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Así arranco la fecha 16...

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Otro genial trabajo de Guss. (Gustavo Junco)

Pequeñas noticias comenzando junio

  • Falta un año para el comienzo del mundial de Brasil 2014.
  • Falta un año para que comiencen las publicidades mufa acerca de la selección.
  • Falta un año para que la gente comience a endiosar y chuparle las medias a Messi hasta el hartazgo si a la selección le va bien.
  • Falta un año para que la gente comience a putear y maldecir a Messi hasta el hartazgo si a la selección le va mal.
  • Falta un año para que comiences a pagar de nuevo 600 cuotas por un televisor de 25.000 pulgadas, plano como un papel para ver el mundial.
  • Lothar Matthäus es el jugador que más mundiales disputo: 5 mundiales.
  • Julio Grondona ya lleva 8 mundiales. Va por el noveno.
  • El torneo final entra en su etapa final.
  • Se definirá el campeón.
  • Se definirán los descensos.
  • La definición de los descensos esta mucho más emocionante que la definición por el título.
  • Dicen que Racing fue para atrás contra Quilmes.
  • En los planteos de Zubeldia nunca se sabe si los jugadores van para atrás y para adelante.
  • Últimamente Bianchi tiene menos culo que Gladys Florimonte.
  • Últimamente a Bianchi le pasa como a Migliore: ve un penal y llora.
  • Gracias al mal momento de Boca, tanto el Ole como Don Patadon están robando desde hace seis meses  con eso.
  • Independiente sigue en zona de descenso.
  • Grondona y Marconi además de garcas son inútiles.
  • ¿En qué quedo la denuncia contra Comparada?
  • ¿Y Contra Aguilar?
  • ¿Dónde está Julio Falcioni?
  • ¿Para usted quien llora mas? ¿Andrea del Boca en sus telenovelas o Ricardo Caruso Lombardi?
  • ¿Para usted quien es más mufa? ¿Andrés Franzoia o Fernando Niembro?
  • Los que creen que el Show del Futbol, conducido por Fantino, es un programa serio, son los mismos que creen que Mariano Iudica se emociona de verdad.


El emir Abdul. [Completo]

La siguiente es una historia verídica, empírica y quizás jurídica. Porque son muchos los abogados que han iniciado demandas a hinchadas rivales por “daños morales”, cuando estos últimos hieren susceptibilidades sobre la poca gente que hay en las gradas del club. Ésto no fue siempre así y me propongo desmitificar este asunto de una buena vez.  Son muchos aquellos que se burlan injustamente del Club Social y Deportivo Crucecita. Equipo noble y humilde de Avellaneda. Los canticos rivales suelen aludir a la poca cantidad de hinchas de este club. Cómo si la poca cantidad de concurrentes a la cancha fuese motivo de burla y chácharas de todo tipo. Y si, lo es. Pero con este equipo son bastante injustos, créame. Son pocos hinchas,  pero no precisamente porque el conjunto tiene poca historia. No señor. La tiene. Y vaya que historia. Si la memoria no me juega una mala pasada, hasta me atrevería a decir que es el club más antiguo de la Argentina. Fue creado en 1812 por doña Aclaración Eustaquia Ermenegilda Ezcurra de los Trapiches Escalada de los Talleres. Esposa casta de don Mateo Justiniano Los Talleres, soldado de la revolución perteneciente a la siempre victoriosa escuadra de los Húsares de Pueyrredón.

Obviamente que durante aquella época el fútbol no existía. Pero el club fue concebido como una asociación dedicada a la caza, la pesca, el tejido crochet a ocho agujas y al juego de naipes conocido vulgarmente como "culo sucio". Actividades a las cuales se dedicaba doña Aclaración mientras intentaba matar el tiempo aguardando a que su marido regresare a casa quizás. En 1819 obtuvo el primer y destacado logro, cuando don Roberto Bajandowski, inmigrante polaco (por aquel entonces Polonia era la “provincia de Pomerania”), quién con suma fortuna  en una ronda eliminatoria de cincuenta y siete rondas no recibió el ancho de oro del mazo de naipes. Lo cual le valió consagrarse cómo el campeón de “culo sucio” en el torneo de las Provincias Unidas del Sud, Chuquisaca, la banda oriental y la Franja de Gaza, cuyos representantes habían sido invitados al torneo que se disputo en Santos Lugares del 8 de septiembre al 10 de septiembre.

Otro éxito de este bicentenario club, fue la intercontinental de “tejido crochet a ocho agujas” que gano en 1825. Deporte por demás extremo, en donde cuatro mujeres munidas de dos agujas cada una, deben coordinar las acciones de tejer desde un mismo ovillo, al unísono. La final la jugaban contra Prusia.  Las hermanas Rosetti Rosetto, cuatrillizas ellas. Dora, Juana, Ines y Gertrudis, sus nombres. Se enfrentaron a Helga von Dirkschneider, Andrea Möller, Gustava Radiofunken y Ottolina Von Herrschwitterbauerzehnspielsucht. Esta última también era la campeona vigente de strudel al disco de arado.

Estas dos estrellas siempre fueron llevadas con orgullo por sobre el escudo de la institución. El escudo es un rombo, en donde se observa un sol anaranjado naciente que representa al uno de oro, con un fondo violeta en honor al color del suéter ganador de las hermanas Rosetti Rosetto. En frente de dicho sol se observan ocho agujas de tejer cruzadas como firmes espadas. Se enarbola la figura de un ombú, ya que el club fue creado bajo la sombra de uno de ellos, mientras Aclaración Eustaquia Ermenegilda Ezcurra de los Trapiches Escalada de los Talleres tejía y jugaba a los naipes con sus amigas y empleados de la hacienda. Cabe destacar pues que el nombre completo del equipo está escrito en grandes letras rojas por sobre los bordes del escudo. Arriba lucen sus estrellas, creo haberlo dicho ya.

En 1884 se introduce el fútbol al Club Social y Deportivo Crucecita. El inglés de madre española, Thomas Jefferson González fue quien introdujo lo que se conocía por “football” en aquel entonces. El primer “match” oficial que juega Crucecita es frente al club Achuradores Unidos del frigorífico con el mismo nombre. Luego de ir perdiendo por siete tantos contra cero, el encuentro tuvo que suspenderse ya que uno de los matarifes que hacía de centrohalf en el equipo rival, despanzurro la única pelota que había en la cancha confundiéndolo, tal vez, con un armadillo o tatú carreta. Lo cierto es que en ese primer partido se batió el record de concurrencia a un partido de fútbol de parte de una sola hinchada. Quince personas alentaron sin cesar a Crucecita durante los ocho minutos que duró el partido. Los hombres estaban de riguroso traje y sombrero. Las mujeres con polleras largas armadas con miriñaque. El record permaneció inalterable por el enorme lapso de tres horas. Cuando Alumni metió veinte personas en el cotejo contra el equipo de Fileteadores de Tranvías. 
Con el correr de los años, Crucecita fue ganando en popularidad. Y aunque usted no me crea, supero en hinchas, socios y simpatizantes a Racing, Independiente y Arsenal, que aún no existía. Era la hinchada número uno de Avellaneda. Tenía más socios que el frigorífico la negra. Eso es todo un decir. Pero de un día para el otro se quedó sin hinchas. Desparecieron. Se esfumaron como los Mayas quizás, pero sin tanto halo apocalíptico. Y es aquí donde le voy a contar el porqué. 

Abdul Rajar Assir Mohamed Ghaffâr Haytham Zahîr Tammâm Rakin Ismaîl Fahd Samad Sánchez era el ducentésimo quinto hijo del hombre más poderoso de todo el emirato, dueño de inmensos pozos petroleros.   Su último apellido era de corte latino ya que su padre, el poderosísimo emir Ibrahîm Fahd Samad solía ponerle a lo último el apellido materno, como para saber con cuál de sus quinientas setenta y seis mujeres había tenido a sus distintos hijos. Mirtha Sánchez, argentina, era la madre de Abdul. Abdul creció en gracia delante de los ojos de Alá. Quien le proveyó sabiduría y paciencia. No paso ningún tipo de necesidades y a los quince  años ya tenía la módica cantidad de cincuenta esposas. Cifra que alarmo un tanto a su padre ya que él a su edad tenía más de ciento veinte. Temía que su hijo hubiese comenzado a patear para el otro lado. Sin embargo un día descubrió que Abdul tenía unas cien amantes más. Ese descubrimiento lo tranquilo bastante. 

Pero lo que Alá da, a veces lo quita. Abdul se quedaría huérfano a la tierna edad de cuarenta años, cuando todavía no estaba preparado para enfrentar al mundo. Ibrahîm, su padre, murió en un confuso accidente. Tres aviones cazas norteamericanos accidentalmente lanzaron doce misiles aire - aire, del tipo AIM-7 Sparrow, sobre el jet de Ibrahîm. Un hecho completamente lamentable, un incidente injusto que se pudo haber evitado. “Un accidente completamente fortuito y pelotudo” se excusaría el departamento de estado norteamericano. Abdul tuvo que encargarse del negocio de su padre. Y Alá multiplico sus dones, en poco tiempo Abdul transformo en un imperio aún mayor el legado de su padre. Según la revista Forbes era el hombre más rico y poderoso de la tierra. Según el semanario “Destellos de Dubái” era el emir más apuesto de todo el medio oriente.  Pero Abdul no era feliz.

Abdul estaba triste. No se lo hacía sentir al resto, pero él no se sentía contento. Se sentía solo. Algo le faltaba. Sentía un vacío existencial. Ni sus cuatrocientas veinticinco esposas, ni sus tres mil doscientas amantes, ni sus setecientos ocho hijos, ni sus casi mil nietos lo hacían sentir pleno. Mucho menos el dinero que tenía, porque estaba forrado, se lo vuelvo a repetir. Abdul solía decir que a él lo querían por su plata. Y algo de razón tenía. Gimoteaba por los rincones en busca de algún abrazo comprensible. Pero nunca tuvo ninguno.

Un buen día Abdul se encontró en uno de los enormes y paradisiacos jardines de su palacio con Darío Ortega Sánchez. Primo político de él. Resulta que Darío trabajaba como uno de sus quinientos jardineros. Abdul lo reconoció enseguida al notar su respingada nariz tan característica de la familia Sánchez. Además, se le había presentado como su primo. Obviamente, formaron una gran amistad, esa típica complicidad en los parientes. Los primos siempre son algo más que simple parientes. Tienen como un lazo de amistad también. La cosa es que Abdul y Darío forjaron una linda relación. Sin embargo Abdul seguía sintiéndose solo y triste.

Luego de casi cinco años de amistad, Abdul decide contarle su congoja a Darío. Porque para el emir no era algo fácil mostrarse débil y más delante de otro hombre, pero Darío era su amigo y con alguien debería compartir ese triste dolor de la soledad.  Abdul estuvo toda la tarde contándole de su problema. Su primo pareció escucharlo con atención. Una vez finalizada la charla. Darío se paró, sonrió y le susurro a Abdul que la cura era simple. Que tenía una cura, pero deberían viajar hasta la Argentina. El emir acepto instantáneamente. Llamo con una campanilla y se acercaron una docena de sirvientes. Abdul le dio un par de indicaciones y todos se dispersaron como moscas rociadas con veneno en aerosol.

A las tres horas, Abdul y Darío se encontraban viajando en su jet privado rumbo a la Argentina. Más precisamente a Avellaneda. A la cancha del Club Social y Deportivo Crucecita. Abdul mucho no comprendía a que iban, sin embargo se mostró bastante entusiasmado con eso de curarse de su tristeza. Aterrizaron en Ezeiza y fueron a hospedarse al Sheraton. Darío aprovecho la tarde para saludar a familiares y amigos. Abdul, en cambio, permaneció en el hotel. Contemplando a través de los enormes ventanales del costoso hotel.  Veía la enorme plaza San Martín. El majestuoso edificio de la estación retiro. Esa espigada torre de los ingleses y ese rio infinito. Tenía un dejo de melancolía en su pecho, pero algo se erizaba en su nuca animándolo a que toda esa tristeza infinita se acabaría pronto.

Darío regreso por la tardecita trayendo consigo dos entradas para ver un partido. Crucecita enfrentaba a Piñeiro. El clásico. Abdul no entendió demasiado bien pero aceptó gustoso. Partieron en un auto alemán de alquiler conducido por uno de los siervos de Abdul. Llegaron a la cancha. Ya era de noche. El clásico se disputaba como tal. Cada pelota como la última. Hubo tiros en los palos, en los travesaños y en los banderines del córner. Lentamente el arquero de Crucecita, Miguel del Rio, se iba transformando en figura. Abdul miraba atentamente. Darío parecía nervioso, como si su plan finamente pensado no se estuviese llevado a la perfección. El segundo tiempo fue más de lo mismo y si Piñeiro FC no iba ganando era porque el árbitro le anulo mal un gol. Faltaba un minuto de juego. El empate en cero parecía clavado. Pero el fútbol es así, impredecible. Leonardo Antonelli, wing derecho del Crucecita tomo el balón y se mandó como flecha al ataque. Tiro un centro que Hernán Gómez, centroforward,  de cabeza mando al fondo de la red. La gente estalló de júbilo. Un joven de unos veinte años que estaba parado al lado de Abdul, lo abrazo con fuerza. El emir se quedó petrificado ante tamaño abrazo. Luego al pibe de veinte, se le sumo un hombre de unos cincuenta años, otro de cuarenta y varios muchachos más. Abdul empezó a sonreírse ante la alegría y la fuerza de los abrazos recibidos.  Sonrió, se rio y comenzó a festejar. Dio uno, mil abrazos. Saltaba festejaba, era uno más. Abdul pronto descubrió que ya no sentía tristeza. Desde ese día Abdul nunca más se sintió solo.

Abdul ordeno comprar la cancha del Club Social y Deportivo Crucecita. Con hinchas y jugadores incluidos. Vinieron ocho helicópteros Boeing CH-47 Chinook. Engancharon el pequeño estadio, lo levantaron. Cruzaron el océano atlántico y se fue alejando en lo alto del horizonte la figura rectangular de la cancha del Crucecita. Así llego  hasta Dubai, donde hoy Abdul se siente más que feliz.

Así fue como Crucecita se quedó sin hinchas. Al día de hoy, algunos simpatizantes e hinchas, los pocos que le quedaron, siempre se reúnen en donde estaba la vieja cancha. Tal vez esperando tiempos mejores en donde vuelvan a ser muchos. Así quizás puedan ser  comprados por algún jeque o emir árabe nuevamente. 


Antonio Schweinheim

Locos por Mourinho

Y fue el último partido de Mou al frente del Real Madrid. Y como tal, un enjambre de periodistas ávidos de alguna palabra del vendehumo portugués se diseminaron dentro del campo de juego. Tanto que el arbitro tuvo que detener el aprtido. Todo porque don José salió un poquito tarde a la cancha. En cualquier momento los del sevilla retoman su clasico cantico de "Estoy hasta la polla del barça y del Madrid".


¡¡Inaudito!! ¡Los fotografos paran el partido... por realmadridplay

El emir Abdul. [Parte 1 de 2]

La siguiente es una historia verídica, empírica y quizás jurídica. Porque son muchos los abogados que han iniciado demandas a hinchadas rivales por “daños morales”, cuando estos últimos hieren susceptibilidades sobre la poca gente que hay en las gradas del club. Ésto no fue siempre así y me propongo desmitificar este asunto de una buena vez.  Son muchos aquellos que se burlan injustamente del Club Social y Deportivo Crucecita. Equipo noble y humilde de Avellaneda. Los canticos rivales suelen aludir a la poca cantidad de hinchas de este club. Cómo si la poca cantidad de concurrentes a la cancha fuese motivo de burla y chácharas de todo tipo. Y si, lo es. Pero con este equipo son bastante injustos, créame. Son pocos hinchas,  pero no precisamente porque el conjunto tiene poca historia. No señor. La tiene. Y vaya que historia. Si la memoria no me juega una mala pasada, hasta me atrevería a decir que es el club más antiguo de la Argentina. Fue creado en 1812 por doña Aclaración Eustaquia Ermenegilda Ezcurra de los Trapiches Escalada de los Talleres. Esposa casta de don Mateo Justiniano Los Talleres, soldado de la revolución perteneciente a la siempre victoriosa escuadra de los Húsares de Pueyrredón.

Obviamente que durante aquella época el fútbol no existía. Pero el club fue concebido como una asociación dedicada a la caza, la pesca, el tejido crochet a ocho agujas y al juego de naipes conocido vulgarmente como "culo sucio". Actividades a las cuales se dedicaba doña Aclaración mientras intentaba matar el tiempo aguardando a que su marido regresare a casa quizás. En 1819 obtuvo el primer y destacado logro, cuando don Roberto Bajandowski, inmigrante polaco (por aquel entonces Polonia era la “provincia de Pomerania”), quién con suma fortuna  en una ronda eliminatoria de cincuenta y siete rondas no recibió el ancho de oro del mazo de naipes. Lo cual le valió consagrarse cómo el campeón de “culo sucio” en el torneo de las Provincias Unidas del Sud, Chuquisaca, la banda oriental y la Franja de Gaza, cuyos representantes habían sido invitados al torneo que se disputo en Santos Lugares del 8 de septiembre al 10 de septiembre.

Otro éxito de este bicentenario club, fue la intercontinental de “tejido crochet a ocho agujas” que gano en 1825. Deporte por demás extremo, en donde cuatro mujeres munidas de dos agujas cada una, deben coordinar las acciones de tejer desde un mismo ovillo, al unísono. La final la jugaban contra Prusia.  Las hermanas Rosetti Rosetto, cuatrillizas ellas. Dora, Juana, Ines y Gertrudis, sus nombres. Se enfrentaron a Helga von Dirkschneider, Andrea Möller, Gustava Radiofunken y Ottolina Von Herrschwitterbauerzehnspielsucht. Esta última también era la campeona vigente de strudel al disco de arado.

Estas dos estrellas siempre fueron llevadas con orgullo por sobre el escudo de la institución. El escudo es un rombo, en donde se observa un sol anaranjado naciente que representa al uno de oro, con un fondo violeta en honor al color del suéter ganador de las hermanas Rosetti Rosetto. En frente de dicho sol se observan ocho agujas de tejer cruzadas como firmes espadas. Se enarbola la figura de un ombú, ya que el club fue creado bajo la sombra de uno de ellos, mientras Aclaración Eustaquia Ermenegilda Ezcurra de los Trapiches Escalada de los Talleres tejía y jugaba a los naipes con sus amigas y empleados de la hacienda. Cabe destacar pues que el nombre completo del equipo está escrito en grandes letras rojas por sobre los bordes del escudo. Arriba lucen sus estrellas, creo haberlo dicho ya.

En 1884 se introduce el fútbol al Club Social y Deportivo Crucecita. El inglés de madre española, Thomas Jefferson González fue quien introdujo lo que se conocía por “football” en aquel entonces. El primer “match” oficial que juega Crucecita es frente al club Achuradores Unidos del frigorífico con el mismo nombre. Luego de ir perdiendo por siete tantos contra cero, el encuentro tuvo que suspenderse ya que uno de los matarifes que hacía de centrohalf en el equipo rival, despanzurro la única pelota que había en la cancha confundiéndolo, tal vez, con un armadillo o tatú carreta. Lo cierto es que en ese primer partido se batió el record de concurrencia a un partido de fútbol de parte de una sola hinchada. Quince personas alentaron sin cesar a Crucecita durante los ocho minutos que duró el partido. Los hombres estaban de riguroso traje y sombrero. Las mujeres con polleras largas armadas con miriñaque. El record permaneció inalterable por el enorme lapso de tres horas. Cuando Alumni metió veinte personas en el cotejo contra el equipo de Fileteadores de Tranvías. 
Con el correr de los años, Crucecita fue ganando en popularidad. Y aunque usted no me crea, supero en hinchas, socios y simpatizantes a Racing, Independiente y Arsenal, que aún no existía. Era la hinchada número uno de Avellaneda. Tenía más socios que el frigorífico la negra. Eso es todo un decir. Pero de un día para el otro se quedó sin hinchas. Desparecieron. Se esfumaron como los Mayas quizás, pero sin tanto halo apocalíptico. Y es aquí donde le voy a contar el porqué. 

(Continua)

El emir Abdul. [Parte 2 de 2]

Abdul Rajar Assir Mohamed Ghaffâr Haytham Zahîr Tammâm Rakin Ismaîl Fahd Samad Sánchez era el ducentésimo quinto hijo del hombre más poderoso de todo el emirato, dueño de inmensos pozos petroleros.   Su último apellido era de corte latino ya que su padre, el poderosísimo emir Ibrahîm Fahd Samad solía ponerle a lo último el apellido materno, como para saber con cuál de sus quinientas setenta y seis mujeres había tenido a sus distintos hijos. Mirtha Sánchez, argentina, era la madre de Abdul. Abdul creció en gracia delante de los ojos de Alá. Quien le proveyó sabiduría y paciencia. No paso ningún tipo de necesidades y a los quince  años ya tenía la módica cantidad de cincuenta esposas. Cifra que alarmo un tanto a su padre ya que él a su edad tenía más de ciento veinte. Temía que su hijo hubiese comenzado a patear para el otro lado. Sin embargo un día descubrió que Abdul tenía unas cien amantes más. Ese descubrimiento lo tranquilo bastante. 

Pero lo que Alá da, a veces lo quita. Abdul se quedaría huérfano a la tierna edad de cuarenta años, cuando todavía no estaba preparado para enfrentar al mundo. Ibrahîm, su padre, murió en un confuso accidente. Tres aviones cazas norteamericanos accidentalmente lanzaron doce misiles aire - aire, del tipo AIM-7 Sparrow, sobre el jet de Ibrahîm. Un hecho completamente lamentable, un incidente injusto que se pudo haber evitado. “Un accidente completamente fortuito y pelotudo” se excusaría el departamento de estado norteamericano. Abdul tuvo que encargarse del negocio de su padre. Y Alá multiplico sus dones, en poco tiempo Abdul transformo en un imperio aún mayor el legado de su padre. Según la revista Forbes era el hombre más rico y poderoso de la tierra. Según el semanario “Destellos de Dubái” era el emir más apuesto de todo el medio oriente.  Pero Abdul no era feliz.

Abdul estaba triste. No se lo hacía sentir al resto, pero él no se sentía contento. Se sentía solo. Algo le faltaba. Sentía un vacío existencial. Ni sus cuatrocientas veinticinco esposas, ni sus tres mil doscientas amantes, ni sus setecientos ocho hijos, ni sus casi mil nietos lo hacían sentir pleno. Mucho menos el dinero que tenía, porque estaba forrado, se lo vuelvo a repetir. Abdul solía decir que a él lo querían por su plata. Y algo de razón tenía. Gimoteaba por los rincones en busca de algún abrazo comprensible. Pero nunca tuvo ninguno.

Un buen día Abdul se encontró en uno de los enormes y paradisiacos jardines de su palacio con Darío Ortega Sánchez. Primo político de él. Resulta que Darío trabajaba como uno de sus quinientos jardineros. Abdul lo reconoció enseguida al notar su respingada nariz tan característica de la familia Sánchez. Además, se le había presentado como su primo. Obviamente, formaron una gran amistad, esa típica complicidad en los parientes. Los primos siempre son algo más que simple parientes. Tienen como un lazo de amistad también. La cosa es que Abdul y Darío forjaron una linda relación. Sin embargo Abdul seguía sintiéndose solo y triste.

Luego de casi cinco años de amistad, Abdul decide contarle su congoja a Darío. Porque para el emir no era algo fácil mostrarse débil y más delante de otro hombre, pero Darío era su amigo y con alguien debería compartir ese triste dolor de la soledad.  Abdul estuvo toda la tarde contándole de su problema. Su primo pareció escucharlo con atención. Una vez finalizada la charla. Darío se paró, sonrió y le susurro a Abdul que la cura era simple. Que tenía una cura, pero deberían viajar hasta la Argentina. El emir acepto instantáneamente. Llamo con una campanilla y se acercaron una docena de sirvientes. Abdul le dio un par de indicaciones y todos se dispersaron como moscas rociadas con veneno en aerosol.

A las tres horas, Abdul y Darío se encontraban viajando en su jet privado rumbo a la Argentina. Más precisamente a Avellaneda. A la cancha del Club Social y Deportivo Crucecita. Abdul mucho no comprendía a que iban, sin embargo se mostró bastante entusiasmado con eso de curarse de su tristeza. Aterrizaron en Ezeiza y fueron a hospedarse al Sheraton. Darío aprovecho la tarde para saludar a familiares y amigos. Abdul, en cambio, permaneció en el hotel. Contemplando a través de los enormes ventanales del costoso hotel.  Veía la enorme plaza San Martín. El majestuoso edificio de la estación retiro. Esa espigada torre de los ingleses y ese rio infinito. Tenía un dejo de melancolía en su pecho, pero algo se erizaba en su nuca animándolo a que toda esa tristeza infinita se acabaría pronto.

Darío regreso por la tardecita trayendo consigo dos entradas para ver un partido. Crucecita enfrentaba a Piñeiro. El clásico. Abdul no entendió demasiado bien pero aceptó gustoso. Partieron en un auto alemán de alquiler conducido por uno de los siervos de Abdul. Llegaron a la cancha. Ya era de noche. El clásico se disputaba como tal. Cada pelota como la última. Hubo tiros en los palos, en los travesaños y en los banderines del córner. Lentamente el arquero de Crucecita, Miguel del Rio, se iba transformando en figura. Abdul miraba atentamente. Darío parecía nervioso, como si su plan finamente pensado no se estuviese llevado a la perfección. El segundo tiempo fue más de lo mismo y si Piñeiro FC no iba ganando era porque el árbitro le anulo mal un gol. Faltaba un minuto de juego. El empate en cero parecía clavado. Pero el fútbol es así, impredecible. Leonardo Antonelli, wing derecho del Crucecita tomo el balón y se mandó como flecha al ataque. Tiro un centro que Hernán Gómez, centroforward,  de cabeza mando al fondo de la red. La gente estalló de júbilo. Un joven de unos veinte años que estaba parado al lado de Abdul, lo abrazo con fuerza. El emir se quedó petrificado ante tamaño abrazo. Luego al pibe de veinte, se le sumo un hombre de unos cincuenta años, otro de cuarenta y varios muchachos más. Abdul empezó a sonreírse ante la alegría y la fuerza de los abrazos recibidos.  Sonrió, se rio y comenzó a festejar. Dio uno, mil abrazos. Saltaba festejaba, era uno más. Abdul pronto descubrió que ya no sentía tristeza. Desde ese día Abdul nunca más se sintió solo.

Abdul ordeno comprar la cancha del Club Social y Deportivo Crucecita. Con hinchas y jugadores incluidos. Vinieron ocho helicópteros Boeing CH-47 Chinook. Engancharon el pequeño estadio, lo levantaron. Cruzaron el océano atlántico y se fue alejando en lo alto del horizonte la figura rectangular de la cancha del Crucecita. Así llego  hasta Dubai, donde hoy Abdul se siente más que feliz.


Así fue como Crucecita se quedó sin hinchas. Al día de hoy, algunos simpatizantes e hinchas, los pocos que le quedaron, siempre se reúnen en donde estaba la vieja cancha. Tal vez esperando tiempos mejores en donde vuelvan a ser muchos. Así quizás puedan ser  comprados por algún jeque o emir árabe nuevamente. 


Antonio Schweinheim

¿De qué te ponés contento?

 Yo la verdad es que no te entiendo Cacho, la verdad que no te entiendo. Ni a vos, ni a todos aquellos que van a una cancha. O a esos hincha...


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