Con motivo de esta superfinal entre Boca y River. Decidimos
seleccionar a algunos ídolos de esos dos equipos del libro “No te vayas campeón”,
escrito por el Negro en el 2000 y que hoy conseguirlo es un lujo. Aquí van. Son relatos de Fontanarrosa extraídos de ese libro, que fue editado por Editoria Sudamericana.
HUGO ORLANDO GATTI
"Para mí, como espectador, la fiesta era Gatti. Ya
fuera en River, en Gimnasia, en Boca o en Unión. Daba lo mismo. Y no deja de ser
un detalle entendible, ya que es difícil que alguien esté a la espera de ver al
arquero rival cuando, habitualmente, los puntos de atracción pasan más que nada
por los jugadores de campo, los habilidosos de turno, los goleadores. Desgarbado,
flaco, anguloso, de poco peso, muy rápido, contrastaba con la imagen impuesta
de arqueros grandotes y pesados. Dominador del área, propenso a salir a cortar,
a anticiparse al juego, daba la impresión que se aburría sujeto entre los tres
palos e, incluso, en su área".
DANIEL ALBERTO PASSARELLA
"No muy alto pero fornido, comprimido, fuerte, se
levantaba hasta un punto en que los tapones de sus botines deberían quedar a un
metro veinte, un metro treinta del piso. Además, le pegaba a la pelota como un
animal, con una fuerza y una precisión notable, ya fuera de lleno, recto o de
chanfle. Había algo en Passarella. La determinación. La determinación
constituía algo así como un clima, una nube que lo rodeaba, una aureola que
transmitía claramente a propios y extraños, que había entrado a la cancha para
ganar. Era una tranquilidad para los argentinos saber que Passarella estaba
allá atrás”.
ENZO FRANCESCOLI
"Serio, talentoso, hábil e inteligente, Enzo iría
tejiendo sobre su figura una leyenda que lo instala en el Parnaso de los
ídolos. Lo hizo fundamentalmente con goles, sin ser un goleador de corte
clásico sino, más bien, un organizador, un enganche con mucha llegada. De
jugada, de cabeza, de tiro libre o de penal. Enzo asumía naturalmente su
importancia, se hacía cargo del equipo, afrontaba el compromiso de que el juego
pasara invariablemente por sus pies. Uno de los goles que más se recuerdan de
Enzo fue contra Polonia por la Copa de Verano en Mar del Plata. Fue tan
impresionante la chilena, tan plástico el movimiento del Enzo al pararla con el
pecho y luego darle en el aire con esa voltereta invertida, que todavía hoy se
nos dibuja una sonrisa admirativa cuando la recordamos”.
JUAN ROMÁN RIQUELME
"Quizás el últimos de los pisadores, una característica
hoy escasa pero que viene de mucho antes del Coco Rossi, el peruano Loayza,
Rojitas o Pipo Gorosito. Esa especialidad que hace que el jugador, más que
correr con la pelota, camine sobre ella, como algunos perritos amaestrados en
los circos. Lo primero que hace cuando recibe la pelota es ponerla bajo la
suela, para que no se escape, para que se calme. La trae, la amasa, la frena,
mientras que con el culo y los brazos mantiene alejado al marcador. Es un
infierno quitársela, aunque para el rival la pelota pareciera siempre
tentadoramente cerca. Pero si Riquelme se quedara sólo en eso, en el escamoteo
corto, correría el riesgo de convertir su juego en un malabarismo inútil.
Riquelme va más allá. La pide siempre, la busca y tiene una pegada fantástica.
DIEGO ARMANDO MARADONA
"La primera vez que lo vi fue cuando jugaba para
Argentinos, en el Parque Independencia. Hubo algo que me impresionó de él en
ese partido, además de su melena enrulada, y era que jugaba como lo haría un
veterano, o al menos eso me pareció aquella tarde. Anduvo por la mitad del
terreno, trotando, casi sobrando el partido, con una economía de movimientos
ayudada por su técnica que siempre le permitía dominar la pelota en un solo
tiempo. Y se cansó de meter pelotas largas, cambios de frente, con enorme
justeza y precisión. El encuentro de Maradona y Brindisi en Boca fue como el
encuentro de dos almas gemelas, de dos espíritus sensibles a quienes, en algún
momento, el destino habría de juntar en una comunión digna de ser cantada por
Armando Manzanero".
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