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Muchos de ustedes trabajan, algunos lo harán en una oficina, otros en un comercio, etc. Siempre tenemos un ámbito laboral con compañeros con los que nos llevamos mas o menos bien, algunos serán simpáticos otros unos rompebolas, otros medios garcas, etc. Mezclamos eso con el fútbol y te traemos esto que titulamos "Dinos como eres trabajando y te diremos que personaje fútbolero eres". Esta es la segunda parte. 

El empleado Gago.
Es el empleado que vive de licencia por enfermedad. Si bien es un trabajador normal que siempre cumplió con sus habituales tareas, pero que en el último tiempo cayo en enfermo una cantidad considerable de tiempo.  Pueden ser de dos tipos: el hipocondriaco y el vivo. El vivo, al igual que el hipocondriaco, suelen ser oficinistas y cumplir sus tareas a la perfección pero en el último tiempo se avivo y pide licencia por enfermedad hasta por la aparición de un acné. El hipocondriaco en sí, suele alarmarse por todo y siempre posee un bidón de alcohol en gel. A la ART le saldría más barato cubrir a un marine en medio de Irak. En el último año se lo vio dos días, tiempo suficiente para que contrajera paperas, varicela, poliomielitis, ebola, gonorrea, escorbuto y hernia de disco. Suelen ser muy sensibles y ante la aparición de alguna tos es capaza de llamar al SAME o a Defensa civil para que lo internen en terapia intensiva por las dudas. Los jefes por temor a represalias legales no lo echan. Suele tener las lesiones más extrañas de la oficina y contraer enfermedades desconocidas por la ciencia occidental. A la hora de llamar por teléfono y avisar de que no concurrirá a su trabajo invoca estas enfermedades incomprobables como “Gripe Coreana”, “Tos del altiplano”, “El mal de Barijho”, “Göetzetesis”. El medico laboral ya ni siquiera se molesta en ir al domicilio de este sujeto puesto que son tantas las veces que tiene que ir por semana que a la empresa le sale más caro el combustible que darle la licencia por enfermedad. Cuando se reintegra al trabajo —si es que lo hace algún día— sus compañeros lo evitan. Por la simple razón de que están hartos de escuchar sus incursiones en el siempre molesto mundo de los análisis médicos. Comentarios del tipo “me hicieron un hisopado rectal y encontraron un flujo de un color verdoso” o el “La última vez me hicieron un cultivo de mocos y tuve que llenar un frasco de esos de mayonesa con mocos, tarde 15 días pero junte los 250 cc que me pidieron”, son habitués en estas personas. Sus periodos de licencia por enfermedad van de cinco por cada día trabajado.

El empleado Gustavo López.
Es el  clásico trabajador que no deja escuchar un solo comentario de otros colegas o del jefe. En las reuniones es el que siempre levanta la mano para preguntar alguna estupidez y así hacer perder el hilo del tema a todos los asistentes. Este individuo suele identificar desde lejos cuando una charla entre compañeros, para luego acercarse —siempre con un vaso en la mano, el cual puede contener café, té o simplemente agua— y cagar por completo la charla. Si el grupo de compañeros está hablando de fútbol, él les hablara de trabajo. Si en cambio la gente está hablando de trabajo, este esperpento comenzará a hablarles de fútbol u otro tema que nada tenga que ver con la charla inicial. El objetivo es claro: interrumpir. Este ser no conoce de límites ni de jerarquías. Puede interrumpir desde una charla informal entre dos cadetes, hasta la presentación de la memoria y Balance frente al presidente y todos los ejecutivos de la empresa. Pero no solo interrumpe charlas. Es el típico compañero que te caga cualquier tipo de levante. Si uno está frente a una apetecible compañera, casi en soledad, y la intención de uno es poder realizar un levante, este individuo se les pegoteara a ambos, hasta que cada uno se vaya por su lado.

El trabajador Guillermo Barros Schelotto.
 Es el empleado que protesto más que el MST y el Polo Obrero un 20 de diciembre. Su forma comunicacional con sus pares y para con su superiores, es el lloriqueo y la puteadita constante. Si el jefe le manda a hacer una tara fácil y sencilla, se queja. Si el jefe lo llena de trabajo, putea. Si el jefe le da el día libre, llora. Si trabaja en una oficina suele sentarse adelante, para putear a los que están atrás. Odia con todas sus vísceras a aquellos que están atrás. Si algún compañero llega tarde, se queja porque ese compañero tuvo más descanso. Suele tener un mal genio y es capaz de tirar por las escaleras al CEO de la compañía. Si es motoquero o taxista, putean a todo transeúnte que le pase cerca, si es un peatón, un automóvil, un camión o un Panzer alemán. Si es colectivero, es el típico chofer que empieza a protestar a los gritos que se corran para el fondo, cuando en el bondi no entra ni un pelo de Bastia.

El empleado Icardi.
Es el clásico compañero que piensa que ser compañero laboral implica tomar posesión de todos los bienes de la otra persona. Suele pasearse con una taza ajena por todos lados como si le fuese propia. Cuando otro compañero le reclama la propiedad de la taza, él solo esboza una sonrisa y se hace el boludo, luego deja la taza y va a buscar la de otro compañero. No tiene códigos de ningún tipo, si la empresa o fabrica esta con un alto índice de trabajo y mientras todos laburan a full, este sujeto permanecerá en su computadora, jugando al solitario o stalkeando a las parejas de compañeros en Facebook, no importa si son hombres o mujeres. La hora del almuerzo suele ser la más traumática. Cuando un compañero va a buscar su tupperware con comida que se trajo de la casa y no lo encuentra, automáticamente las miradas se posan sobre el “empleado Icardi”, quien lejos de disculparse dice con una amplia sonrisa: “Muy ricas che”, mientras se escarba los dientes. Si aún no lo golpearon es debido a su gran fortuna.

El empleado Cappa.
Es el empleado con peor suerte del mundo. A los pocos días de ser contratado la empresa quiebra, cambia de actividad o es azotada por un tifón. Casi siempre este estilo de trabajador es jefe o director al cual lo trajeron para mejorar su área. Lo presentan con estilo pomposo y como el salvador de dicha dirección. Ni bien asume el cargo afirma que va a cambiar el modelo administrativo, que no le importan los costos ni los resultados, solo le importa la eficiencia y la efectividad. Sin embargo a los pocos días su área es absorbida por otra o bien la empresa quiebra de manera abrupta y el termina despedido. Suele maltratar a los proveedores, sobre todo cuando falta mercadería y putearlos con que esconden las mercaderías.

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