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Berger se paró frente a sus jugadores. Faltaba poco para que el Sussex FC, de Inglaterra, salga a la cancha a jugar contra el Devonshire FC. Penaba por mitad de tabla, es cierto y era un partido como otros tantos. Pero ahí estaba Jürgen Berger, alemán de 60 años, parado frente a su pelotón a fin de darle las ultimas indicaciones. Era un tipo demasiado duro y extremista, como la mayoría de los teutones cuando se vuelven viejos. Pero Berger lo era más. No sólo era riguroso en sus conceptos, sino que también bastante injusto e impiadoso para con sus dirigidos.

Pedazos de escoria bramo Berger frente a todos  Los inversionistas del club están hartos de perder plata por culpa de la bola de fracasados que son ustedes. Y la verdad es que yo también estoy harto, pero de malgastar mi saliva con un rejunte de subhumanos como ustedes.

El silencio se había apoderado del vestuario. Solo lo rompía de a ratos los gritos que entraban distantes de la tribuna o por el ulular del viejo ventilador de techo.

El objetivo de los directivos del club siguió tronando Berger era clasificarse a alguna copa. Pero con ustedes inútiles todo se ha ido al mismísimo demonio ¡Fracasados!

Las palabras del alemán retumbaron mas fuertes que el mismo griterío que venia desde las tribunas. En eso la única puerta del vestuario se abrió y por ella entro Kidd, el utilero, trayendo consigo una torre inmensa de toallones.

 ¡Todavía no termine la charla, pedazo de infeliz! el grito de  furia del alemán sonó como un trueno váyase de acá, inútil, antes que yo mismo lo raje a patadas en el culo.

La figura de Kidd se perdió instantáneamente. Dejo caer un par de toallas ante su rápida huida, pero más le valía perder un par de toallones que la misma vida.

Basuras prosiguió su cagada a pedos el teutón hoy no podemos ni empatar. Si empatamos será otro fracaso mas. Pero ustedes ya están acostumbrados a fracasar todo el tiempo. A ustedes solo le importa cobrar la plata, comprarse autos y follarse cuanta ramera sucia se les cruce en el camino. Del honor y la gloria no saben nada ustedes.

El carnicero de Bremen tal como se lo conocía en su época de férreo zaguero en el FC Köln, se paseaba con las manos atrás de la cintura con una expresión similar a la de un general prusiano. Se detuvo frente a Roberto Salomón, delantero argentino.

—¿Como esta del hombro? inquirió Berger

memejorando vacilo Salomón

—¡Mejor las pelotas! Exploto el alemán golpeando con el puño el endeble escritorio  ¡usted está perfecto! No me venga con esas mariconadas. Franz Beckenbauer jugo con un hombro dislocado y aun así fue la figura de la cancha.

Pero ese partido Alemania lo perdió dijo casi suicidándose, Zambrano, el italiano. Berger camino raudamente hasta él. Lo tomo del pecho y comenzó a zamarrearlo.

Escúcheme pedazo de bosta escupió el entrenador en la cara del tano, mientras lo agitaba como a un muñeco de trapo maleducado, tenía que ser italiano para meterse donde no debe.
Renzo, el otro italiano del equipo, se sintió tocado pero no se animaba a levantar la vista. Se escuchó como Berger había tirado de nuevo a la silla. El rostro de Zambrano se había puesto blanco como la nieve.
Jürgen Berger los miraba a todos con sus ojos vivaces de buitre. Tenía ojos color verde. Un verde trasparente que si no fuese por el carácter podrido del alemana, tranquilamente esos ojos podrían ser tan o mas apacibles que las copas de los arboles. Unas pequeñas bolsas de piel cuelgan por debajo de ellos. Su nariz aguileña le daba el aspecto de un nativo americano. Era grande pero no desproporcionada. Tenía una boca con labios finos que temblequeaban al hablar. Su cara estaba completamente afeitada y se le formaban arrugas en las comisuras y las clásicas patas de gallo en los ojos. Sus enormes orejas adornaban una cabeza por demás voluminosa y calva. Berger media casi dos metros y tenía la espalda casi tan ancha como una mesa de ping pong. Eso si, era flaco como un piolín y sus piernas se asemejaban a las de una rana, pero era fibroso. Tenia 60 años. De cara aparentaba tener más, pero físicamente estaba mejor, incluso que algunos de sus dirigidos. Era un hombre de temer.

Había recalado en el Sussex luego de su paso por el Fortuna Hasselheim. Había protagonizado un incidente en Alemania, en el cual fue suspendido por tres años. Casi terminó con la carrera de  Jörg Schläter, mediocampista de las Libélulas de Hamburgo. Jörg era un toro salvaje. Medía casi dos metros y pesaba más de ciento treinta kilos. Además de ser jugador era medallista olímpico de Judo. Berger se tomó a golpes con este bestial jugador. Al día de hoy todavía se recuerda y no sin cierto temor, como Berger levanto con ambas manos a Schläter, como si fuese una bolsa de papas, arrojándolo por sobre la protección de las tribunas. Jörg recibió múltiples fracturas. En cambio el veterano entrenador recibió aquella condena. No por nada lo llamaban el carnicero de Bremen. La mayoría de sus dirigidos le tenían pánico. Era un hombre durísimo. La última vez que había mostrado un rasgo de humanidad fue cuando zamarreo a una anciana que insultaba sin parar al número dos del equipo. Obviamente que lo hizo en defensa de un hombre de su equipo.

El Sussex era un equipo modesto. De mitad de tabla para abajo. Pero Berger se resistía a verlo ahí. Más que nada por un orgullo propio. Lo habían contratado hacia cuatro meses para enderezar el rumbo de un plantel que venía flojo. De quince partidos, Sussex con Berger a cargo, ganó ocho, empató tres y perdió cinco. Números normales. Sin embargo las últimas tres derrotas habían sido consecutivas y Berger tenía que cambiar el sistema táctico, ya que el anterior no daba resultado.

No voy a andar con rodeos pareció serenarse Berger mientras le daba golpecitos a su palma izquierda con el puntero de metal Tengo que cambiar el esquema porque ustedes son unos pobres diablos que no pueden mantener una clásica formación como el cuatro cuatro dos. Así que  a partir de hoy vamos a formar con un nuevo esquema dijo Berger con tono militar Rassmussen, el danés, como lateral izquierdo

Pero yo soy zaguero…—Rassmussen no llego a completar la frase. Berger le asesto un latigazo con el puntero metálico. El silbido que zhio el puntero al romper el aire buscando la mejilla de James Rassmussen fue una música de terror. Como escuchar un silbido en la madrugada de un cementerio.

 ¡Estoy hablando yo! grito el alemán mientras contemplaba con odio como el danés se agarraba una mejilla Cuando hablo yo, todos se callan. Si a usted se le ocurre cuestionarme o no le gusta su nueva posición en la cancha, se va a cortar el pasto o se va a la mismísima mierda. En su lugar traigo a algún chico de las inferiores que gustosamente va a jugar ¿entendió?

Rassmussen asintió con la cabeza y una lagrima rodo por su pómulo mezclándose con la sangre de la reciente herida.

Ribwich y Brown siguió Berger con su nueva formación completan los tres del fondo. Harris, Crosa, Schneider, Stone, Zambrano y Salomón. ¿Alguna duda con este nuevo sistema? inquirió mientras se daba vuelta a dibujar pequeños círculos en la pizarra. Quizás esperando a que nadie preguntara.

Señor Berger, yo soy cinco lo interrumpió Crosa, el uruguayo, su pregunta sonó como un piedrazo contra un cristal de marca, no

No pudo completar su frase. Berger pateo la silla que tenia a su lado y se dirigio como una flecha hacia donde estaba él.

 ¿Usted me ve cara de imbécil? rugió el alemán Ya sé que usted es un maldito volante de marca, su miserable cerebro no le da para otra cosa que no sea para golpear rivales.

Pero en ese sistema volvió a la carga con huevos el uruguayo el volante tiene que ser mas de distr

 ¡Aquí el entrenador soy yo maldita sea! interrumpió Berger mientras las venas de su cuello se tensaban y ennegrecían Ya sé con qué maldito marcador se juega, infeliz.

Crosa empalideció. Berger mientras le gritaba lo hacía a menos de tres centímetros de su nariz. Le dejo algo de saliva en la frente.

Señor Berga ¿yo voy a entrar? interrumpió el otro argentino del plantel, Jorge Mirol. Como el típico argentino, era cargador e irónico. Sabía que Berger no tenía ni la más pálida idea de lo que significaba Berga y mucho menos notaba la diferencia.  Este apodo que le había puesto Mirol siempre carreaba las risas cómplices del otro argentino y del uruguayo.

Antes debe demostrarme que es un hombre de verdad dijo el teutón mientras lo fulminaba con la mirada cada vez que usted entra a la cancha se tira ante cualquier roce con los rivales, necesito un hombre no un actor que mariconee tirado en el suelo.

Berger se disponía nuevamente a escribir en la pizarra.

Herr Berger hablo con tono respetuoso Schneider, el alemán con todo el respeto que usted se merece. Yo en el 1860 Münich he jugado de volante por derecha

Usted va a jugar donde a mi se me cante el culo lo paro en seco el entrenador por pelmazos como usted Schneider, nuestra patria ha perdido dos guerras mundiales.

Ya nadie se atrevió a preguntar más nada. Jürgen Berger esbozo un par de dibujos en la pizarra. Dio órdenes por más de media hora y el equipo salió a la cancha. No estaban convencido de la nueva estrategia pero nadie se atrevía a contradecir al mandamás alemán.

***

Tengo miedo Olga susurro Jügen Berger mientras enjuagaba los platos Voy a fracasar, lo sé. Tengo miedo. A los chicos no les va a gustar.

—¿Qué te ocurre Jürgie? dijo la obesa señora mientras le bajaba el volumen a la televisión

Oh cariño, tengo miedo repetía Berger mientras movía negativamente la cabeza y ponía detergente sobre una esponja a los chicos no les va a gustar para nada.

Podrías contarme en lugar de lloriquear como niñmedio que ordeno Olga.


Oh si linda dijo el alemán mientras se disponía a secar la vajilla  Hemos perdido muchos partidos ya. Necesito cambiar de estrategia. Tengo miedo de que los chicos no me entiendan.


Háblales dijo dulcemente la mujer tú tienes facilidad de palabra. Eres un buen hombre y seguro te
Olga no  pudo continuar. Un crepitar fuerte se escuchó con suma sonoridad. A Berger se le escapo un plato que se estrelló contra el piso y se disemino en múltiples pedazos.

—¡Que has hecho inútil! Gimoteo la gorda ¡La vajilla que nos ha regalado mi madre! Eres un bueno para nada. Ni siquiera sirves para secar unos míseros platos. ¡Eres un completo estúpido!

Pe-perdóname fu-fue sin querer dijo Berger con el rostro desfigurado, casi con pánico Ya mismo limpio todo, hermosa.

 ¡Mas te vale! amenazo la obesa mujer que no quede ni una miga porque después viene el perro con su hueso y puede comerse algún trozo de vidrio. ¡Y apúrate inútil! volvió a ordenar Olga.

Si queridaRespondió el entrenador alemán con una sonrisa forzada. Salió al patio e inmediatamente volvió con una escoba y una pala. Mientras barría, apareció por la puerta de la cocina, una muchacha rubia de ojos verdes. Venia acompañada por un nene de no mas cinco años.

 ¡Abuelo! se colgó el niño del cuello de Berger.

Oh Tommy, tanto tiempo dijo con suma felicidad el entrenador.

Anne, no sabía que ibas a venir hoy dijo la gorda de Olga.

No, mami no iba a venir pero Robert tuvo que ir al mercado de Sussex dijo Anne mientras miraba lo que hacía su padre ¿Qué paso acá¿Qué se ha roto?

El estúpido de tu padre que ha roto una plato de la abuela acuso Olga

Ay papa siempre el mismo boludo vos eh  le tiro la bronca la hija.

Jürgen Berger se encogió de hombros. Tanto madre como hija se fueron a conversar tranquilas al living mientras él seguía limpiando. En la mesa quedó Thomas, su nieto, quien jugaba con algunos juguetes. Berger comenzó a mirarlo. Se detuvo en sus facciones de niño. En su alegría. Comprendió que Tommy era muy feliz en su mundo de niño, tal como lo fue él mismo en su juventud. Allá por las campiñas de la Bavaria. Lindos recuerdos. Un niño libre correteando por los campos perfumados de su padre. Había pasado mucho tiempo ya. La nostalgia se apodero de Berger. El pecho parecía que se le salía. Se le estrujaba la garganta.  Una lagrima de emoción rodo por la cara de Berger. El pequeño Tommy lo miro.

Abuelo ¿Por qué lloras? pregunto tiernamente el niño mientras estiraba su manito hacia la cara del viejo.

Estoy emocionado contesto Berger mientras seguía arrodillado frente al niño.

 ¿Vos no te estarás volviendo maricon abuelo? dijo el pequeño.

Faltaban unos pocos días para que el Sussex FC, de Inglaterra juegue contra el Devonshire FC.


Dedicado a todas las victimas del flagelo de la pollerudez.


Antonio Schweinhem

Ilustrado por Guss. 

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1 comentarios:

  1. Snif, snif... como me veo reflejado (salvo que yo soy mas tirando a un coya, viste?). Siempre digo: hay que hacer algo por esto pero no me atrevo... (.....???) Quizás con esto se entere gente del gobierno y nos dé una mano. (umhhhh, no se , no se)

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¿De qué te ponés contento?

 Yo la verdad es que no te entiendo Cacho, la verdad que no te entiendo. Ni a vos, ni a todos aquellos que van a una cancha. O a esos hincha...


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