—Mire, Sánchez, cayeron de recursos humanos, va a tener que empezar a
cumplir el horario, hasta los días de partido. —Dijo en tono grave Salmodia, el
jefe de Contabilidad, la semana anterior a que todo sucediera tan abruptamente.
Jonathan Sánchez había caído en Contabilidad hacía un par de meses. “Caído” es
la palabra que más se amoldaba a su situación. El contador Alberto Salmodia lo había
contratado no porque necesitaba un empleado administrativo para su área, sino porque
estaba harto de que su sector saliera siempre último en los campeonatos de la
empresa. Año tras año, los pibes de mantenimiento y de recursos humanos levantaban
el torneo en forma intercalada. Hasta que Salmodia —quien oficiaba de arquero—
había decidido incorporar a un empleado “que más o menos la mueva”. Hernán, uno
de los empleados de su confianza, le habló maravillas sobre el hermano de un
amigo que justo andaba buscando trabajo. Pero había lago más, este muchacho no
solo era un buen pibe, sino que había hecho hasta la cuarta en Ferro. “Decile
que se postule, que yo me encargo del resto”, dijo Salmodia inmediatamente. Y
así fue: Recursos humanos abrió la convocatoria, Salmodia entrevisto uno por
uno, quedando como único ganador Sánchez. Claro, mientras en todas las otras
entrevistas eran cuestiones pura y exclusivamente contables, a Sánchez le
preguntó cómo se movía en la cancha, hasta donde había llegado en Ferro, porqué
dejo el futbol profesional. Fue así que se integró a los del quinto piso:
Contabilidad.
Sánchez era de madera en el laburo. Llegaba tarde todos los días, era
extremadamente vago. Para llevar una carpeta al tercer piso tardaba una hora o
se perdía en el camino charlando. Esto despertó algún que otro resquemor en sus
compañeros, que veían como el jefe lo tapaba. “Para mí este pibe se está
curtiendo al jefe, sino no se explica”, solía decir con ironía Suarez. Sin
embargo, todos los resquemores se borraron de un plumazo cuando se jugó el
primer partido del Torneo de la empresa. 15 a 9 fue el resultado. Diez goles
fueron de la flamante incorporación. El rival era ni más ni menos que
“Archivo”, quien venía de salir tercero. El segundo partido se lo ganaron a “Márketing”,
otro combinado jodido. El resultado fue de 9 a 6, con todos goles de Jonathan.
Con el correr de los partidos, en la oficina era un secreto a voces que Sánchez
estaba ahí por su habilidad a la hora de jugar. Lejos de caerles mal a sus
compañeros, estos mismos lo “tapaban” en sus tareas laborales. Lo cubrían en
todo, si tenía que llevar una carpeta, dos o tres compañeros se ofrecían a
hacerlo por él. Si tenía que hacer un informe, se lo hacia Hernán. Lo cuidaban
como a una estrella. Además el pibe se hacía querer porque era un gran tipo.
Pero el secreto trascendió la oficina y pronto el rumor llegó a Recursos
Humanos. Primero desestimaron semejante cosa. “Rumores de viejas de pasillo”,
dijo Walter Dimeo, el gerente de dicho área. Sin embargo se tuvo que tragar sus
palabras cuando su querido RRHH perdió frente a Contabilidad por 13 a 8.
Partido en el que Jonathan Sánchez la había descocido y fue la figura del
equipo… bah, en realidad, él era el equipo, porque los demás eran horribles. Lo
que más le había molestado a Dimeo no había sido la derrota en sí, sino los
caños que le tiro Sánchez.
— ¿Este muchacho Sánchez, por qué no está acá? —dijo Dimeo sentándose en
frente de Salmodia.
—Hoy tiene homeoffice —respondió
titubeando el jefe de Contabilidad.
—Raro, no lo vi logueado.
—Hoy le tocaba el turno tarde —volvió a vacilar Salmodia
— ¿Vos sabías que siempre está llegando tarde este muchacho, no?
—No, no llega tarde, es que antes de venir pasa por la AFIP para hacer
algún papelerío que siempre le pido, como le queda de paso…
—Mira Alberto, nos conocemos desde hace mucho, somos amigos —dijo Dimeo, mientras
entrelazaba sus dedos y se apoyaba con ambos codos en el escritorio—, se está
diciendo que solo trajiste a ese pibe para ganar el campeonato interno…
—Pavadas, Walter, pavadas…
—La verdad es que no me parece, este pibe ni siquiera esta acá, no se
loguea, los trabajos administrativos lo puede hacer cualquiera. Además tenés
más personal del permitido…
— ¿Vos lo querés echar porque te hizo tres caños? —dijo exaltado Salmodia.
—Yo no rajo a nadie, pero esto me compromete, soy el jefe de personal,
lamentablemente se lo tengo que informar al gerente general, sino el despedido
voy a ser yo…
—No seas boludo… —suplico el contador.
—No me queda otra opción, mientras que empiece a cumplir el horario —Dimeo
encogió los hombros, dio media vuelta y se fue.
Salmodia se quedó preocupado, no solo por el futuro de Sánchez, sino que
también estaba en juego su integridad. Si los de la Gerencia le creían a Dimeo,
iba a estar complicado. Nadie en su sano juicio hubiera tomado a un empleado
solo por su capacidad de jugar a la pelota. Los miedos se acrecentaron cuando
Sánchez falto dos días seguidos, luego de avisarle que tenía que cumplir el
horario. Trató de ubicarlo en el celular, daba apagado. Lo llamó a la casa,
nadie atendía. Le preguntó a Hernán, no sabía nada tampoco. Parecía un hecho
que lo habían despedido de la empresa. Al cuarto día, Salmodia lo fue a ver a
Dimeo.
— ¿Qué paso con Jonathan Sánchez? ¿Lo rajaste, no?—lo increpó el contador
ni bien entro a la oficina de Dimeo.
—Me mandé una cagada, Alberto, me la mandé.
— ¿Qué hiciste? No me digas que lo rajaron al pibe por tu culpa… —Salmodia
emanaba bronca.
—Mucho peor, Alberto, mucho peor… —suspiro Dimeo.
— ¡Contáme que hiciste!
—Fui a la gerencia, hable con el gerente general, le conté todo… —Dimeo
hizo una pausa larga—Me preguntaron si jugaba bien de verdad… a Sánchez se lo llevaron desde la Gerencia
General, dicen que el año que viene van a presentar equipo. Empezó el lunes a
laburar ahí. Nos cagaron de nuevo, Alberto, nos recontra cagaron.
Toni Schweinheim
Obra Publicada, expediente Nº 510614. Dirección Nacional del Derecho de Autor
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