El equipo de Dios [Parte 2 de 3]
El diablo se retiró al
infierno pensando que el supremo era un tonto. Ese día hubo fiesta en el
infierno, todas las ánimas del abismo gritaron, bebieron y se embriagaron toda
la noche. La oscuridad seguía cerniéndose sobre la tierra. . Dios entonces
llamo a tres de sus arcángeles. Miguel, Rafael y Gabriel. El señor los miro a
los tres, garrapateo unos nombres en una hoja en blanco y se lo entrego a
Gabriel. “Vayan busquen a estos doce
hombres que serán nuestro jugadores, no se dejen guiar por las apariencias pues
el espíritu no sabe de ello”, les dijo Dios y se marchó.
Los tres ángeles
levantaron un vuelo fuerte y se perdieron en la tierra.
Nuntios Dei orbis iter
Al amanecer un grupo de
hombres heterogéneos se encontraron en el paraíso. Eran los hombres que había
mandado buscar Dios. Era un grupo bastante extraño. Ninguno tenía condiciones
de deportistas. Sus físicos eran flácidos. Había gordos, ancianos, escuálidos y
varios más que distaban bastante de la condición de “futbolistas”.
— ¿Estás seguro que estos
son los jugadores que nos mandó a buscar Dios? —inquirió pensativo Rafael.
—Son ellos, sus nombres
coinciden, sus direcciones también —respondió Gabriel.
—El señor dijo que no
debíamos guiarnos por sus apariencias —pareció enojarse Miguel
—Ya sabemos eso —comento
con una sonrisa Rafael— es que tampoco parecen fuertes de espíritu —dijo
mirando hacia un negro que estaba a punto de romper en llanto.
—Dios sabe lo que hace
—dijo Miguel
—Por supuesto que si —respondieron
a coro Gabriel y Rafael
— ¿Acaso tienen dudas
sobre la victoria? —inquirió Miguel.
— ¡Por supuesto que no! —
pareció inquietarse Rafael— pero me gustaría poder comprender ciertas
cuestiones…
Una voz como de muchas
voces lo interrumpió. Un coro celestial de voces graves que infundía respeto y
paz a la vez se hizo presente.
—Veo que ya están aquí—Inquirió
Dios.
—Señor… —Inquirió Rafael.
—Dime —contesto la voz.
—Quisiera saber cuál es
el plan —comenzó a explicarle Rafael mientras miraba al grupo extraño— No es
que este dudando, pero quisiera saber ya que siempre quedo como un tonto sin
entender nada hasta el final.
—Oh, Rafael — dijo la voz
con suma ternura la voz— tu eres el ángel más humano que tengo. Y como tal
tienes el don de la curiosidad. Te lo demostrare fácilmente. David Castro —dijo enérgicamente la voz— dé
un paso adelante.
—Aquí estoy —dijo un
gordo dando un paso al frente.
—Cuéntame hijo, ¿Cómo es
un día en tu vida cuando juegas al futbol? —inquirió Dios.
—Oh… bueno… Juego los miércoles—comenzó a pensar David con
sus 130 kilos— me levanto a las cuatro de la mañana… salgo de mi casa a las
cinco. A las siete llego a la facultad. Salgo a las once… este… viajo hasta el
trabajo. Me quedo hasta las ocho de la noche. Luego me voy en subte hasta una
de las canchas donde jugamos a las diez. Saldré a las once y de ahí vuelvo a
casa.
— ¿A qué horas llegas a
tu casa?— pregunto la voz.
—Y… a las doce, doce y
media. —Respondió David.
— ¿Y al otro día debes
levantarte también a las cuatro de la mañana? —interrogo Dios.
—Sí
—Gracias David, vuelve a
tomar tu posición. —Agradeció la voz— Raúl Barbas, por favor sírvase de contar
su día cuando juega al fútbol.
—Sí, como no — se adelantó
un hombre de unos cincuenta o sesenta años con el cabello totalmente canoso— soy
operario, entro a trabajar a las siete de la mañana. Estoy cargando y
descargando camiones hasta las siete de la tarde. De lunes a viernes. Los jueves me junto con
los chicos del bar a jugar al futbol a las nueve.
—Trabajo muy cansador el
suyo ¿verdad? —dijo Dios.
—Oh si
—Gracias Raúl —dijo la
voz— ¿Mutumbe Kobo?
—Sí… sí —musito un
africano con lágrimas en los ojos.
—Cuéntame lo mismo por
favor Mutumbe —la voz intento tranquilizarlo.
—Oh... es que… yo no
tengo trabajo —dijo entre sollozos Mutumbe— sólo juego porque me gusta, juego
por…. seis o siete horas… me gusta tanto el fútbol que me hace olvidar del
hambre. ¿Pu- Puedo preguntarle algo, oh todo poderoso?
—Oh claro que si
—habilito la gran voz.
— ¿Estoy muerto?
—Claro que no —respondió
divertida la voz—puedo asegurarte que nunca has estado más vivo.
Una gran sonrisa se dibujó
en el rostro del negro.
— ¿Ya has comprendido
Rafael o hace falta que llame a alguno más? —inquirió Dios.
—He comprendido todo,
padre —respondió contento Rafael.
Y quedaron concentrados
en el cielo desde aquel día.
Faltaban tres días para
el partido.
Hominem in caelo quies
Deus protegit
Sed liberanos a malo
Deus protegit
Sed liberanos a malo
***
(Continuara)Tercera Parte