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Volviendo al partido en sí, empatábamos en cero con un equipo que estaba último en la tabla, no dábamos dos pases seguidos y si no nos habían hecho un gol era porque el delantero de ellos era tan malo que hasta el “pelado” Alonso en duermevela le saco dos pelotas limpias al lateral. Pasaban los minutos y el partido se ponía cada vez peor y el sol pegaba más fuerte que nuestro “cinco” Monje. Yo estaba sin gorra y había tirado el boletín informativo del club como para hacerme un sombrero con papel de diario. Se me fritaba el cerebro y me dolían los ojos de ver a estos muertos. Cuando miro a un costado, veo a dos señores mayores que todavía conservaban un par de boletines informativos. Me acerco de a poco hacia ellos, eran dos viejos que puteaban todo y a todos.

— ¡Bien pelotudo! ¡¡¡La concha de tu madre!!!— grito uno ante un pase de un jugador nuestro que tuvo como destinatario uno de los carteles publicitarios. — ¡Pero que podes esperar de estos hijos de puta!— vocifero el otro mientras agitaba su brazo derecho.
Sus puteadas eran un poco desmedidas, pero bueno eran hinchas que vivieron nuestra mejor época y ver ahora a esta jauría de perros morderse entre sí seguramente les daba bronca.

— ¿Maestro no me da una hoja del boletín para hacerme un gorrito de papel que me estoy asando?— me mande de una.

— ¡Como no pibe! Pero tenés que traerte gorra y colirio para los ojos para poder ver a estos rústicos de mierda— dijo uno de los ancianos risueño.

Mientras improvisaba un gorrito de papel pensaba que si bien nuestro equipo era muy deforme, tampoco era para putear de esa manera, después de todo los pobres jugadores no tenían la culpa. Pero también pensé que esta gente vio a la generación dorada del club, esa que hacía del futbol un arte/ espectáculo. Seguramente se sentían tristes y amargados por el presente del equipo y lo exteriorizaban de esa forma, porque la gente grande tiene pocos filtros y espetan lo que sienten y este equipo seguramente los aburría mucho.

—Pensar que antes si se jugaba bien ¿No?— le dije a uno de los viejecillos casi sin pensar.
—Si pibe, no te das una idea, acá con mi amigo Antonio llegamos a contabilizar una jugada con 40 pases con dos caños incluidos— comento el hombre mientras el otro asentía con la cabeza.

En muy pocos segundo reflexione de una manera terrible, pensé en lo lindo que hubiese sido vivir esa época, en todo lo que me hubiese divertido viendo a ese equipo. ¡Que hermosa época! Qué lindo pasatiempo habrá sido ver a ese equipo, casi como ir a un teatro o a un cine. Diversión y entretenimiento…

 — ¡Como se habrán entretenido y disfrutado con ese glorioso equipo!— dije.
—No pibe, nada que ver, esa época fue una mierda, un aburrimiento terrible— me dijo el otro anciano y yo me quede con los ojos abiertos sin poder decir nada, no le encontraba ningún tipo de sentido que me dijera eso del equipo más glorioso de nuestra institución, el viejo intuyo lo que pensaba.
—Claro nene, vos venías a la cancha sabiendo que ibas a ganar o que iban a jugar bien—intentaba explicar don Antonio— venías, te sentabas, veías a los tipos vapulear al rival, te levantabas y te ibas. Para cosas así me pagaba la entrada a un cine o a un teatro y me evitaba el sol o la lluvia. Para mí, es mucho mejor el equipo que tenemos ahora—

Yo estaba estupefacto, hace tres minutos el viejo era una catarata de insultos a los pobres jugadores y ahora de golpe son mejores estos pelagatos que están estancados en la Primera B que el súper equipo que teníamos en los años dorados que lograron un sub campeonato.

—La verdad que no lo comprendo, maestro…— dije medio con bronca.
—Yo te explico pibe, antes venias veías el fulbito de los jugadores, aplaudías los caños, te ponías contento un par de horas por la victoria, llegabas a tu casa y al cabo de un rato ya te olvidabas— explicaba el vitalicio— ahora venís, ves a esta sarta de boludos  haciendo papelones y los puteas, los insultas de arriba a abajo durante casi las dos horas que dura el partido y te descargas, te sentís más liviano, te purifica el alma cagar a puteadas a estos pelotudos, te olvidas que tenes una hija que se acostó con medio barrio, te olvidas que tu hijo te usa de niñero con la excusa de que cuides a tus nietos, te olvidas de que tu jubilación es una mierda. Putear a estos fracasados te hacen sentir menos miserable porque los errores de estos muertos en la cancha siempre son más graves que los que uno cometió en la vida… todo eso te libera— dijo alegremente el viejo

Iba a contestarle algo, pero justo el “gallego” Ángel se comió un gol boludo.

Antonio Schweinheim

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