Al Tanque Silvestre realmente lo quería, es más, aun hoy lo quiero. La
hinchada, que no solo lo quería: lo amaban, lo idolatraban. Roberto Silvestre
fue nuestro número 9 durante 3 años, tiempo suficiente para amarlo. Durante
esos años se cansó de hacer goles. Hizo tantos que hasta salimos campeones por
primera vez en 80 años. La última vez que habíamos podido levantar una copa fue
en 1925, de esa época no quedaba ningún testigo vivo.
Recuerdo como si fuese ayer el campeonato del 2005. No solo lo viví como
hincha, sino como periodista partidario. Con dicho carnet podía acceder a todos
lados. Era amigo de varios jugadores, inclusive del Tanque Silvestre, un
verdadero tipazo. Para el campeonato del 2003, alternaba el banco de suplentes
con la titularidad. Algunos lo resistían y otros lo bancaban. Le costó
adaptarse, y eso mucho tuvo que ver con que no tenía acompañamiento arriba.
Pero bien, llegó el 2005, algunos de los refuerzos que trajo la Comisión
Directiva rindieron más de lo previsto y nos encontramos peleando el campeonato
con los grandes. 14 goles metió el Tanque. Una bestia. Nos metió a todos en su
bolsillo, por ejemplo, cuando metió tres pepas en el clásico: Se mandó un
golazo de fuera del área y en el festejo se sacó la camiseta para luego
revolearla a la tribuna. Lo amonestaron, obviamente, después del partido salió a
declarar y dijo que no le importaba la amarilla, que la casaca nos la regalo
porque el triunfo era nuestro, de la hinchada. Como ya dije antes: salimos
campeones y encima, dos fechas antes del cierre. No había pibe que no tuviera
la camiseta con la 9 en la espalda del Tanque. Que además de ser un jugadorazo
era un tipo querible: cuando salía de los entrenamientos o de jugar algún
partido, se pasaba horas firmando autógrafo, camisetas o sacándose fotos con
los hinchas.
La relación conmigo era única. Podía decirse que éramos amigos. Vino al
cumpleaños de mi hijo, yo fui a su casamiento. Cada tanto me invitaba a un
asado que hacía con otros jugadores. Teníamos una linda amistad. A la hora de
escribir mis crónicas siempre trataba de ser lo más objetivo posible, pero con
él no podía. Muchos me decían que lo agrandaba un montón. Pero la realidad es
que se agrandaba solito con todas esas hazañas. Ojo, yo escribía bien sobre él
desde que se había puesto nuestro manto sagrado y no hacia goles. Lo banqué y
eso no se lo olvidaba.
Después de ese torneo se vino la Libertadores, fuimos pasando a fuerza de
goles. Yo creo que, si Silvestre no hubiese jugado en nuestro equipo, todos los
partidos lo perdíamos. Si el rival no hacía tres goles, el Tanque metía cuatro.
Si el rival no metía goles, él hacia uno. Llegamos a semifinales. Algo
completamente impensado para un humilde equipo como el nuestro. Tuvimos la mala
suerte de cruzarnos en semis con el San Pablo, que a la postre fue el campeón.
Tenían un equipazo: todos pibes que terminaron de titulares en la Selección de
Brasil. Pero le costó ganarnos eh. Nos quedamos afuera por esa pelotudez del
gol visitante. Acá empatamos uno a uno y en Brasil cero a cero.
Goleador del torneo, de la Copa Libertadores. Esos éxitos nuestros y de
Silvestre nos decía que se avecinaba algo malo. Lo peor que le puede pasar a un
club con billetera chica: que otro club le compre a su ídolo. Porque para mí no
hay clubes grandes o clubes chicos, sino el tamaño de sus billeteras. Si un
club tiene guita, es grande, sino está condenado a ser chico. Y como la plata
siempre llama plata, son los de dinero lo que siempre ganan y están peleando
arriba. Nosotros siempre teníamos la billetera medio pelada, y otra vez los
clubes con mucha plata pusieron sus ojos en uno nuestro, esta vez, el Tanque
Silvestre. Que Boca, que River, que la Juventus, que la Fiorentina. Los hinchas
ya veían con un lagrimón como se nos iba a ir el tipo que nos dio una de las
mayores alegrías. Silvestre no se había ido, pero ya la hinchada irradiaba
tristeza.
El Tanque tenía 28 años. No era grande, pero tampoco un pibe. Y esta será
su oportunidad. Porque él no sabía si esto de ser romper redes a este nivel era
algo pasajero por una cuestión de suerte, o estuvo ayudado porque este era su
lugar en el mundo y estaba a gusto, o simplemente ahora tenía más experiencia y
le resultaba fácil meter goles. Irse a otro club con guita, era poder hacer una
diferencia que hasta ese momento no pudo hacerla.
Él amaba nuestro club y nosotros a él. Si se iba, esto iba a ser traumático.
Nadie como el hincha para sufrir. El Tanque lo sabía, y como en todo el club al
que más le tenía confianza era a mí, me pidió tomar un café. “Mira negro, yo me
tengo que ir, en Boca voy a cobrar casi el triple y en una de esas me sirve
para llegar a Europa”, me dijo mirando un punto fijo. Yo le respondí que no
tenga ningún tipo de duda en irse, pero que el hincha iba a sufrir, porque lo
veíamos como a un semidiós que vino a ponernos en el olimpo de los dioses. “Lo
sé, pero yo me tengo que ir, es una oportunidad única. Por eso te llame, yo sé
que a vos se te va a ocurrir algo para que el hincha no sufra. Si hay algo que
no quiero, es que los hinchas estén tristes”, me dijo y se fue. La verdad es
que quede muy angustiado con ese pedido. No se me ocurría absolutamente nada. Consulte
el tema a varios colegas, a otros jugadores, a varios hinchas… pero nada. Hasta
que un buen día se me ocurrió la solución.
Hasta ese momento todos amaban a Silvestre. Si se iba, el club iba a ser un
velorio. Porque el hincha no entiende que ellos son profesionales y que tienen
que crecer. Si uno ama a alguien, va a sufrir su partida, más allá que siempre esté
abierta la posibilidad del retorno. Pero esa tristeza va a estar ahí. Pero si
uno odia, no. El odio no te pone triste, todo lo contrario. Y ahí me dirigí yo,
muy a mi pesar. Con la oferta de Boca, muchos hinchas lloraron. Pero no hay
nada más cambiante que el sentimiento de un hincha. Siempre se dijo que hay una
muy delgada línea entre el amor y el odio. Esa línea es prácticamente invisible
en el hincha. Si hay algo que “beneficia”, así entre comillas, a nuestra
profesión, es que hoy por hoy ningún lector, o casi ninguno, se toma la
molestia de chequear la información. Vos decís algo y te lo creen.
“Roberto Silvestre quiere irse a Boca porque dice que este club es chico
para él”. Ese fue el titular que largue como si fuese una bomba, y que causo un
efecto similar. Los foros del equipo estallaron en seguida, algunos pedían la
cabeza de Silvestre, otros más cautos y prudentes decían que no hay que putear
a los ídolos y que se yo. Como en el boxeo: hay que pegar seguido. Yo pegué
seguido. “Silvestre: si no fue por mí, este club no ganaba nada”, fue un
titular muy alejado de lo que podía decir el Tanque en verdad. Así fueron
sucediéndose los titulares mentirosos, hoy le llaman “fake news”. Realmente era
imposible que un ídolo diga algo así, más él. Pero a la prensa le creen más que al mismo
implicado. Recuerdo que varios hinchas el día del partido desplegaron una
bandera que decía “$Ilv€str€”, algunos chiflaron su nombre cuando salió y otros
lo mataron con la indiferencia. Ese día jugó horrible, salió reemplazado y
abucheado. La cosa empeoró cuando a la salida el Tanque me vio y de un trompazo
me sentó en el suelo. ¡Para qué! Los hinchas se lo querían comer. Mis otros
colegas lo mataron desde todos los diarios y programas de TV preguntando si a
Boca le convenía traer un jugador golpeador y violento.
El pase a Boca se terminó cayendo y yo me sentí muy pero muy culpable, de hecho,
lo era. Entonces decidí salir a contar con lujo de detalle que todas esas
calumnias que había dicho era para que la gente no sufriese por la salida del
goleador. Ya no me importaba mi profesión, ni mi persona. Me mande una cagada
con alguien querido y debía arreglarla. Convoque a una conferencia de prensa.
Conté todo: porque había dicho esas sartas de mentiras. Nadie me creyó. Incluso
me acusaron de haber recibido guita de Silvestre para que salga a decir eso.
Hasta dijeron que recibí un sobre de la gente de Boca para lavar la imagen del
jugador y así poder comprarlo igual. Ya pasaron años, yo continúe con mi vida y
ahora soy periodista de un diario de gran tirada. En cuanto al Tanque, está jugando en la
segunda de Uruguay, ha hecho un par de goles importantes, dicen que la gente lo
quiere, pero yo creo que nunca será tan querido como lo fue para nosotros.
Toni Schweinheim
Obra Publicada, expediente Nº 510614. Dirección Nacional del Derecho de Autor
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