Paramos un poco la pelota del humor.
Estas palabras que siguen no nos van a hacer menos ácidos o lights o blanditos.
Es de público conocimiento lo sucedido con el mariscal, con el enorme Roberto
Perfumo. Uno de los mejores zagueros de toda la historia del fútbol argentino,
si acaso no es el mejor de todos. Impasable en su época de jugador. Titular
indiscutido en cualquier “Selección argentina de todos los tiempos”. El viejo
futbolero ese que lo vio jugar sabe de lo que hablamos. Una bestia era Roberto
en la cancha, en el buen sentido de la
palabra. Imbatible. Un físico privilegiado. Huevos y garra a la hora de
defender las camisetas que le toco defender. Columna vertebral de ese Racing
campeón mundial. Pilar en la selección nacional. El mejor número dos del fútbol argentino tal como lo catalogo Juan
José Pizzuti.
Hoy por hoy es comentarista del Futbol
para Todos y muchas veces jodimos —y no nos vamos a hacer los boludos— con lo
“aburridos” de sus comentarios, tal vez porque nos acostumbramos a verlo “hablar”
en la cancha. De ordenar, de su potencia y presencia. Los más grandes sabrán de
haberlo visto. Los más chicos de haber oído sobre esta mítica leyenda viva.
Ahora solo resta esperar, queriendo
que Dios —si es que uno cree en él—, los médicos y el físico del Mariscal den
toda la pelea posible para que salga de esta, aunque de esto último no tenemos
ninguna duda.
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