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La siguiente es una historia verídica, empírica y quizás jurídica. Porque son muchos los abogados que han iniciado demandas a hinchadas rivales por “daños morales”, cuando estos últimos hieren susceptibilidades sobre la poca gente que hay en las gradas del club. Ésto no fue siempre así y me propongo desmitificar este asunto de una buena vez.  Son muchos aquellos que se burlan injustamente del Club Social y Deportivo Crucecita. Equipo noble y humilde de Avellaneda. Los canticos rivales suelen aludir a la poca cantidad de hinchas de este club. Cómo si la poca cantidad de concurrentes a la cancha fuese motivo de burla y chácharas de todo tipo. Y si, lo es. Pero con este equipo son bastante injustos, créame. Son pocos hinchas,  pero no precisamente porque el conjunto tiene poca historia. No señor. La tiene. Y vaya que historia. Si la memoria no me juega una mala pasada, hasta me atrevería a decir que es el club más antiguo de la Argentina. Fue creado en 1812 por doña Aclaración Eustaquia Ermenegilda Ezcurra de los Trapiches Escalada de los Talleres. Esposa casta de don Mateo Justiniano Los Talleres, soldado de la revolución perteneciente a la siempre victoriosa escuadra de los Húsares de Pueyrredón.

Obviamente que durante aquella época el fútbol no existía. Pero el club fue concebido como una asociación dedicada a la caza, la pesca, el tejido crochet a ocho agujas y al juego de naipes conocido vulgarmente como "culo sucio". Actividades a las cuales se dedicaba doña Aclaración mientras intentaba matar el tiempo aguardando a que su marido regresare a casa quizás. En 1819 obtuvo el primer y destacado logro, cuando don Roberto Bajandowski, inmigrante polaco (por aquel entonces Polonia era la “provincia de Pomerania”), quién con suma fortuna  en una ronda eliminatoria de cincuenta y siete rondas no recibió el ancho de oro del mazo de naipes. Lo cual le valió consagrarse cómo el campeón de “culo sucio” en el torneo de las Provincias Unidas del Sud, Chuquisaca, la banda oriental y la Franja de Gaza, cuyos representantes habían sido invitados al torneo que se disputo en Santos Lugares del 8 de septiembre al 10 de septiembre.

Otro éxito de este bicentenario club, fue la intercontinental de “tejido crochet a ocho agujas” que gano en 1825. Deporte por demás extremo, en donde cuatro mujeres munidas de dos agujas cada una, deben coordinar las acciones de tejer desde un mismo ovillo, al unísono. La final la jugaban contra Prusia.  Las hermanas Rosetti Rosetto, cuatrillizas ellas. Dora, Juana, Ines y Gertrudis, sus nombres. Se enfrentaron a Helga von Dirkschneider, Andrea Möller, Gustava Radiofunken y Ottolina Von Herrschwitterbauerzehnspielsucht. Esta última también era la campeona vigente de strudel al disco de arado.

Estas dos estrellas siempre fueron llevadas con orgullo por sobre el escudo de la institución. El escudo es un rombo, en donde se observa un sol anaranjado naciente que representa al uno de oro, con un fondo violeta en honor al color del suéter ganador de las hermanas Rosetti Rosetto. En frente de dicho sol se observan ocho agujas de tejer cruzadas como firmes espadas. Se enarbola la figura de un ombú, ya que el club fue creado bajo la sombra de uno de ellos, mientras Aclaración Eustaquia Ermenegilda Ezcurra de los Trapiches Escalada de los Talleres tejía y jugaba a los naipes con sus amigas y empleados de la hacienda. Cabe destacar pues que el nombre completo del equipo está escrito en grandes letras rojas por sobre los bordes del escudo. Arriba lucen sus estrellas, creo haberlo dicho ya.

En 1884 se introduce el fútbol al Club Social y Deportivo Crucecita. El inglés de madre española, Thomas Jefferson González fue quien introdujo lo que se conocía por “football” en aquel entonces. El primer “match” oficial que juega Crucecita es frente al club Achuradores Unidos del frigorífico con el mismo nombre. Luego de ir perdiendo por siete tantos contra cero, el encuentro tuvo que suspenderse ya que uno de los matarifes que hacía de centrohalf en el equipo rival, despanzurro la única pelota que había en la cancha confundiéndolo, tal vez, con un armadillo o tatú carreta. Lo cierto es que en ese primer partido se batió el record de concurrencia a un partido de fútbol de parte de una sola hinchada. Quince personas alentaron sin cesar a Crucecita durante los ocho minutos que duró el partido. Los hombres estaban de riguroso traje y sombrero. Las mujeres con polleras largas armadas con miriñaque. El record permaneció inalterable por el enorme lapso de tres horas. Cuando Alumni metió veinte personas en el cotejo contra el equipo de Fileteadores de Tranvías. 
Con el correr de los años, Crucecita fue ganando en popularidad. Y aunque usted no me crea, supero en hinchas, socios y simpatizantes a Racing, Independiente y Arsenal, que aún no existía. Era la hinchada número uno de Avellaneda. Tenía más socios que el frigorífico la negra. Eso es todo un decir. Pero de un día para el otro se quedó sin hinchas. Desparecieron. Se esfumaron como los Mayas quizás, pero sin tanto halo apocalíptico. Y es aquí donde le voy a contar el porqué. 

(Continua)

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