Slider[Style1]

Style2

Style3[OneLeft]

Style3[OneRight]

Style4

Style5

Sábados de Fontanarrosa. Hoy: "Un mozo"

Era inútil, el mozo tenía pinta de cana. Ya se lo habían dicho. Se lo habían dicho Tito, el Lulo, y un par de tipos más que estaban sentados aquella vez con el Lulo. Y no sería nada raro que fuera cana. Peinado para atrás, seco, callado, morocho. Le había pedido un Gancia con limón y un poco de bitter. El mozo no había dicho ni que no, ni que sí, ni que bueno, ni que enseguida. Limpió la mesa con ademán enérgico y circular y se fue. Al rato volvió y puso el vaso sobre la mesa con más fuerza que la recomendable. "Un plato de manices" aventuró entonces Luis. El mozo esta vez tampoco dijo ni sí ni no ni bueno ni enseguida. Se fue en silencio. A Luis le quedó primero una especie de malestar, después de la tonta duda que siempre lo asaltaba cuando no sabía si pedir maníes o manices. En definitiva, si el mozo era cana, qué mierda iba a saber cómo se decía correctamente. Y si fuera profesor de castellano no laburaría de mozo. No. Era al pedo. Debía ser cana. O tal vez era un pobre tipo que andaba jodido. Que le dolía un huevo. O la guita no le alcanzaba ni mierda. O le apretaba un zapato como la puta madre que lo reparió y en cada recorrida hasta la mesa relojeaba la hora en el reloj de Pepsi para saber cuánto le faltaba para sacarse los timbos, quedarse en calzoncillos, ponerse las hawaianas sentarse en el sillón del patio y mirar televisión, con el televisor corrido hasta la puerta de la pieza. Tal vez era eso. Pero no, casi seguro que era cana. Flor de cana. No sería nada raro. Nada raro. Un cana bien oreja en un café céntrico debía ser muy útil a la policía. Escucharía conversaciones fragmentadas, ficharía caras medias fuleras, anotaría los tipos que gastaban más de lo que aparentaban tener para gastar, sabría leer en los labios de los barbudos las consignas revolucionarias, batiría quiénes hablan de burros, de fútbol, de minas, de política, de chóreos. Pasaría el santo sobre las locas finas, las reventadas, los putastrones. Detectaría como al descuido quiénes tenían pinta de pichicateros, de morfinómanos, de tragasables. Al pedo. Era cana. Marcaría los chamuyos de política parándose junto a las mesas, haciéndose el sota, como si no pensara en nada o como si pensara en los timbos que va a tirar a la mierda apenas llegue a la casa. Porque por ahí es solamente eso, después de todo. Por ahí tiene un pendejo enfermo con diarrea estival. O es un tipo que entiende su profesión a su modo. Que no habla con el cliente. Que es una fría maquinaria de servicio, que atiende con la eficiencia de una secretaria sueca y nada más. Tal vez vio atender así en alguna comedia boluda inglesa, de ésas con médicos. Si es que va al cine. Nadie llevaría al cine a un pendejo con diarrea, menos a ver una comedia, para que se le cague de risa en medio de la función.. Aunque quién mierda se puede reír de esas comedias inglesas con médicos. Pero de un cana se puede esperar cualquier cosa.

Tal vez fuera un viejo mozo de una familia con hábitos prusianos. Incluso, pudo haber sido mozo de un general nazi durante la guerra. Un mozo que sabía que no debía hablar, ni tan siquiera pestañear, ni digamos respirar alteradamente, al dejar junto a la mesa de maniobras del general una copa con cognac, o un vino blanco del Rin de ésos que ni se ven dentro de la botella. Esas botellas largas, cogotudas, un poco polvorientas. Un mozo que sabía que ni siquiera debía escuchar por dónde atacarían los panzer de la Wenterschandertafer, ni por dónde se descolgarían los Stukas de Herr Von Swentuffschel, ni tan siquiera retener en sus narices el perfume delicadamente dulce, desmayadamente ingenuo de la adolescente pálida de ojos celestes que haría olvidar al general la ruptura del cerco sobre Bagstone. Bien podía ser que ese mismo general le hubiese hecho cortar la lengua a su mozo, y ahora no podía decir ni que sí, ni que no, ni que bueno, ni que enseguida, y menos que menos cierre la cuatro, y que tan sólo podía gorgotear gemidos animaloides y entrecortados al ver a su hijo totalmente cagado sobre la butaca catorce del cine donde perpetraban comedias inglesas con médicos. Pero era al pedo. El mozo era cana. ¿Por qué si no, ahora, hablaba por teléfono, dándole la espalda? Hablaba con la Jefatura. Pasaba el dato. Diría: "Escucha, Jou, el tipo está acá" y cortaría. Aunque eso sonaría mucho a serie yanqui. Más bien diría "Soy yo, vengan pronto, está acá". "Entretenélo" diría el otro mientras con un gesto inteligente de la cabeza alistaría a los suyos, que estarían desparramados sobre viejos sillones desvencijados, leyendo diarios roñosos de la tarde, o bien el Goles. "Vengan con tutti, tiene una máquina", prevendría el mozo que al servirle los maníes o bien manices habría relojeado rápido como una víbora la carterita de mano que descansaba sobre la carpeta, sobre la silla vacía, abajo. Su mirada rápida y profesional habría detectado un fierro, un 38 corto, cromado, ideal para la lucha en boliches cerrados. Pronto se escucharían las sirenas y aquello sería una masacre. Luis miró la hora. El mozo había dejado de hablar por teléfono. Charlaba ahora sonriente con otro mozo. Se hacía el sota el hijo de puta, nazi reventado. Lo llamó levantando el dedo. Tardó en venir, estaba tratando de retenerlo, seguramente. Podía intentar irse sin pagar, aunque ahí seguro que iba en cana como un boludo, nunca se había atrevido a esas cosas y seguro que lo agarraban y le rompían el culo a patadas. Después de todo, ¿para qué apurarse? ¿Quién le aseguraba a Luis que el mozo fuera cana? ¿Y si lo era, qué? ¿Qué carajo le importaba a Luis que ese tipo tuviera un hijo con diarrea estival? ¿Qué ley pelotuda impide que el hijo de un refugiado nazi, mudo para colmo, ande con diarrea estival? El mozo se acercó, tomó el ticket, y mirando para otro lado dijo "Tenés mil veinte". Pagó con mil cien. "¿No tenes veinte?" "No. Está bien así", aclaró Luis como molesto. Se fue. La puta, ochenta mangos de propina. Pero estaba bien. El silencio de un malvado tiene su precio.

Roberto Fontanarrosa
Extraído de "Los trenes matan a los autos". Ed. Planeta 2012


El puteado

Y allí estaba otra vez Leonardo Dietzi caminando la cancha a sus 35 años. Ordenaba a sus compañeros con gritos desaforados mientras con su brazo derecho iba señalando distintas áreas de la cancha. Esto provocaba la bronca de su propia hinchada ya que Dietzi era uno de los peores cinco que tenía el campeonato.  A su edad y con su ya notoria panza no podía parar ningún avance rival y mucho menos entregar un pase a destino. Pero él siempre era titular, de los 36 partidos que disputo su equipo en el campeonato, Dietzi había disputado 33, se había perdido dos por una suspensión, una llegada a destiempo al gringo Fanak, y uno por lesión. Hasta eso tenía de forro, nunca se lesionaba el hijo de puta.  El equipo estaba lleno de rústicos. Por ejemplo el “pichi” Sams, jugador horrible si los hay. Sams era un zaguero que reventaba todo lo que pasaba a su lado. Pelotas y piernas rivales eran una constante en su haber de revolear cosas. Te garantizaba un penal en contra por partido. A pesar de ello no era tan odiado como Leonardo Dietzi. También podemos contar al delantero de área del equipo, el “negro” Zocalotte, nombre que la hinchada deformo graciosamente al de “cachalote”, porque el negro era grandote y cada vez que caía en el área, ya sea por su torpeza propia o por un empujón, parecía un cachalote negro y gordo encallado en alguna costa apenas pudiendo respirar. En 36 partidos hizo siete goles, no es una mala marca pero si uno tiene en cuenta que fueron cinco de penal, la amnistía cae. Sin embargo Zocalotte no era tan resistido como Dietzi.

Para colmo de males, el equipo peleaba por el descenso y por ese mal andar de la economía que suele azotar a los clubes pequeños, la base de los jugadores estaba conformada por juveniles. Pero los pibes mucho no podían hacer. Para colmo de males los veteranos eran unos mamotretos barbaros, pero correctos en su forma de jugar. Salvo uno. Porque el culorroto de Dietzi era tribunero, cuando el equipo marcaba un gol, el veterano se paraba frente a la popular y agitaba los brazos como si el gol hubiese llegado gracias a él. Un verdadero caradura lo que se dice. La hinchada lo puteaba todo el tiempo. Hasta llegamos a creer que le gustaba que lo recontra puteemos, porque cuando le gritábamos “puto, muerto, fracasado” él nos respondía con una sonrisa como de satisfacción. Los fanáticos también tenían la particularidad de echarle la culpa de todo, hasta de que la coca cola de cancha tenga mucho hielo. Para los hinchas todo era culpa de él. Y se lo hacían saber con densas puteadas que irritarían hasta al mismo satanás.

Era el segundo año de Dietzi en el equipo pero los hinchas ya no lo soportaban más. Este aborto futbolístico tenía la mala costumbre de echarle la culpa a los pibes de sus propias cagadas. Eso despertaba la bronca de sus mismos compañeros y ni hablar de la hinchada. Era tanta la repulsión que todos sentían contra él que hasta habían hecho una canción en su contra. Así como a Giunta le gritaban: “Giunta, Giunta, Giunta. Huevo, huevo, huevo” al impresentable de Leonardo le cantaban: “Dietzi, Dietzi, Dietzi. Banco, banco, banco”. Pero él ni se inmutaba. Seguía con la suya dejando pasar rivales, dando órdenes, puteando al aire, cagando a pedos al resto. Parecía que no le importaba nada. La mayoría sostenía que Dietzi había comprado el puesto porque no había otra explicación de su titularidad. Pero el viejo Álvarez, el entrenador, hacia oídos sordos a todas las críticas y lo seguía metiendo. Don Fernando Álvarez era el director técnico de este hato de bestias. Había venido por dos mangos y tenía la dificilísima misión de mantener al equipo en la tercera categoría del futbol argentino, porque de ascenso hacía rato ya nadie hablaba. Y el viejo había rescatado algunos puntos importantes y muchos lo bancaban, salvo por Dietzi. Pero el veterano entrenador se tomaba con humor las cagadas monumentales que se mandaba el cinco. “Usté dice bien m’hijo, el Dieci —lo pronunciaba así— es un tronco, pero así gordo y lento como lo ve es el jugador más importante que tenemos, si yo lo pongo al pibe de la cuarta lo voy a quemar, fíjese usté” solía responder campechanamente el viejo cada vez que le preguntaban por la titularidad de Leonardo Dietzi.

El equipo se salvó en la última fecha del tan temido descenso. El equipo empato uno a uno y no descendió de milagro. Ese día odiaron mucho más a Dietzi, hasta se temió una invasión al campo de juego para ajusticiarlo, que por suerte no paso. El partido lo ganaban fácil uno a cero. Un penal bien pateado de “cachalote” o Zocalotte como decía en el documento, le daba la victoria parcial al conjunto. El partido fue una angustia después. Ninguno de los dos equipos atacaba. Era muy claro que el otro se había vendido. Claro si ellos no jugaban por nada, además su presidente estaba casado con la hija del nuestro. El primer tiempo se fue así, en una oleada de bostezos. El segundo tiempo lo mismo. Faltaban cinco minutos para terminar cuando paso algo completamente aterrador. El bruto animal de Sams cortó un avance rival y la mando al córner. La jugada no era de peligro y si el otro equipo había hecho un ataque fue para que no se aviven tanto que estaba todo arreglado. Creo que el enganche de ellos tardo como cinco minutos en llegar a patear el tiro de esquina. Nunca vi caminar a alguien tan lentamente. En el área había tres rivales: El nueve que se ataba los cordones, el cinco que media un metro y medio como mucho y el siete que estaba hablando vaya a saber de qué con el diez nuestro. El resto del equipo rival estaba diseminado del medio para atrás, seguramente más ocupados pensando en la guita que iban a cobrar de “premio” por perder. Cuestión que el diez de ellos tiro un centro débil que iba a las manos de nuestro arquero. Era una pelota muy fácil de atrapar, salvo por un pequeño detalle: el pelotudo de Dietzi salto al mismo tiempo que el arquero a menos de veinte centímetros. La pelota le reboto en la pelada y término en el fondo de la red. Si antes los hinchas estaban callados de lo aburrido que era el partido, ahora parecía un cementerio a la madrugada. Todos miraron al árbitro para ver que cobraba. No le quedó más remedio que cobrar gol. Ahora ese silencio sepulcral se transformó en un sonido fuertísimo, como cuando hace implosión un edificio. Vi al arquero rival arrodillarse mientras se tomaba la cabeza, tal vez divisando como se le iba la guita que iban a cobrar por ir a menos. Hasta el cinco rival lo puteo a Dietzi. Mire a la platea y nuestro presidente estaba con la cara roja como un tomate gritándole un sarta de barbaridades a Dietzi. Ya se había perdido todo tipo de compostura. La hinchada empezó a sacudir el alambrado. Dietzi pedía tranquilidad con las manitos. Fue peor. Todos enfurecieron, tiraron de todo dentro del campo de juego y el árbitro casi lo suspende ¿Pero para que prolongar la agonía? El partido siguió y finalizo. La gente no sabía qué hacer. Si seguir puteando a Dietzi o pegar la oreja a la radio esperando a que el otro equipo que competía por no descender, pierda. Y perdió nomas.

Al rato nomas se vino la conferencia de prensa. Somos un club humilde y sin un mango, pero tenemos un lindo salón para las conferencias. También tratamos de diez a los periodistas. A los chicos de la pensión podrán faltarles un pedazo de carne el en plato pero a los periodistas cuando lo recibimos jamás le va a faltar algún sanguchito de miga o alguna bebida refrescante. Entramos todos a la sala, cuando vimos sentados al entrenador y a Dietzi listos para enfrentar al periodismo. “La concha bien de tu madre Dietzi, casi descendemos por tu culpa muerto” se escuchó un grito en el fondo.  Dietzi sonrió socarronamente.

—Muy buenas tardes —dijo en tono de alegría el viejo Álvarez— el objetivo se cumplió, logramos mantener la categoría. Acá a mi lado lo tengo a Leonardo que va a anunciar su retiro y contestar algunas que otras cuestiones.

Ahora tomo el micrófono Leonardo Dietzi. Los insultos seguían cayendo.

—Algunos se la agarraron conmigo —se arremango Dietzi mientras en el murmullo todavía se distinguía alguna que otra puteada— Y está muy bien eso. Yo logre lo que quería, que me putearan. No porque los odie, todo lo contrario a ustedes los aprecio mucho y no lo digo porque soy tribunero. Yo hice todo lo posible para que me insulten y la verdad es que estoy muy contento de haberlo conseguido.

El silencio se había apoderado de la sala ¿Era sadomasoquista este boludo? ¿Cómo va a decir eso? ¿Se volvió loco? Estas declaraciones nos habían tomado por sorpresa. A su lado el viejo Fernando Álvarez sonreía por todos lados.

—Muchos se cansaron de putearme —prosiguió Dietzi— pero quiero que sepan que yo no me mande ninguna cagada, es más, cumplí con creces mi objetivo.

Todos en la sala no sabíamos si reírnos o llamar a algún neuropsiquiátrico.

—Eso de jugar, marcar y dar pases es para los más jóvenes —continuo el jugador—Nosotros los más grandes estamos para otra cosa. Como sabrán, este equipo está lleno de pibes que no llegan a los 20 años de edad. Un insulto hacia ellos puede ser fatal para un futuro, los puede apichonar. La presión es nuestra, es de los grandes.

Todos escuchábamos obnubilados, como un grupo de alumnos escucha al profesor ante la resolución de un ejercicio matemático difícil de entender.

—Yo logre absorber toda la presión —decía Dietzi mientras destapaba una botellita de agua mineral— Me hice odiar y detestar para que todos los insultos se dirijan hacia mi persona y así los pibes podían jugar tranquilos. A más de uno la garganta se le seco puteandome a mí. Estaban todos tan concentrados en matarme a mí, que los errores de los pibes pasaban desapercibidos.

—Pero usted los cagaba a pedos a los juveniles y a veces le echaba la culpa de sus errores—dijo un periodista, uno de los poco que no estaba tan asombrado como nosotros.

—Una parte es verdad —respondió tranquilamente Dietzi— Yo los retaba pero para que en un futuro no hagan las mismas cagadas que yo. Pero nunca le echaba la culpa a nadie de mis errores. Cuando ustedes me veían agarrar a un juvenil era para marcarle algo, para que aprenda.

— ¿Debemos creer que sus errores eran a propósito? —inquirió otro periodista

—Es la cosa más graciosa que me preguntaron —respondió el volante central entre risotadas— Por supuesto que no. Todas esas cagadas que yo hice, fueron producto de mi naturaleza.  Siempre fui malo y más ahora que el físico ya no me da. Pero como les dije mi función dentro de la cancha era otra. Absorber la presión para que los pibes no sufran tanto en el mal andar del equipo.

Se hizo un silencio en la conferencia de prensa y todos estallamos en un gran aplauso. Algunos hasta se animaron y corearon su nombre. Una lagrima de emoción rodo por el pómulo de Dietzi. Ahora nos parecía un gran tipo. Un enorme profesional. Un ejemplo dentro y fuera de la cancha. Todos estábamos más que felices, por fin este hijo de puta se retiraba, era hora, la puta que lo pario.


A. Schweinheim 
Obra publicada, expediente Nº 510614, Dirección Nacional de Derechos de Autor

El antiequipo de la semana.

 

Arriba: Kelme (Empresa de indumentarias con más fallas que Benedetto pateando penales); Periodismo deportivo (chupasangres, buitres, carroñeros); VAR (Coso que los árbitros no saben usar)

Abajo: Boca Juniors (Club caído deportivamente, comida de los panelistas); River Plate (Club caído deportivamente, comida de los panelistas), Independiente (Clun caído deportiva, económica, financiera, institucional y políticamente)

Selección

Ah pero que bardo se armó con la camiseta de Colón. Todos los hinchas sabemos que los colores de nuestros equipos son inalterables y sagrados. Salvo las empresas de indumentaria que por vender una camiseta más son capaces de poner lunares y chotas de colores a las camisetas. No fue esta la ocasión, sino que Kelme le erro a lo Benedetto y estampo la camiseta del Sabalero… ¡al revés! DALEEEEE. Bueno, todos nos podemos equivocar. Según el mismo CEO de Kelme hubo una partida de camisetas que salieron con ese error y que por otro error se la mandaron al club, y que por otro error los utileros no se dieron cuenta y que por otro error salieron a jugar con dicha camiseta. Justo le toco al club la partida del error, que según el mismo CEO son 20 o 30. Mas errores que el nuevo windows, hermano.

Otra vez el VAR por acá, que tendrían que haber echado a fulano, que Mengano hizo penal y le avisaron al árbitro desde el VAR y se cagó en todo. Así podríamos hacer un resumen de las últimas dos fechas y tendríamos una enciclopedia. El VAR hasta ahora no sirvió para una chota… corregimos, hasta ahora los árbitros que siempre son una chota transformaron una chota al VAR.

El periodismo arrancó la semana con un “lo importante es que Boca haya ganado”, en su partido frente a Talleres, para luego a mitad de semana decir que “lo de Boca es un desastre”, tras perder contra Argentinos Juniors. Con River fue más o menos lo mismo, empató contra Vélez jugando como el culo y luego contra Gimnasia ganó y ya hablan de “resurrección”.  Boca y River tienen un presente bastante áspero en cuanto a juego y partidos. Boca viene peor porque al parecer no tiene un proyecto en cuanto a lo técnico y parece que la onda es poner ídolos de DT, prenderles fuego y después fletarlos. River también viene mal, pero el que está peor es Gallardo, que en cualquier momento se caga a trompadas hasta con Juan Carr. Con los dos grandes en crisis (ya nos ocuparemos del tercero más adelante de Independiente) el periodismo se hace un picnic. Que a la mierda Riquelme, que el ciclo de Gallardo terminó hace rato. Para el periodismo, el ciclo de Riquelme frente al Consejo del Futbol esta mas o menos terminado desde que empezó, así y todo, salieron campeones. Misma forma lo del muñeco, tras la Libertadores que perdió con el Flamengo, el ciclo estaba terminado, también salió campeón. El error del periodismo es que el análisis es macro, hoy el futbol argentino se igualó para abajo, los equipos que estaban acostumbrados a pichulearla y a no depender de grandes incorporaciones, le dan pelea a los grandes que están acostumbrados a tener grandes refuerzos. Pero bueh, si el periodismo lo dice, los culpables son Gallardo y Riquelme.

Como en Independiente nada cambió, todo sigue igual, vamos a copiar y pegar lo que pusimos la hace más de un mes, sorprendente, la paja que tenemos y lo que pasa en el Rojo. Creemos que, si copiamos y pegamos lo mismo dentro de 15 días, va a estar todo igual, acá vamos:

Independiente, es un caos institucional, deportivo, económico y de barras. Todavía ni rastros de las elecciones. Económicamente le debe plata a todo el mundo y está más embargado que Argentina en el 2001. Deportivamente da ulcera de córnea verlo jugar, y esto no es culpa de Eduardo Dominguez (NDeR: bueno hace un mes era el DT), aunque sabía a donde se estaba metiendo. En la Copa de la Liga quedó lejos rápidamente, en la Sudamericana out y solo sobrevive en la Copa Argentina. Un quilombo por donde se lo mire. Doman apunta a Moyano, Moyano a Doman y el hincha se apunta a los huevos al ver como el club está quedando devastado por egos, disputas de poder y coso.


¿De qué te ponés contento?

 Yo la verdad es que no te entiendo Cacho, la verdad que no te entiendo. Ni a vos, ni a todos aquellos que van a una cancha. O a esos hincha...


Top