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El antiequipo de la semana.

 


Arriba: Edwind Cardona (Casi ex jugador de Racing, casi ex jugador, partuzero, irresponsable); Jorge Brito (Presidente de River, puteado, abucheado y silbado); Patronato (Club que descendió la semana pasada).

Abajo: Aldosivi (Club que descendió la semana pasada); Periodismo deportivo (Exportadores de humo, lobbystas, invente Román, invente); Independiente (Club que colecciona inhibiciones y embargos).

Selección.

Otra vez Edwin Cardona en el centro de la polémica… cuando no querido Edwin. Esta vez el futbolista manejo con 1.8 de alcohol en sangre. Menos mal que no le tomaron el colesterol, en fin. La noticia trascendió en todos lados la semana pasada y Gago se tomó su tiempo para castigarlo: otra vez OUT de los concentrados. Es más que probable que tampoco concentre en los últimos dos partidos de Racing en el presente torneo. No es ninguna novedad lo de Cardona, tiene más fiestas encima que salón de pueblo.  Desde su llegada a Racing hizo lo mismo que en Boca: derrapar, derrapar y derrapar. De Futbol poco y nada. Ya va por la sanción número 750, más o menos, y nada parece cambiar el rumbo que no seguiría en Racing. Es un crack, pero le chupa un huevo, bah solo chupa últimamente.

Cruzando la vereda nos encontramos con Independiente ¿Adivinen qué? Si pensaron en un problema económico, dieron en el clavo. Al Rojo le cayó otra inhibición. ¿Y ahora qué paso, lpm? La FIFA falló a favor del Defensor Sporting por el pase de Carlos Benavidez por unos 171 mil dólares. Otra bombita económica que dejó don Hugo. Es la segunda inhibición que sufre el Rojo en lo que va del año, además de lloverle cartas documentos y embargos hasta de la AFIP. La cosa es que si no levanta las inhibiciones no va a poder incorporar jugadores… Bueno con la malaria económica que tiene el Rojo, mucho no iba a poder a incorporar, así que bueno. Doman en dos semanas ya tiene más muertos que levantar que coche fúnebre.

Hace menos de 15 días Jorge Brito había dicho que esperaba que él no fuese el presidente al que se le vaya Gallardo… Un visionario eh. Gallardo decidió no renovar contrato e irse a fin de año, cosa que era probable y que paso. El hincha de River se la agarró con Brito y lo están puteando todos los hinchas del millonario, de 3 a 99 años. En este momento todo el periodismo está especulando, tirando humo, algunos tirando papel picado. Muchos hinchas sostienen que el proyecto deportivo de Brito no le cerraba a Gallardo y por eso se iba a la mierda. Desde que asumió, River solo gano el Trofeo de Campeones de la Liga Profesional de Fútbol contra Colón. Después fue patinada tras patinada. Está bien, el equipo lo paraba Gallardo y los jugadores ponían lo suyo en el campo de juego. Pero lo político y lo deportivo siempre van de la mano, además Gallardo es impoluto por todo lo que gano en River. Por ende, todo recae en Brito, como le cayeron todos los insultos y silbidos en el monumental.

Estamos en el siglo de oro de la venta de humo del periodismo deportivo. Cuando todos pensábamos que iba a tratarse del Mundial que se avecina, Gallardo tiro un centro alejándose de River y ahí empezó el denso y espeso humo que comenzó a salir de los televisores. Primero arrancaron las teorías conspiranoicas del porqué se fue el Muñeco, luego empezaron a compararlo con Bianchi, Labruna, Ramón Díaz, Guardiola, etc. Después de esa etapa vino la etapa “reemplazo” y es ahí que al mejor estilo Riquelme empezaron a inventar: Gareca, Demichelis, Bielsa, Aimar, Ponzio/Pinola, Ramón Díaz, Mascherano, Harry Potter, el cacique Medina, el mismo Francescoli, Medina Bello, Deamon Targaryen, Holan, Almeyda… Cuando Atilio Costa Febre dijo que ya estaba todo encaminado para que sea Martin Demichelis, con Pinola y Lux como ayudantes, la mayoría del periodismo salió a matar al entrenador del Bayern Múnich II: que no tiene experiencia, que no se sabe nada, que está en la cuarta categoría de la liga alemana, que el fútbol alemán es otra cosa al argentino… hermoso, señores, hermoso. Estamos viviendo la mejor época del humo periodístico. Eso sí, abran una ventana por el monóxido de carbono. 

Se confirmó nomas que hay descensos este torneo y el próximo. Así que bueno, ponemos a Aldosivi y Patronato. Primero vamos con el Tiburón, que arrancó una cuesta abajo este torneo realmente increíble. Hubo un desfile de entrenadores y allá muy lejos en el tiempo quedó la buena campaña que hicieron con Palermo, desde que se les fue arranco la debacle. Un descenso que ya parecía previsible en cuanto a números y ánimo del equipo. En el medio al presidente se le saltó la chaveta, le echó la culpa del descenso a Gago y a Palermo, además de tratar de cagón a Silva. Lo que se viene el próximo torneo en el Nacional B es que vuelve a enfrentarse con Alvarado en el clásico prohibido que viene evitándose desde 1997. Lindo para filmar un capítulo de House of Dragons en ese encuentro. Por otro lado, lo tenemos a Patronato, que si bien hizo un gran torneo con 37 puntos, sus torneos pasados lo condenan. La realidad es que si hubiesen existido descensos en torneos anteriores, se hubiese ido en la Liga Profesional 2021 junto con Sarmiento, que este si mantuvo constante su levantada.

NOTA: Mucho se habló esta semana del fútbol femenino, no solo por los dichos de Verón o por el trágico accidente que hubo en Argentino de Merlo, más la manifestación en frente del Congreso. ¿A quién poníamos en el Antiequipo? Desde la AFA, la LPF, los distintos clubes, periodistas, dirigentes, etc, etc. no entraban todos. Así que como ya opinamos mucho al respecto, tampoco pretendemos editorializar, solo vamos a decir que por fin se puso en agenda pública al futbol femenino y que se está hablando de una profesionalización en todas las categorías. Falta mucho todavía y la lucha recién empieza. 

Un ex ídolo.


Al Tanque Silvestre realmente lo quería, es más, aun hoy lo quiero. La hinchada, que no solo lo quería: lo amaban, lo idolatraban. Roberto Silvestre fue nuestro número 9 durante 3 años, tiempo suficiente para amarlo. Durante esos años se cansó de hacer goles. Hizo tantos que hasta salimos campeones por primera vez en 80 años. La última vez que habíamos podido levantar una copa fue en 1925, de esa época no quedaba ningún testigo vivo.

La cifra redonda [de Héctor Libertella]

A Jorge Barale
A Víctor Hugo Morales
"Detrás de un uruguayo no hay nada: 
ni un oriental, ni dos orientales, ni treinta y tres orientales."
Juan Carlos Onetti



Cuando Uruguay participó en el Mundial de 1970, en México, era la época de furor por el atletismo y los planes de pizarrón. Las máquinas europeas seña­laban con el dedo el camino del mundo y Sudamérica se había metido en el callejón de la melancolía, del que ya no se sale porque no se quiere salir, ¿quién querría salir de esa súbita, inmóvil sabiduría que da la senilidad precoz? Pues bien, los uruguayos perdían uno a cero con Suecia y jugaban al paso, indiferentes, lentamente con su vejez y sus panzas prominentes. Eran once caciques que se dedicaban con sus gambetas a mantener en pie el misterio del Río de la Plata. Cuando les hicieron el gol volvieron caminando y conversando al centro de la cancha, mientras en la tribuna cien mil fanáticos latinos silbaban de rabia y tal vez de miedo por su propio des­tino. Obviamente, el equipo sueco era una banda de atletas ciegos que buscaba resultado, y parecía bien claro que la realidad del partido estaba jugándose en otro lado, tal vez en la caverna de Platón: el estilo con­tra el gol y la victoria psicológica contra el puntaje (los uruguayos demoraron con sus mañas y no hicieron un solo tiro al arco; cuarenta años de imperio en ese hábito).
Yo ya venía altamente alucinado con ellos. ¿Có­mo imaginar a un equipo que sólo concebía la prístina redondez del cero a cero? Esa política zen en busca de la más extrema transparencia, esa utopía de una cifra que no dice nada para nadie a los uruguayos ya les ha­bía dado, sin embargo, dos Copas de! Mundo y una presencia de terror y amenaza permanente para los se­midioses europeos. Era el año '70, cifra también redon­da. Uruguay había ganado los campeonatos del '3O y del '50, de manera que el '70 era una fija.

En los días previos a ese Mundial tuve que soportar muchas burlas. Sucede que algunas radios y dia­rios me habían preguntado cuál era mi equipo favorito y contesté, invariablemente: Uruguay (lo que reavivó entre mis amigos la sospecha de que, además de escri­tor, yo era un boludo). Hice algo peor, aposté todo mi dinero en una de esas suculentas "pollas" -por las du­das, aposté a placé. Y la lenta veteranía de Matosas más la poca cintura de Cubíllas colocaron a Uruguay en semifinales; entre los cuatro mejores equipos de1 mun­do... ¿En qué fondo de tabla de posiciones habrán quedado los robots suecos de aquel torneo? "¡El alma ganó!", me dije, y a continuación embolsé unos buenos pesos que todavía me duran gracias a esa demencial apuesta mía a la Historia.

Por aquellos tiempos me consideraba lo que se dice un jugador de casino bastante aceptable. Con una banda de amigos, en su mayoría matemáticos, estába­mos noche y día entre curvas de Gauss, procesos es­tocásticos y cálculo de probabilidades. Semanas y semanas sostenidos en pie junto a una mesa de ruleta en Necochea (siempre tenía que ser la misma mesa, para no perder las respuestas afectivas y los jadeos de ese cuerpo de madera, paño y tambor). La posibilidad de que el cero a cero lleve a un equipo a la cima de cual­quier torneo estaba, por supuesto, en nuestras conver­saciones. En ese loco laboratorio veíamos todos y cada uno de los partidos de esos años para que el cómo y el por qué del fútbol acompañaran, con su transpiración absurda, nuestros limpios cálculos y les dieran un cier­to halo de realidad -aunque fuera virtual-. Nunca ha­bíamos pisado una cancha (de hecho, hasta el día de hoy sólo fui dos veces a River para confirmar que la na­turaleza de un partido es arena entre los dedos). Sólo nos interesaba la santidad del juego. El jugador, el juga­dor de verdad, es un santo; si se quiere, un perverso que no busca ganar o perder, que jamás va a asumir esa vul­garidad. Con su política fantasmal del cero a cero los uruguayos se me hacían el ejemplo último de los santos perversos: el hueco, el "agujero" que se produce en un mundo lleno de resultados. En esa Copa de México ga­né: mucho dinero con ellos. Tampoco me interesó mu­cho ese dinero.

Han pasado años desde entonces. Los uruguayos no cambiaron su carácter. A veces pienso que, al revés, se fueron sofisticando: ahora tampoco les importa intervenir o no en un Campeonato Mundial. Como si, por contaminación numérica, el cero a cero los hubiera convertido en un sublime cero a la izquierda. La cifra perfecta, la bella utopía de un país que -como los maestros del Tíbet- practica La Nada.

Yo me paso los días en mi reposera, viendo partido tras partido por televisión y recibiendo a amigos que todavía se burlan de mis cálculos. Ellos vienen del tablón; yo, del tablero. Ellos me hablan de tal o cual jugada con observaciones prácticas, concretas, así como en la vida se ganaron su dinero con esfuerzo. Yo no. Yo puedo adivinar los misterios del fútbol uruguayo porque mi única garantía sigue siendo la plata dulce. Por eso conozco la magia de ese fútbol ganado sin esfuerzo.

Héctor Libertella
(1997, Héctor Libertella inedito; "Cuentos de Fútbol Argentino" Ed. Aguilar, Altea, Taurus, Alfaguara, S.A de Ediciones, 2011) 

¿De qué te ponés contento?

 Yo la verdad es que no te entiendo Cacho, la verdad que no te entiendo. Ni a vos, ni a todos aquellos que van a una cancha. O a esos hincha...


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