esa hombre  no era ni más ni menos que Matías Cappezzera, uno de los más prestigiosos diseñadores de moda del país, los paparazzi sacaron la foto justa y el final es historia conocida.

Yo sinceramente pienso que estaba mucho más dolido por haber perdido a Federico que por el escándalo en sí. Lo entendía porque yo había perdido a mi primera esposa de esa manera, nos peleamos, me fui de juerga, me enganchó con otra y alpiste. Ahora el tema puntual pasaba por su carrera futbolística, él estaba empeñado en dejarla. Con mucha razón decía que lo “iban a destrozar” con los comentarios. Y si, el fútbol tiene ese “folclore” mal utilizado en algunas ocasiones, de la chicana o burla a la bardeada y descalificación hay una muy delgada línea. Kolle nos contaba que él ya se había comunicado con los demás jugadores y que todos los bancaban. Yo le dije que tenía que salir a jugar igual, que la hinchada lo iba a aguantar porque era un jugador del club, le di ejemplos de homosexuales que triunfaron y que eran ídolos de muchos, como Freddy Mercury. A veces soy medio boludo como para dar consejos, lo sé. Cuestión que no quería saber nada y dijo que se iba a buscar un laburo y dejar el fútbol.

Habrá pasado cosa de un mes o dos de aquella charla. Y me llamo Kolle, me dijo que Urrutia volvía, que lo habían convencido entre todos los muchachos. Yo me alegré y no veía la hora de ir a verlo el sábado para bancarlo desde mi humilde puesto de periodista, escribí un sentido artículo en el diario el día anterior refiriéndome a la hombría de Urrutia, a su valerosidad.

Con el regreso de Urrutia había dos posibilidades en cuanto a su futuro: que ante la primera agresión verbal de los jugadores o hinchada rivales, se apichonara, o que se transformara en una bestia. Lamentablemente ocurrió lo primero. Urrutia entro a los 15 del segundo tiempo y una catarata de insultos se apodero de la parcialidad visitante. “Ole ole ole ole, puto, puto” comenzaron a cantar los animales. “Los de Palermo son todos putos” vociferaban del otro lado del alambrado. Los jugadores del otro equipo también, vos lo mirabas al cinco de ellos y, cada vez que pasaba por delante de Urrutia, se re cagaba de risa el muy hijo de puta. Cuestión que el pobre de Juan Manuel se sentía con todas las miradas encima y no toco una pelota. Dio todos pases mal, no corto ninguna jugada un desastre. Pasaron dos, tres, cinco, ocho partidos y lo mismo. Los hinchas te bancan hasta determinado punto, después ya la paciencia se les acaba, seas heterosexual, homosexual o marciano. Ya los mismo hinchas del Sportivo empezaban a putearlo “Dale puto hace algo” era una constante en la tribuna local. Si hay algo en lo que son buenos algunos hinchas son para armar una puteada de cancha. “Puto, ey puto, los únicos huevos que tenés vos son los que te golpean en la cola, maricón” fue el grito de un plateísta sesentón. Yo me sentía muy triste porque Juan Manuel Urrutia no se merecía este trato. La gota que rebalsó el vaso fue cuando los hinchas de Atlético Pompeya trajeron a la tribuna un pene de esos inflables, una poronga rosa de unos cinco metros, habían escrito con aerosol una dedicatoria hiriente: “Esta es para vos Juani”. La policía no sabía si cagarse de risa u ordenar que saquen eso de ahí. Juan Manuel Urrutia se derrumbó psicológicamente, no salió a jugar el segundo tiempo y ya no volvería a jugar en Sportivo Palermo.

Yo me quise contactar con él pero fue en vano. Urrutia desapareció, no atendía el teléfono, no estaba en la casa. No había rastros de él, yo temía lo peor porque ya había pasado como dos meses de ese último partido. Pero llegó una carta a la redacción dirigida hacia mi persona y que no traía destinatario. La abrí, comencé a leerla y era una misiva escrita por Urrutia. Me agradecía muy profundamente por haberlo bancado y aconsejado, me contaba que  ya no tenía el valor suficiente para quedarse acá y lucharla. Iba a empezar una nueva vida en Uruguay porque la situación no daba para más. Por un lado me sentí aliviado de tener noticias suyas, por el otro me apenaba que por algo así tuviera que irse lejos a reconstruir su vida. Una pena realmente.

Pasaron dos o tres años, yo me case de nuevo, tuve un hijo y ahora cubría los partidos de River y Banfield. Ya me había olvidado casi por completo de Urrutia, cuando mi siempre desubicado compañero Miguel me lo trajo de vuelta a la cabeza.

— ¿Te acordás de tu amigo el puto? —dijo Miguel con una sonrisa burlona.
— ¿Urrutia decís vos? —le dije con sorpresa
— Ajam, el mismo — siguió miguel— la está rompiendo en Uruguay, pero rompiendo mal, hasta están hablando de nacionalizarlo.
— ¡Me jodés! —exclamé levantándome de la silla
—No te jodo, la única cagada es que vos ya te casaste como para estar con él —dijo entre risas el insoportable de Miguel
— ¡Anda a cagar pelotudo! —le respondí

Empecé a averiguar un poco más acerca de lo que había pasado con Urrutia, y era correcto lo que me decía Miguel. Estaba jugando en  Piedras FC del otro lado del rio y estaba jugando como nunca, la descocía, según algunos artículos periodísticos. Fui a hablar con Manuel, el encargado de hacer futbol internacional en el diario y me comento que Urrutia era una mezcla exacta entre Giunta Y Marangoni. “Ese pibe es una maravilla te come el hígado mientras con un guante le deja la pelota al siete” me dijo. Tenía que verlo yo con mis propios ojos, sentía mucha alegría porque Juani había vuelto a jugar y encima bien, nunca se caracterizó por tener tantos huevos en la cancha y más después de que se diera a conocer su homosexualidad. Averigüe bien cuando jugaba el Piedras, aproveche el fin de semana largo, cargue al nene y a la bruja al Buquebus y partimos hacia allá. A mi mujer mucho no le gustaba que le diera bola al futbol cuando estábamos descansando, pero ella sabía que Urrutia era un viejo amigo al que no veía como hacía cinco años, y además conocía su historia de vida. “Anda pero volvé temprano porque quiero pasear por la rambla” fue su autorización.

Había sacado platea, como para poder entablar conversación con algún hincha. Llegue más o menos temprano y a mi lado se sentó un hombre de unos 60 años. Empecé a darle charla y me conto como fue todo. Urrutia había venido aprobarse a Piedras, un modesto club de la segunda división. Al principio fue bastante resistido por su condición de “puto”. Empezó desde el banco, y una vez que entro no salió más, era un león.

—Miré m’hijo —dijo el hombre— yo vengo de una familia de militares y los maricones no me gustan ni un poco, pero este botija tiene las mismas pelotas que Obdulio Varela, juega con el corazón y deja el alma en cada pelota.
— ¿O sea que no lo joden con el tema de su homosexualidad?  — inquirí
—Algunos rivales sí, pero como no logran molestarlo, abandonan —comentó el viejo mientras se prendía un cigarro— acá nadie lo va a joder mientras cumpla y eso que a mí no me gustan los putos.  Mire, gracias a él y los dos delanteros que tenemos, no solo ascendimos, sino que ahora estamos peleando para entrar a alguna que otra Copa.

Pensar que cuando jugaba en el Sportivo Palermo lo puteaban hasta los propios… bueno está bien, se había apichonado tanto que no tocaba una pelota. Acá decían que era un animal. Lo habían apodado el “Gladiador Romano” por su temperamento para ir al frente. Siniestramente se me ocurrieron una infinidad de rimas creativas que hubiesen hecho acá con “romano y mano”.  El partido ya había empezado; no sé porque pero Urrutia me parecía más alto. Mis ojos confirmaron lo que me habían dicho hace un rato. Era una bestia, se morfaba la cancha (no me malinterprete, viejo, no es con doble sentido). Estaba unos dos segundos adelantado con respecto al resto, se anticipaba en todas las jugadas. Marcaba como nadie y ordenaba al equipo como un director de orquesta. ¿Se acuerda que le dije que a Urrutia le faltaba una vuelta de rosca? Bueno, ahora tiene como dos o tres vueltas de roscas más. Grita, ordena, sale jugando, tira pases cruzados, un fuera de serie. Piedras había ganado  dos a cero y, si bien estaba como a cinco puntos de Peñarol en la cima de la tabla, se estaba clasificando a la Copa Mercosur.

Terminado el partido fui a esperarlo a Urrutia, nos dimos un tremendo abrazo. Nos contamos mutuamente todo lo que nos había pasado en este tiempo, le conté lo de mi hijo, lo de mi segunda esposa. Él me contó todo lo que había pasado, que sin el fútbol no podía vivir y que gracias a un contacto pudo venir a hacer una prueba acá, que había quedado y el resto era historia conocida. Hacía poquito había vuelto con Federico, Nos quedamos hablando como tres horas, mi esposa me cagaría a pedos después. Pero fue una amena charla y un gusto poder hacerla. Siempre me voy a acordar de esa charla.

—Así es Eduardo, de la vida tenés que aprender —dijo Urrutia
—Es increíble como cambiaste tu forma de jugar —le pregunte
—Y si hermano, aprendí algo que me va a servir siempre —reflexiono él.
— ¿Qué cosa? — Le pregunté
—A poner huevos, Eduardo —dijo sonriendo— a poner huevos en la cancha y en la vida, viejo.
— ¿O sea que te sacaste los que tenías golpeándote en la cola como dijo el plateísta? —respondí divertido.

Ambos nos cagamos de risa.


Antonio Schweinheim

Mientras tanto Grondona y Lunati...


¿De qué te ponés contento?

 Yo la verdad es que no te entiendo Cacho, la verdad que no te entiendo. Ni a vos, ni a todos aquellos que van a una cancha. O a esos hincha...


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