Los futboleros
tenemos una pequeña particularidad: Atamos el destino de nuestro equipo a
pequeños ritos repetitivos y ridículos. También tenemos la tendencia de
repartir culpas a terceros, llamando "mufas" o "piedras" a
aquellas personas que están cerca nuestro en la cancha o en cualquier ámbito
donde estemos mirando el partido ¿Quién no ha hecho alguna cábala antes o
durante un partido? ¿Quién no le ha
echado la culpa de alguna derrota a ese amigo o conocido que después de mucho
tiempo volvió a la cancha y justo el equipo perdió? Yo tengo miles de cábalas
que contar y te puedo señalar a un sinfín de mufas que conozco. Usted que está
leyendo esto seguro que también. Yo he conocido cada cábala idiota y sin
sentido, pero bueno, para cada uno sus cábalas son sagradas. Hubo un caso,
justamente un jugador de fútbol que fue más allá de todo esto.
Esta es la
historia de Damián González o "el rengo" como le dicen ahora sus
amigos. González era un diez con mucha habilidad y mucho talento. Jugaba en un
equipo del nacional b. Debuto a los 19 años y andaba por los 25 años. Jugo
siempre en este equipo que sin descollar era un equipo más que respetable a
pesar de que no lograba ascender. A González le sobraban cualidades para jugar
en primera pero no porque prefería jugar en la b porque era altruista, sino
porque no llegaban ofertas por él. Recordemos que hace varios años atrás la b
no le importaba a nadie, sólo le importaba a los equipos que jugaban ahí. Desde
que bajo River y antes Rosario Central se le da un poquito más de pelota a este
torneo. Recordemos casos como el talentosísimo "garrafa" Sánchez que
desbordaba talento pero recién de grande tuvo la chance de jugar en primera.
También recuerde al "máquina" Giampietri, enorme jugador, que jugo
más en el ascenso que en primera. González parecía seguir sus mismos pasos.
González no
salía de noche, ya estaba casado y tenía un hijo, se entrenaba casi todo el
día, era un tipo más o menos instruido ya que había estudiado derecho pero
había dejado la carrera por la mitad por el fútbol. Parecía perfecto, solo
tenía un defecto, era demasiado
cabulero. Le daba pelota a todo, cuando me refiero a todo es a todo. Desde la
forma de atarse los botines, con que pie
entraba al campo de juego, cuántos sorbos de agua tomaba antes de empezar el
juego, etc, etc. Los días de partido iba a la cancha como dos horas antes,
hacia sus millones de cábalas. Eran muchas las situaciones bizarras sí se puede
decir. Es más fácil complacer todos los delirios de una estrella de rock que
los de un cabulero. Muchas fueron las situaciones raras, como por ejemplo, el
padre de Damián González tenía completamente prohibido estar en la cancha
porque según su hijo le traía mala suerte. Caso contrario al de su tía, a quién
traía casi obligada porque le traía suerte, la pobre vieja no entendía nada de
fútbol y cada vez que asistía a la platea comenzaba a tejer. También muchos
recuerdan cuando le pidió en persona al presidente del club que no trajeran al
marcador central Juan Ferreyra porque la suma de los números de su nacimiento
daba la suma de 13 y a él le causaba un mal augurio. Damián González era
demasiado cabulero, muchos de nosotros comenzamos a leer el diario de forma
invertida, comenzando por los chistes, González comenzaba a leer el diario de
forma invertida, pero siempre arrancando por el horóscopo.
Como buen
creyente de lo “místico” y de la suerte, Damián González siempre consultaba a
una bruja, Viviana era su nombre. Tanta era la obsesión de González por lo
paranormal que una vez convenció a todo
el cuerpo técnico para incorporar a dicha señora gritona e irritante al cuerpo
técnico. No hubo un gran cambio en lo que respecta a los resultados, El equipo
volvió a terminar en el octavo lugar como en el torneo anterior, terminado el
campeonato la comisión directiva decidió “rescindir” el contrato con la
hechicera, pero le pago todo el contrato y le dio una “propina” por si las
moscas. Algunas malas lenguas sostenían que esto de la bruja era un negocio que
se mandó González, que se puso de acuerdo con doña Viviana para repartirse la
plata del contrato, otros en cambio sostenían que González a pesar de ser un
buen jugador se estaba pasando de “pelotudo y cabulero”.
Damián González
era un gran jugador, mucha técnica mucho despliegue, pero esto de estar tan pendiente
de la suerte comenzó a transformarse en una complicación. Desde el periodismo
con cierto doble sentido lo apodaron el “mago”, por sus gambetas y su obsesión
con todo esto de la suerte.
Pero un día
concluyo su carrera de forma abrupta. Otra vez la bruja Viviana aparecía en
escena. Damián González iba una vez por
semana a ver a Viviana, para que está lo aconseje, lo “limpie” y lo prevenga de
malos espíritus. Era una sesión más, pero Viviana vio algo que no le gusto y
que la dejo perpleja.
—Veo algo malo,
muy malo. Vas a encarar una final y vas a sufrir una grave lesión que arruinara
tu carrera y que te acompañara el resto de tu vida, solo tú puedes evitar este
final— dijo con mucha gravedad la bruja Viviana.
Las brujas
tienen ese “misterio”. Algunas cosas las aciertan, de suerte o porque saben
demasiadas cosas de sus clientes. Damián González era futbolista, era muy obvio
que estaba expuesto a lesionarse. Encima jugaba en el Nacional B, la
probabilidad aumentaba. En definitiva, y para mí, solo para mi eh, la
“futurología” que hacen las brujas te aciertan la mitad medio de casualidad, y
la otra mitad te la sanatean. Las brujas son como el periodismo deportivo, 50%
chamuyo y 50% suerte.
La predicción de
doña Viviana retumbó durante semanas en la cabeza de Damián González. Y eso se
notó en el campo de juego, estaba como ido, con la cabeza en otro lado,
ensimismado. Hasta se olvidaba de hacer las cábalas antes del partido, algo
evidentemente andaba muy mal en la vida del “mago”. Todo el mundo lo noto y si
al cuarto partido no lo puteamos o silbamos fue porque era un crack y
seguramente estaba pasando por un mal momento personal o algo así. Damián le
tenía miedo a esa predicción nefasta y la única manera de “esquivar” ese
piedrazo del destino era retirarse del futbol, empezar otra cosa, porque esto
le futbol le había permitido vivir bien pero no hacer una diferencia. Damián
González se decidió, iba a abandonar el futbol e iba a continuar con la carrera
de derecho que había dejado sin terminar.
El anuncio del
retiro del “mago” González cayó como un balde de agua fría. Causo conmoción en
el club, todo el mundo hablaba de eso, bah todo el mundo no, solo los hinchas
del club, al periodismo le seguía importando poco la B Nacional. González había
escrito una carta que fue publicada en el boletín del club, en dicha carta el
“mago” decía las causas de su alejamiento del club, que había perdido las
ganas, que ya no se sentía a gusto con el futbol, que su nivel había bajado y prefería
estar en su casa disfrutando de su hijo. Nadie le creyó. Enseguida las tribunas
se transformaron en un chismoseó constante. Los tablones parecían una
peluquería o una feria llena de viejas
hablando de la salida abrupta y apresurada de González. Algunos más
“capitalistas” aseguraban que el “mago” hacia esto para quedarse libre y así la
próxima temporada iba a arreglar con un equipo de primera. Otros aseguraban que
a González le había dado positivo un control antidoping y que taparon todo y
por las dudas se retiraba. Otros más fantasiosos decían que Damián González
tenía un pacto con el diablo por todas las cábalas que hacía y que se le había
vencido ese pacto. Se escuchaba cada pavada que ni les cuento.
Lo cierto es que
Damián González se retiró del futbol y retomo su carrera de Abogacía en la
Universidad de Buenos Aires, había conseguido un trabajo en un estudio jurídico
de capital y de a poco iba rehaciendo su vida. A los dos años de retirado logro
recibirse de abogado y un par de años más tarde logro abrir su propio estudio
jurídico. A medida que pasaban los años el Dr. González iba ganando casos y
prestigio. Hasta que un buen día, tuvo un gran caso de impacto nacional. Al
empresario mas rico del país lo agarraron haciendo miles de estafas y los
apoderados se contactaron con González para que agarre el caso. La causa fue
elevada a juicio oral y público y el Dr. Damián tenía una gran final por
delante, no de futbol, pero si una jurídica. Si ganaba el caso era la gloria.
En su etapa de jugador al “mago” le habían hecho pocas notas, con este caso, le
hicieron miles, hasta el matutino más importante del país público su historia.
“La historia del 10 que cambio la pelota por las leyes” titulaba el artículo
sobre el ex jugador.
Todo parecía
marchar viento en popa, pero parece ser que la “mala suerte” había olido que
González había bajado la guardia con sus cábalas, de hecho ya no las hacía más,
y allí fue cuando ataco. En una de las tantas presentaciones en Tribunales, el
Dr. Damián González salía como siempre, pero ni bien piso el primer escalón
sintió un “pinchazo” en el talón, sufrio la rotura del talón de Aquiles se supo
después, pero eso no fue todo, al sucederle eso se cayo y rodo por las largas
escaleras del palacio, con consecuencias horribles, en la caída le había
estallado la cadera, estuvo tres meses internado. Mientras él estuvo internado
el juicio siguió, por desgracia el socio que tenía en el estudio jurídico
estaba de vacaciones, el expediente recayó en un abogado recién recibido que
trabajaba para él, y a veces los jóvenes profesionales en su afán por querer
hacerse un nombre, no solo no pregunta sino que se mandan miles de errores, el
juicio se perdió, el empresario fue condenado a 15 años, pero apelo a la
Cámara, obviamente recurriendo a otro estudio jurídico. Su bufete de abogados
se vino a pique, perdió todo, todo por “perder esa final”. La bruja después de
todo había acertado.
Hoy se lo puede
ver al “rengo” Damián, caminando o rengueando más bien con su bastón por los
pasillos de tribunales, llevando notas de baja importancia.
Antonio Schweinheim
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