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Historia extraña la de Juan Manuel Urrutia, un número cinco que hizo su carrera de menor a mayor. Ya hace como diez años que se retiró de la actividad profesional, sinceramente me acorde hoy porque hoy me cruce con su hermana en un shopping de capital y le pregunte por “Juani” (apodo injusto que le pusieron unos hijos de puta). Me contó que se casó con el amor de su vida hará cosa de un mes más o menos. Era obvio que se iba a casar con la pareja de toda su vida, lo decidió algo tarde, pero al fin veo que se puso los pantalones y puso el gancho en la libreta. Era hora, hermano, que formalizara. Me alegra mucho por él. Acá le paso a contar esta historia de vida.

Juan Manuel Urrutia  había venido a los 16 años de Chaco junto con un amigo para buscar suerte en la capital. Se fue a probar en todos lados como futbolista y en el único lugar en el que quedo fue en el Sportivo Palermo de la Primera B. Comenzó entrenando en la quinta división, un chico muy responsable. No vivía en la pensión del club porque compartía un departamento con su viejo amigo coterráneo, pero llegaba antes que los mismos chicos de la pensión a los entrenamientos.
Jugaba de cinco, era uno más entre tantos otros del ascenso, no descollaba habilidad pero tampoco era un burro. Como todos los volantes centrales si tenía que raspar, raspaba. Si tenía que trabar, trababa. Poseía un estilo medio raro, estaba lejos de ser un Américo Rubén Gallego o un Blas Armando Giunta, tampoco era un exquisito como Marangoni.  Pero tenía una gran visión de la cancha y sabía cortar bien el juego del rival… lo que se dice un jugador regular, cinco  o seis puntos, no más. Era un volante más de distribución que de marca. Pero le faltaba una vuelta de rosca, no sé cómo decirle, era como si no pusiera todo, iba al frente, eh, pero no con muchas ganas; más que ganas le diría que fuerzas o huevos. Esto le valió el apodo de “Pachorra”, seudónimo que se iba a olvidar fácilmente luego. Había debutado en un aburridísimo cero a cero contra Chacarita. Estuvo como un año entrando unos minutos, algún que otro partido estuvo de titular porque el cinco titular, el “Vasco” Navarrete, se iba expulsado bastante seguido, porque era un cabeza de tacho infernal, pegaba  a mansalva. Cuando lo vendieron a Navarrete a Deportivo Armenio, Urrutia se quedó con la titularidad. Como todo número cinco, tenía tarjetas rojas, pero ninguna de mala leche o porque haya pegado, la mayoría por foules técnicos, eh.  Solamente hubo una vez en la cual nos quedamos todos perplejos, Ignacio Torres, cinco de Riestra le había tocado la cola, pero sin querer no para hacerlo calentar sin embargo logro una reacción inesperada. Urrutia le pego un roscazo en la jeta que lo dejo sentado de culo. Fue roja y un par de fechas afuera, pero fue un hecho aislado.

Me tocó verlo seguido, porque yo estaba quemando mis primeros cartuchos en esto del periodismo y  a los nuevitos siempre nos mandan a las cancha del ascenso para hacernos hombres. Mi primer contacto con él; fue durante el final de un torneo, cuando le hice una nota de casualidad por el tema de la incentivación. Recuerdo que en la última fecha había un solo lugar para clasificarse al octogonal que se disputaban El Porvenir contra Arsenal de Sarandí. El Porve juagaba contra el Sportivo, que hacía rato ya no jugaba por nada. Usted se imaginara que empezaron a circular todo tipo de suspicacias. Todos decían que Arsenal le había puesto al Sportivo Palermo una parva de guita para que gane y ponga todo como para que el Porve no gane. Me acuerdo que estuve como cuatro horas esperando afuera del predio donde entrenaban los jugadores, a la salida ninguno quiso hablar, eran todos cuatro de copas y no me daban bola. El único que paro fue él, Juan Manuel Urrutia, un tipazo. Muy culto el muchacho. Me trato de mil maravillas con una educación y un respeto que no se encuentran en muchos jugadores. Me dio su punto de vista sobre el hecho puntual del supuesto incentivo, lo desestimo y dijo que siempre en situaciones similares todos comienzan a hablar del tema y me juro que nunca le ofrecieron un mango ni a él ni a sus compañeros. Lo cierto es que después El Porvenir gano tres a uno y se fueron al carajo todas las teorías conspirativas.

Urrutia era un tipo muy cálido y amable, un tipazo se diría. Nos veíamos bastante seguido y siempre me saludaba a la salida del entrenamiento. Además era un gran profesional, no andaba de joda por ahí como todos los demás, a las diez de la noche ya estaba en el departamento que compartía con su amigo, llegaba temprano a las practicas, no tenía quilombos con minas ¡Ni novia se le conocía a Juan! Cuantos matungos hoy en día se agrandan a pesar de ser suplentes en equipos que están en el fondo de la tabla de divisiones del ascenso, viven de farra y le dan a cada gato que mamita querida ¿Cuántos? ¡La mayoría hermano! La verdad que era un pan de Dios el Juancito, aparte era un tipo leído que gustaba de la buena literatura. Además era muy atento porque siempre te daba agua los días de mucho calor o te ayudaba a sacarle algunas palabras a sus compañeros. Con el tiempo forjamos una amistad, no le digo que hayamos sido los mejores amigos pero hablábamos muy seguido.

Era un jugador más, hasta que un día exploto algo que jamás se me hubiese cruzado por la cabeza. En la redacción del diario donde trabajaba tuve una breve conversación con un compañero, yo no tome en serio nada de lo que me dijo Miguel, el periodista que se se sentaba en frente mío en la redacción, pero si tal vez lo hubiese escuchado podría haber aconsejado a Urrutia antes de que explote todo.

— ¿Vos sabias que Urrutia se la morfa, no? —comento Miguel en tono medio serio, medio en joda.
—Dejáte de joder, boludo, es un amigo aparte —le respondí al insoportable de Miguelito mientras volvía a prestarle atención a mi máquina de escribir.
—En serio pelotudo —apuro Miguelito— dicen que la semana pasada lo encontraron en un boliche gay de la mano con un flaco.
—Pero déjate de hinchar las bolas —le respondí incrédulo.
—No me creas —dijo en tono serio Miguel mientras se acomodaba una birome en la oreja— cuando te agaches en frente de él y te coja, ya vas a ver.

La verdad es que no le creí nada a Miguel, en primer lugar porque le gustaba hablar pavadas de todos y me parecía muy feo ensuciar a alguien de esa forma, entonces no le di pelota a esos comentarios. Habrán pasado como un mes, mes y pico desde que Miguel me dijo eso y lamentablemente se confirmó lo dicho por él. En el programa de chimentos que suelen pasar por la tarde habían “revelado” la sexualidad de uno de los diseñadores más importantes de ropa femenina de la Argentina,  Matías Cappezzera estaba de “novio” con un jugador de futbol: Juan Manuel Urrutia. La noticia se desparramo con la rapidez de una bomba de napalm. Claro, los medios andaban detrás de Cappezzera porque era un tipo conocido, un tipo del jet set. Urrutia era un pobre diablo desconocido ¿Quién iba a andar detrás de él? Nadie. La noticia me cayó muy mal sinceramente, ojo no me malinterprete, que cada uno haga de su culo un pito, todos somos libres. Pero esta noticia me tomo por asalto y me preocupaba Juan Manuel, por como lo iban a tratar de ahora en más los hinchas, los compañeros. Se le iba a hacer imposible volver a jugar. Lo iban a insultar y joder desde los cuatro costados de la cancha. Lo intente llamar por teléfono pero me daba ocupado, se ve que lo había descolgado por este tema. Me fui para la casa y había una guardia pretoriana de periodistas esperando para tener la exclusiva. 

Continuara... 

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