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El partido empezó trabadísimo, el rival que no jugaba por nada nos salió a jugar con todo. A los cinco minutos ya tuvo una buena cantidad de llegadas a nuestra área. Y, como sucede en este tipo de partidos, el murmullo ya no se hizo esperar. El comentario de la incentivación empezó a correr más que nuestro lateral. Los minutos pasaban y pasaban lentamente, como en un reloj de arena en cámara lenta. Pero en esta clase de partidos uno esta más atento al resultado del rival que al propio y las noticias de la otra cancha no eran las mejores, habían pasado apenas veinte minutos y ya ganaba dos a cero, nuestro rival se estaba consagrando campeón. Una mierda, mi viejo, esperé toda una vida para ver esta decepción de nuevo, qué cagada. Y a los jugadores parecería que el resultado les chupaba bien un huevo.

La radio de un hombre mayor de al lado mío se desgarraba en un grito de gol. Era el tres cero en la otra cancha. Había que ganar y estos putos estaban ganando y goleando. Nosotros empatábamos y, por segunda vez en nuestra historia, se nos iba a escapar el título. Se fue el primer tiempo y todos estábamos muy nerviosos, mi hijo cada tanto me preguntaba si me sentía bien, me intentaba tranquilizar en vano con que era un simple partido de futbol, cosa que me reventaba más, porque era un simple partido de futbol y estos muertos estaban empatando. Necesitábamos solo un gol. Un miserable gol. A mí, sinceramente, los nervios no me hacían mal… es más, me descargaba cuando puteaba en la cancha al árbitro o a un rival, porque yo no soy de putear a los propios, porque ellos están para defender nuestros colores y creo que, si los insultás, los pones de peor ánimo… es mi humilde opinión.

Empezó el segundo tiempo, el viejo que estaba al lado mío apago la radio, total el resultado en la otra cancha estaba sellado. Ese sí que esta viejo, eh, o estropeado, porque hasta yo que tengo 83 y mal del corazón estoy mejor que el carcamán este. Con estos pensamientos me distraje un poco de lo mal que estábamos jugando, realmente estábamos jugando horrible.

Ellos pegaron un tiro en el palo, nuestro arquero saco dos mano a mano terribles. Nosotros solo llegamos con un tiro de media distancia del número cinco. Nada más. Ya iban casi 35 minutos y estábamos condenados a ver como el campeonato nos iba a hacer pito catalán. Sin embargo el nueve nuestro entro al área, enganchó y, cuando iba a rematar el central rival, le pego un terrible planchazo… era un Penal, así con mayúscula. Pero el árbitro no lo vio. ¡Para qué! Estallamos en una catarata de puteadas.

—¡¡¡Hijo de puta!!! ¡¡¡Ladrón, ladrón!!!! —me reventó la puteada en la garganta y me retumbo en toda la cabeza. Mientras agitaba el brazo enérgicamente.
—Tranquilo papá —me agarro del brazo mi hijo e intentaba llevarme de nuevo a que me siente— te va a hacer mal. Cálmate por favor.
—Pero no ves Nicolás lo que nos robó este hijo de puta, nos cago, nos afano la ilusión —conteste yo casi llorando con toda mi cara roja. Estaba completamente fuera de mí. — ¡Hijo de puta! ¡Toda una vida esperando esto para que este sinvergüenza nos robe! ¡Hijo de puta!

A todo esto, nuestro delantero había quedado medio drogui del dolor y lo tenían que sustituir. Yo pensé que iba a entrar el cabezón Estrada, era un pibe de inferiores que ya había hecho varios goles este torneo. Pero no, entro un joven de barba y pelo largo, la verdad que nunca lo había visto. Era flaquito como un piolín y tenía dos piernitas que más que correr se ondulaban en el viento. Tenía medio pinta de hippie. Se parecía a esas estampitas de Jesús en la cruz. La verdad que no sabía quién era ese muchacho y me daba vergüenza preguntar quién era. Por ahí era conocido y yo no me acordaba y si sos viejo y preguntás algo que es obvio quedás como un viejo esclerótico y boludo. Yo había venido a la mayoría de los partidos este torneo y la verdad que no me acordaba de este pibe. Por estar perdidos en estos pensamientos me perdí el nombre cuando lo dijeron en los altoparlantes. Me iba a quedar con la duda.

El recién ingresado se movía bastante bien. En la primera que toco hizo algo exquisito, la puso bajo la suela, tiro un caño y se mandó al ataque. Era él solo contra todo el equipo rival, si uno se detenía a verlo parecía un pequeño Via Crucis, un era un Cristo con pelota esquivando los latigazos de los rivales. Le costaba seguir con la pelota, se caía una y otra vez pero no perdía la pelota, la defendía con la vida y se la seguía llevando, el dos de ellos, que antes había sacado de la cancha a nuestro nueve titular, ahora le tiró una guadañazo terrible. El pobre Cristo cayó como fulminado pero todavía tenía la pelota ¡Cómo se la aguantaba el desgraciado! Llego al área, de un lado lo tenía al dos agarrándolo bruscamente del pelo y del otro al seis tironeándole la camiseta, el arquero salió con las dos piernas para adelante como para matarlo, sin embargo el pibe de barba se la pico por arriba…

¡Gooooool! La puta que lo parió, ¡era gol! La pelota entró, ¡éramos campeones, carajo! ¡Cuánta alegría! De tanta emoción junta me apretaba las sienes y el brazo que me había golpeado antes con el portón de casa me dolía más, pero qué joder, no me importa nada. Por primera vez en la historia estábamos saliendo campeones, para todos esos tarados que nos llamaban “vírgenes” métanse esa palabra en el culo ahora, viejo. Un grande el pibe de barba al que no le tenía fe. No sé de donde salió tanta gente pero nos abrazamos entre todos, era el abrazo grupal más hermoso del mundo, del quilombo que hubo lo perdí de vista hasta a mi pibe, pero que lindo fue. Creo que nunca estuve tan feliz, miraba para todos lados y veía solo sonrisas, todos éramos felices.

Cuando miro a mi izquierda, veo algo realmente increíble de ver ¡Es mi viejo! La puta que lo parió enloquecí de la emoción. Me pego el Alzheimer de golpe. Sacudo la cabeza como para que algo se acomode adentro. Pero no, es mi viejo o es un doble o estoy loquísimo. Me acerco a él.

— ¿Vi-viejo? —Tartamudeé del cagazo o no sé de qué— ¿Sos vos o estoy loco?
— ¡Carlitos querido! — me respondió él y si ¡era mi viejo! — ¿Cómo estas tanto tiempo, nene? No te la puedo creer mira como venimos a campeonar ahora, te dije que no me la iba a perder ¿Te acordás?

Sinceramente por mi mente pasaron miles y miles de cosas: que el vino que me tome con los ravioles me había pegado mal o que en esos momentos me había atacado con todo la arteriosclerosis o que el humo de los cigarros de marihuana que siempre solían fumarse en la popular había venido para acá. La mente es extraña y en los momentos más increíbles se va por las ramas. Estaba contentísimo, lo busque a mi hijo pero justo se había ido al baño, la figura de mi viejo ahí era muy real como para que sea una visión o algo creado por el poder de mi mente. Entonces lo abrace y si, era él ¡era el viejo! Esto es maravilloso, se me caían las lágrimas de la emoción, mi querido viejo, se me había ido hace 40 años por un cáncer de próstata ¡Y ahora estaba acá como si nada! Me puse a llorar como un nene y sentía que el pecho se me salía de la emoción. Era un sueño hermoso, sí, no había otra, estaba soñando, pero déjenme soñar, no me despierten nunca.

—Siempre el mismo mantequita vos eh —me dijo mi viejo mientras me daba palmaditas como tratando de calmarme —, llorás como un perejil, ponete contento Carlitos que vamos a salir campeones y estamos juntos para verlo, arriba nene, dale.

Yo seguía incrédulo, no podía creerlo, pero lo tocaba al viejo y era real, muy real, con su misma sonrisa campechana, con sus parpados arrugados, sus ojitos verdes alumbrando desde ahí adentro ¡la puta que hermoso sueño! ¡Que hermosa locura! Entonces lo veo venir a mi hijo, viene corriendo ¡Seguro vio al abuelo! Me abrazó y me dio un beso en la frente me miró y lloró, se había emocionado también, ¡qué lindo! Pero lo que veo ahora es increíble, es mi vieja ¡la vieja! A ella no le gustaba el futbol, seguro vino a hacerle la gamba a mi viejo, pero que hermoso, realmente esto es un sueño, campeones por primera vez, está mi viejo, está mi vieja, está mi hijo que no da más de la emoción y está llorando como desquiciado. No te lo puedo creer hermano, esto es una locura. Que hermoso sueño, por favor no me despierten, quiero que este sueño dure para siempre…

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El Club El Faro comunica su profundo dolor y pesar por el fallecimiento del socio vitalicio, don Carlos Burr, en el día de ayer mientras se llevaba a cabo el cotejo contra Progresista que finalizó empatado en cero. Lamentamos mucho su perdida, acompañamos en su dolor a todos sus familiares e informamos que sus restos serán velados en la sede social del club de 10 a 16 hs.


Antonio Schweinheim

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