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Casi todos hemos tenido un gordo en el grupo de amigos de la infancia. Esta como estereotipado este personaje. Si se me permite decir, siempre es el más boludo del grupo, es poco agraciado para el fútbol pero siempre es el dueño de la pelota y, por tal motivo, sí o sí te lo tenés que fumar. Pero al final de cuentas es alguien útil porque en los picados nadie quiere ir al arco y el gordo con tal de jugar va al arco. Nosotros lo teníamos al gordo Martín. Buen pibe, pero un terrible pelotudo. Porque hay gordos que le sacan provecho a su masa corporal y no se dejan amedrentar así nomás, pero Martín lo que tenía de gordo lo tenía de boludo, pobre. Hasta el petiso Ezequiel lo tenía cagando al pobre gordo y eso que Ezequiel era una cagadita, de chico no medía más de un metro le puedo asegurar, flaco como un piolín. Imagínese que cuando jugábamos al chupi con las figuritas en el recreo, ese juego infantil en el que hay que dar vuelta la fichu con una mano, más que dar vuelta la figurita, esta lo deba vuelta a él. Hoy se perdió todo eso, los pibes ya no juegan a eso, están ya con sus celulares, hablando de cosas de la internet, de programas de adultos... como que se perdió la inocencia de juntar imágenes de tus ídolos. Estaba buena esa época, yo me acuerdo que lo tenía de ídolo a Zeoli, el arquero uruguayo de River. Era un asco atajando, pero a mí me gustaba, un día llegue a dibujarlo y se lo mande a la revista billiken ¡Puede  creer usted que la publicaron! Fue mi primer acercamiento a los medios, hoy soy periodista y todos los días tengo que lidiar con el ego de los deportistas. También me gustaba Vázquez, ese jugador también de River que tenía rulos. Yo también para buscarme ídolos soy mandado hacer, pero no me quiero ir por las ramas, estaba hablando del gordo Martín. Cómo nos abusábamos del pobre gordo en los recreos, siempre venía con pilones de figuritas porque los viejos eran de guita y mientras el gordo boludo las pasaba una a una, con ánimo de intercambiar las repetidas, venia uno corriendo y le estampaba la mano por debajo. Las fichus volaban por todas partes y nosotros como una bandada de buitres nos arrojábamos sobre las figuritas esparcidas por todo el patio escolar. El pobre gordo en lugar de juntarlas se iba corriendo llorando, te partía el alma Martín, pero al día siguiente volvía con más figuritas y la escena se repetía. Varios de nosotros completamos varios álbumes gracias a este vil saqueo.

En la hora de educación física el gordo te daba pena. Porque el profesor de gimnasia nos hacía correr por lo menos 15 minutos por clase. Martín a los 30 segundos ya jadeaba con la lengua afuera como esos perros gordos llenos de pliegues. Ni así lo dejábamos en paz, cada vez que nosotros me incluyo pasábamos por su lado le dábamos una cachetada sonora en la nuca. Porque el gordo además siempre se rapaba, parecía esas calabazas de Halloween. Encima traspiraba de a chorros, obviamente el golpe con la mano abierta se escuchaba como un aplauso. Éramos unos hijos de puta, pero los pibes suelen ser crueles. Lo que tenía el gordo era que nunca se rendía. A pesar de que no daba más, seguía corriendo, o más bien reptando.

Después hacíamos un fulbito en el patio y el gordo se ponía contento, a pesar de que nunca nadie lo elegía al pobre, en más de una oportunidad en todas, bah, se quedaba sin equipo porque nadie lo quería. No quédatelo vos o jugamos con uno menos, no importa eran los clásicos ruegos para que el gordo no entre en tu equipo. El profesor de gimnasia habituado a estos percances te encajaba al gordo ante las protestas del equipo designado, el gordo iba mansamente al arco mientras se secaba las lágrimas. Creo que perdíamos más tiempo en tratar de colarle al gordo en el otro equipo que jugando al futbol. Encima la palabra horrible le quedaba chica. Era malo, malo. No servía ni para hacer bulto el gordo y eso que era bastante corpulento. Como arquero no te sacaba una el hijo de puta. La única que sacaba era aquellas que adrede le chumbamos al cuerpo para hacerlo cagar. Pero el gordo nunca se daba por vencido, no sé si lo hacía de cabeza dura o de boludo que era.  Martín nunca se calentaba, una sola vez se peleó, fue con uno de la división A nosotros estábamos en el B, uno grandote que había repetido como un millón de veces. Lo había agarrado a Ezequiel y le estaba dando, nosotros no nos metimos porque nos iba a cagar a palos. Fue el gordo el que se metió, para sorpresa de todos. Lo agarro del pelo al del A y le puso una mano en la nariz que lo hizo sangrar como una fuente. Pero tuvo tanta mala suerte el gordo, que justo lo vio la señorita. Para qué. Lo agarro de la oreja al pobre y se lo llevo a la dirección. El gordo lloraba como un chancho a punto de ser degollado. Por una semana estuvo sin venir a clases, cuando volvió nos enteramos que lo habían llevado a la psicóloga, que el padre lo había cagado a cintazos. La cosa es que el gordo volvió más boludo que nunca y en cuestión de minutos perdió el mínimo respeto que se había ganado noqueando al grandote del A. Ahora no solo lo cargábamos con su gordura, también le decíamos que estaba loquito. A veces los pibes suelen ser muy hijos de puta entre ellos mismos. Hoy con los tiempos que corren si uno llega a hacer eso, lo acusan de hacer bullying o algo así. Pero el gordo nunca se nos despegaba, parecía un tanto masoquista.

Pero al gordo también lo jodiamos fuera del colegio, porque éramos todos pibes del barrio. Después del colegio nos íbamos a la canchita que quedaba a un par de cuadras del colegio a jugar a la pelota, y el único que tenía una pelota era el gordo, parecía una broma del destino. El gordo tenía que jugar porque era el dueño. Y era un suplicio verlo atajar, goles boludos por doquier. Y si lo mandábamos a jugar arriba era un estorbo. Por cada cagada que se mandaba, nosotros le dábamos un ñoqui en la cabeza, además de los insultos que siempre le propinábamos. Pero el gordo era insistente, no faltaba nunca. Era el primero en llegar a la canchita. A las cuatro de la tarde cuando se abría el portón verde, él ya estaba con la pelota bajo el brazo esperando con una sonrisa de oreja a oreja. Era tozudo. Había veces que la pinchábamos o la colgábamos y lo mandábamos al gordo a buscarla, pero como la vieja que vivía atrás de la cancha nos odiaba, lo sacaba a escobazos, mientras nosotros nos descostillábamos de risa. En más de una oportunidad la vieja esta fue a la casa del gordo a tirarle la bronca al padre y este después lo castigaba y no lo dejaba salir. Pero nosotros éramos caraduras porque íbamos a la casa del gordo a pedirle prestada la bocha y el gordo era tan bueno o boludo que nos la prestaba.  Pero no todo era fútbol, porque cuando llovía la canchita se convertía en un pantano y ahí era cuando el gordo nos invitaba a jugar a los videojuegos a su casa, como ya le había dicho, el padre tenía mucha plata y por eso Martín solía tener los últimos jueguitos en su casa. Pero el gordo también era horrible jugando al sega o a la play. Jugábamos cinco o seis horas, algunas veces toda la noche cuando nos quedábamos en su casa a dormir y el pobrecito solo jugaba un par de minutos ya que perdía o moría enseguida de tan malo que era. Un día de tanto jugar, la consola no resistió y se quemó, el padre casi lo lincha delante de nuestros ojos. Así pasamos nuestros años en la primaria, jodiendole la vida al gordo.

Cuando íbamos a empezar séptimo grado, nos enteramos que el gordo no iba a venir más al colegio. Pero no porque se había cansado de nuestro maltrato o algo por el estilo. La crisis en la Argentina todavía no había comenzado pero el viejo de Martín algo había olfateado y decidió llevarse a su familia a España, obviamente se llevaron al gordo con ellos, no volvimos a saber de él. Extrañábamos joder a alguien, pero superamos rápidamente su pérdida cuando nos la agarramos con Joaquín y su amaneramiento.

Hará cosa de dos o tres años que sentí nombrar que en el Barcelona debutaba un arquero argentino que había salido de la Masia: Martín García, entraba para atajar porque el titular Gerardo Malaquia había sido expulsado. Le soy sincero, no le había dado mucha pelota al nombre porque deben existir muchas personas con ese nombre. Yo recién empezaba a dar mis primeros pasos en el diario pero me mandaron a la sección del ascenso, y de fútbol del exterior no tenía la más pálida idea. Un día me encontré con Chicho, mi mejor amigo desde la primaria y me comento exultante que ese tal Martín García era el gordo ni más ni menos. Yo no lo podía creer, no daba crédito a lo que me había dicho Chicho porque la verdad siempre fue conmigo uno de los más jodones de la división, pero sin embargo empecé a seguir la carrera de este arquero. Estuve como tres meses buscando datos en Internet pero no aparecía ni una puta foto del arquero este. 

También ponía los partidos del Barcelona, pero nunca enfocaban el banco de suplentes. Hasta que un día en la semifinal de la Champions contra el Bayern Münich, el arquero titular del Barça se lesiono y salió a la cancha el tal Martín García. Era el gordo sí, o lo que había quedado de él. Estaba mucho más alto que en el colegio, estaba bien fibroso, lo único que conservaba de pibe era que seguía rapadosé, además tenía una firmeza en sus pasos que daba miedo. Esa noche se consagro, era su segundo partido en el equipo Los arqueros suelen debutar de grande pero en la serie de penales tapo dos y el Barcelona paso a la final. Qué grande el gordo.

No hace muchos meses lo volví a ver al gordo, me mandaron a España para cubrir un partido de tenis por la Copa Davis porque ahora cubro tenis, aproveche una tarde libre y me mande a la práctica del Barcelona. Justo lo enganche cuando salía. “¡Gordo! ¡Martín! le grite desde atrás de las vallas. El gordo ex gordo, bah me reconoció enseguida, se me acerco y me dijo: “¿Jorge? ¿Jorgito sos vos?, le juro que me emocione, asentí con la cabeza y me dice de nuevo Tómatela de acá, forro, pedazo de basura. Que hijo de puta, me sacó corriendo. Me empezó a decir todo tipo de cosas sobre nuestra infancia, que lo maltratábamos que esto que lo otro, la verdad, cómo cambia la gente cuando es famosa, la pucha. Se agrando el gordo.
T. Schweinheim
Obra publicada, expediente Nº 510614, Dirección Nacional de Derechos de Autor.

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