“Un Guerrero llamado Claudio Yacob”

Por Alejandro Apo

Claudio Bieler, viejo lobo del gol, dispuesto a ajusticiar al juvenil e inexperto arquero Luis Ojeda, Bieler viejo verdugo de arqueros en la ejecución desde los doce pasos, sangre habrá de correr cuando Bieler de su ejecución maestra a esa pelota situada en ese punto frente a la humanidad del arquero rival. Los espíritus racinguistas se apiñan ya sobre sus corazones para entonar un grito profundo de gol, esta todo dicho, Racing Club empatara el partido y no será tan cruel el destino de su promedio. Pero aparece otro Claudio en escena, el viejo guerrero no cede ante la presión del goleador, el encargado de los penales es el Capitán, el líder de este equipo de guerreros, el guerrero de las mil batallas, Claudio Yacob empuña su lanza y le tira toda su chapa de capitán a Bieler, el gol será hecho por el Capitán o no será hecho, es una batalla este Racing- Argentinos, por eso el general Claudio Yacob subido a su corcel se hace cargo de la situación y decide que la máxima ejecución no es cosa de jugadores nuevos, el tiro de gracia lo debe hacer un general no un soldado, es el General Claudio Ariel Yacob quien debe hacer de verdugo sobre el ya casi vapuleado Luis Ojeda, quien parece ser una victima del destino, recién llegado para este torneo desde Unión de Santa Fe parecería que le toco el pero momento para debutar, negros nubarrones asechan sobre sus morenos cabellos los nubarrones del gol que prontamente hará Yacob y que el no podrá evitar. Acomoda estoicamente el balón, pone sus brazos en jarro, como aquel héroe que contempla sigilosamente el atardecer, como aquel guerrero que mira por sobre la colina el lento retozar de un dragón que yace dormido a la espera de secuestrar a su princesa encantada. Ese Dragón esta encarnado por Luis Ojeda, se quiere quedar con la princesa, la pelota, pero nuestro guerrero Claudio Yacob no lo permitirá. Toma carrera Claudio Yacob, el viento choca en su cara tal como lo haría en el casco de cualquier piloto de Formula 1. Yacob es como un lancero en la época medieval empuñando su lanza con bravura y valentía sobre su noble caballo, arremete va va va va y va… La toma Ojeda entre sus manos.