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Vos me ves acá, todo engalanado. Todo lindo, cuidadito. Bien pituco y tocando casi el cielo. Dirás que estoy en lo mejor de mi vida. Si te guías por la imagen, estoy en la crema, nene. Pero mi corazón extraña. Esto es un lujo innecesario.  A veces lo bueno no es lujoso, lo bueno simplemente está en el corazón. Uno está bien cuando el cuore está contento. ¿De qué me sirve una tonelada de oro si no soy feliz?

Vos me ves acá rodeado de pitucos y eso me hace sentir solo. A veces el pibe del quinto me hace acordar a lo que fui, pero cuando viene la niñera y lo reta por jugar a la pelota en el living, me acuerdo donde estoy. Te puedo contar miles de cosas. Como el flaco del quinto la caga a la mujer con al del tercero. O como el encargado tiene un tongo con el electricista. Son muchos acá. Conozco todas sus historias, pero son historias tristes, vacías, sin alma. A mí me sacaron lo que más me gustaba en esta vida inmortal: el futbol y la risa de los pibes.

Hubo un tiempo donde fui feliz, muy feliz. No estaba tan cuidado y fifí como ahora. Todo lo contrario. Estaba sucio, abandonado, polvoriento y hasta había días que me usaban de tiradero de basura. Pero estaba contento, mi viejo. Era feliz. Venían los chicos, agarraban la bocha y le daban desde las dos de la tarde hasta que el sol se iba o hasta que las madres venían a buscarlos con el cinturón en la mano. Mamita querida, eso era la felicidad. Tardes enteras los pibes soñando ser Onega, ser Luis Artime o Sanfilippo o Angelillo. Todos sueños eran. Que hermoso es ver soñar a los chicos. Mucho más ver que esos sueños se hagan realidad ¿Sabes a quien vi nacer acá? Al MenchoMendizabal. Que jugador. Lo vi por primera vez a los 8 años.  Sabía que iba a ser un crack. Debutó en Boca y al poco tiempo se fue a Europa. Nunca más volvió al barrio, a este viejo barrio. No fue como Dominguez, que buen pibe por favor. Rustico pero con un corazón envidiable. Se ponía una gorrita y una capucha para que no lo reconocieran y se mandaba un picadito con los muchachos. El tipo jugaba en la Fiorentina, se llegaba a lesionar y lo mataban los tanos. Pero no le importaba, disfrutaba como cuando era pebete. Así le puedo contar sobre muchos jugadores más, muchos nacieron futbolísticamente en mis espaldas, hasta que me cambiaron hasta que me destruyeron construyendo. Qué buenos tiempos, hermano. La rompíamos todas las tardes.


Ahora estando así de cajetilla no me reconozco, y lo peor: no vivo la vida. El rrioba no tiene vida y eso que creció. El barrio se perdió, hermano, se perdió. No sabes cómo duele eso.Se fue todo con el viejo barrio. El viejo tano que refunfuñaba porque los pibes hacían bullicio a la hora de la siesta o el gallego que salía a barrer la pensión y me puteaba porque le llegaba hasta su vereda el polvo de mí ser. Las casas bajas se fueron yendo, una tras otra. Las reemplazaban por torres enormes, como si le quisiesen gritar algo a Dios. Hasta que me vieron a mí. Fue el final, aunque esto nunca termina porque seguramente algun día seré otra cosa. Vino un ejercito de ingenieros, arquitectos,  obreros y en un par de meses se hicieron una torre con toda la bola: piscina, gimnasio, hall, cochera, salón de no sé qué, y hasta baño con jacuzzi. Pensar que los chicos del barrio se ponían atrás de un arco y pishaban apuradamente mientras los amigos le gritaban de todo. Porque no había que perder tiempo, había que seguir jugando porque en cualquier meomento se iba el sol o aparecía la vieja para llevárselo de la oreja. Antes la única mentira que escuchaba por esas épocas, era que los pibes decían que habían hecho la tarea. Ahora en este lugar la mentira es vil, corrupta. Como la del tipo del octavo que dice que es empresario pero es un terrible mafioso.  Y también los chicos cambiaron, ahora están todos metidos con la compu o el celular. Los padres lo meten ocho horas en un montón de cursos inentendibles. Pobres pibes. Los atosigan.  Podría escribir un tango bien amargo y triste con todo esto, pero hasta los tangos desaparecieron. No sabes cómo extraño ser potrero hermano. Igualmente peor le fue al terrenito de acá a la vuelta: lo hicieron estación de servicio y hoy está abandonado. 


Toni Schweinheim
Obra Publicada, expediente Nº 510614. Dirección Nacional del Derecho de Autor


Por Toni.


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