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Hallan extraño mensaje del “más allá” en las paredes de la AFA que dice: “Me voy un par de años y me rompen toda la AFA, manga de boludos”.
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Mensajes. Los habría en la AFA. |
No son tiempos
tranquilos en la Asociación del Fútbol Argentino, a la crisis del manejo
político, la falta de dinero y de las
futuras modificaciones al estatuto, se le sumo un nuevo conflicto: el domingo
por la tarde encontraron varias paredes con leyendas pintadas que atribuyen a
un mensaje del más allá. Los empleados del lugar hallaron dichos mensajes y se
aterrorizaron. “Mira que acá hemos visto cada cosa terrorífica y a cada
personaje que daba miedo pero nunca nos asustamos, cuando vimos el mensaje la
verdad que nos cagamos en las patas” comentó un empleado del edificio de la
calle Viamonte. “Cuando entramos al edificio el lunes, sentíamos como olor a plata
quemada, primero pensamos que era la guita que generalmente quema la comisión
normalizadora en pagarle a periodistas, pero cuando vimos el mensaje no teníamos
dudas” se aterroriza otro empleado.
“Hijos de puta, inútiles,
me voy un par de años y chocan la AFA contra un cascote, manga de boludos, después
hablan del Tata Martino que chocaba Ferraris”, decía el mensaje escrito en las
paredes. “La verdad que el que escribió eso tiene razón, pero no tenemos ni
idea de quien habrá podido ser ¿Don Julio? Nah no creo, si Grondona quisiera
hacernos llegar algún mensaje nos hubiera puesto algún arbitro en contra,
apretando algún dirigente o congelado los fondos, él se comunicaba así y no
mediante telegramas boludos en paredes” se desligo del problema un integrante
de la comisión normalizadora.
Las mejores frases futboleras de enero. Sexta parte.
"Yo
estoy convencido que seremos campeones, me falta convencer a los
jugadores"
Edgardo Bauza, autoconvencido.
"La AFA
es la casa de los Locos Addams"
Diego Armando Maradona, loco.
“El que vaya
a decidir quién será el presidente de AFA, tendrá que tener en cuenta mi voto,
porque va a pesar muchísimo"
Diego Armando Maradona, pesado.
“Veré si Angelici
tiene tiempo para unos mates, pero que se afeite, que no se haga el pendejo”
Juan Román Riquelme, coiffeur.
"Para
mí esta guerra no existe. No puedes comparar jugadores. Cristiano es Cristiano
y Messi es Messi. Los dos somos grandes jugadores individual y
colectivamente"
Cristiano Ronaldo, cagandole la venta de humo al periodismo.
"Cuando
escuchas las preguntas parece que estamos últimos, que nos jugamos el descenso.
Yo no estoy preocupado y el vestuario está muy animado"
Zinedine Zidane, preocupado por la posible llegada de Caruso al Real.
"Boca
está dispuesto a parar todo el semestre"
Daniel Angelici, vago.
"He
ganado una lucha de muchos años. Jamás voy a ser panqueque, no voy a cambir mis
ideas ni mis ideales. Luché contra la FIFA casi 30 años y hoy te puedo asegurar
que estamos armando equipo muy lindo, con Boban, Van Basten, Infantino"
Diego Maradona, entrenador.
“La que más
quiere que ataje ahí es mi tía. Su sueño es verme en Boca”
Agustín Rossi, sobrino.
"Todos
tenemos la paciencia por el piso, mi familia, mi yerno, mis cuñados. La tenemos
muy por el piso”
Ariel Holan, familiar.
Frases tomadas desde el 15 al 27/01/2017
Sábados de Fontanarrosa. Hoy: Chistes de verano, segunda parte.
La semana pasada pusimos algunos chistes de verano de la pluma de Fontanarrosa, esta es la segunda entrega.
El equipo del bar de la esquina.
Juan se frotó la cabeza con ambas manos, como no pudiendo
creer lo que pasaba. Era la cuarta derrota al hilo en el campeonato. El sueño
del ascenso se iba diluyendo y comenzaba a tambalear en el cargo. No podía
entender lo que ocurría, tenía los mejores jugadores de la categoría. Ravelli
que había venido de Peñarol, Medina que era un jugadorazo pero en River no
tenía lugar, un lateral como Vásquez, que vino a préstamo de Boca y que se
proyectaba como ninguno, dos delanteros con una capacidad goleadora increíble:
Tales y el hueso Rodolfo… No entendía como no funcionaba nada. Y encima no era
un equipo mansito: contra El Porvenir, por ejemplo, tuvo doce situaciones de
gol, contra tres del conjunto de Gerli que término ganando 2-0. Contra Armenio
lo mismo, un vendaval en el ataque pero no lograba convertir… y, cuando
convertía, el rival lo embocaba tres o cuatro veces.
Juan Fontana o el “Mencho” como le decían por su parecido con Medina
Bello, ya no sabía qué hacer. Probó de todo en diez partidos: dos nueves, uno
por adentro uno por afuera, 4-3-3, 3-5-2, 4-4-2… y nada. De diez partidos gano
uno, empato tres y perdió seis, con el agravante de los tres últimos en fila.
“Mire Fontana, nosotros respetamos a los entrenadores, sobre todo cuando han
sido ídolos de esta institución, pero los plazos se acortan y los objetivos no
se cumplen. No lo tome como una advertencia ni como una amenaza, pero fíjese
qué hace” fueron las crueles, duras palabras de Mambertti, el presidente del
club. No era ni una advertencia ni una amenaza, era algo peor, un despido
encubierto, o quizás un apriete para que renuncie. El Mencho salió de esa
reunión con la cabeza en otro lado. Estuvo como ido un par de minutos, veía
pero estaba ciego. Busco oxígeno, bajó las escaleras, se metió por el vestuario
y salió a la cancha. Era una hermosa tarde primaveral con rasgos otoñales.
Estando casi al lado de donde se infla generalmente la manga, extendió los
brazos y tomo aire, vio el banco de suplentes y fue a sentarse. Se prendió un
cigarrillo y entre pitada y pitada, suspiraba. A lo lejos, en el otro lateral
de la cancha, estaba el canchero pintando una de las líneas de cal, silbando un viejo
tango. Sintió tristeza. No había podido lograr el ascenso como jugador. Doce
largos años intentando ascender con ese equipo, como un moscón que repiquetea
contra un vidrio. Lo más lejos que llegó fue a una semifinal en los viejos
octogonales. Morón lo goleo. Cuando colgó los botines juró hacerlo ascender
como entrenador. Esta era su primera experiencia al frente de un equipo. Tal
vez sea la última también; cuando sos técnico en el ascenso y te va mal,
desaparecés. El sistema perverso del ascenso. Te rajan. Chau. Ni siquiera
quedas con los juveniles porque ahí hay gente desde hace décadas. Te vas al
olvido. A Juan se le arremolinaban los
recuerdos. El gol que le hizo a Tristán Suarez en aquel arco para salvarse del
descenso… aquella vez tuvo que hacer de arquero improvisado porque se quedaron
sin cambios y el loco Sevilla se había ido expulsado…
—Es así maestro, si la pelotita no entra, fuistes —dijo el
canchero arrastrando una “s” innecesaria en la palabra. El Mencho lo miro como
desorientado, todavía no había salido de sus recuerdos, le pareció que el
canchero estaba más lejos la última vez que lo vio. Ahora estaba a su lado.
—Es así viejo, es así —dijo por fin con un suspiro
— ¿Sabe lo que pasa, don? Ustedes, los técnicos, estudian
mucho pero no saben nada. Ustedes piensan que porque fueron jugadores o se
recibieron de DT, saben todo.
—Puede ser —respondió el Mencho casi sin ánimo. Estaba con
la guardia muy baja, en otros tiempos le hubiese saltado a la yugular a
cualquiera por esos dichos.
—No lo quise ofender —comento el canchero admitiendo su
dureza anterior—, pero lo que le digo es verdad, usted fue un gran jugador…
—Pero soy un técnico horrible —corto amargamente el Mencho.
—Tampoco es para tanto, pasa que ustedes son muy teóricos. Y
son muy caprichosos.
— ¿Yo caprichoso? —Se ofusco el entrenador— Cambié de
estrategia todos los partidos y ninguna resulto…
—Usted cambio de estrategia solito, sin consultar a nadie
— ¿Y a quien le voy a consultar? —se encogió de hombros el
Mencho.
—A nosotros, a los hinchas. Ustedes son como los políticos,
hermano —dijo el canchero alzando los brazos—, si los políticos escucharan al
pueblo seriamos felices. Si ustedes los entrenadores le preguntaran a los
hinchas, yo le puedo asegurar que vamos a tener un mejor fútbol.
— ¿A quién le voy a preguntar? Yo me llego a acercar a la
platea o a la popular y me putean…
—En el bar de la esquina, don Mencho —dijo el canchero, como
si revelase alguna fórmula secreta— todas las santas noches nos juntamos a
charlar de futbol ahí. Creo que ni el Menotti ni el Bilardo hablaron en su vida
tanto de futbol como nosotros. Nosotros mamamos de chicos este club. Es nuestra
vida, usted es un ídolo pero nosotros conocemos palmo a palmo esto, estamos acá desde pibes.
—Lléveme ahí, ayúdeme, me queda un único partido.
—Noooo, si usted llega a aparecerse por ahí, los muchachos
no hablan, se cagan encima. No se van a sentir libres de hablar.
—Me pongo lejos, los escucho de lejos, no sé. Estoy
desesperado. Yo amo este club, no me quiero ir… haría cualquier cosa.
—Yo lo voy a ayudar porque a usted lo aprecio, pero desde ya
le digo que usted tiene muchos errores y tiene que aceptarlos. Tales y Rodolfo
siempre juegan encimados, se estorban. Un desastre eso.
—Pero los cambié de posición como siete veces en diez
partidos…
—Ah, eso es lo que ve usted desde el banco. Yo le aseguro
que todos los hinchas comentamos eso desde su llegada.
—Bueno, dígame que más.
— Vásquez sube pero nunca baja… —dijo mientras se rascaba la
cabeza con la visera de la gorra— Son muchas cosas, los muchachos le tienen que
decir. Vamos a hacer una cosa. Hoy es lunes, el partido es el sábado. Desde hoy
al viernes voy a ir al bar como todos los días a hablar con los muchachos y voy
a grabar las conversaciones, así de sopetón sin que se enteren y no se
abataten. Todos los días a esta hora voy a traerle el casete, usted lo escucha
y va cambiando todo. Yo creo que es una linda experiencia ¿no le parece?
—Mire, yo esto jugado. La verdad es que vine acá para tomar
coraje y renunciar mañana o pasado. Pero si escuchando al hincha puedo poner
alguna variante y mejorar, rasguñar un empate y aguantar un partido más, yo le juro que sigo todo al pie de la letra. Si
total ya estoy perdido…
—No sea tan tremendo, hombre, mañana esté por acá a esta
hora que le traigo la primer escucha, somos como espías—dijo riéndose el
canchero
—Dígame si le tengo que pagar algo, una ronda de ginebra a
los muchachos.
—Despreocúpese, ellos no van a saber nada, además yo me doy
por bien pagado viendo ganar a mi equipo. Lo que si le voy a pedir un favor.
—Lo que quiera.
—No me tire los puchos dentro del campo de juego, cuesta un
huevo sacarlos —dijo el canchero despidiéndose del Mencho, que ya había vuelto
a encender otro cigarrillo.
Desde esa tarde el Mencho cambio completamente de ánimo.
Paso de estar triste y abatido a tener esperanza. Se llenó de optimismo. Al día
siguiente fue a ver al canchero, este le entregó un casete y se fue. El
entrenador fue corriendo hasta su auto y puso la cinta en el pasacasete. Lo que
comenzó a reproducirse era una típica charla de bar entre amigos. El ruido de
vasos, el bullicio general, voces de fondo. Se distinguía perfectamente la voz
de Miguel, el canchero y la de tres personas más. El entrenador apretó “eject”
y se dirigió lo más rápido posible a su casa. Estacionó el Ford Sierra, saludó
a su mujer y se metió en la cocina con un pequeño radiograbador, un lápiz y un
cuaderno a anotar todo. Los cuatro tipos que hablaban lo hacían con soltura y
hablaban de estrategias y planteos tácticos sin siquiera ser técnicos. Pero
también pasó algunos calores cuando denigraban su figura como entrenador.
— ¿Sabes lo que pasa? Que este Fontana es un pelotudo ¿Cómo
mierda va a poner a Medina, que ya está de vuelta?
—Debe tener un tongo con el representante, yo no sé porque
no lo pone al Chino Ávila que es una maravilla, el pibe.
—No seas malo con el Mencho, es una gloria —era la voz del
canchero la que se escuchaba— yo creo que le erra al armar el equipo
—Pero claro que se equivoca con eso. Los dos delanteros que
ponen se chocan como dos boludos.
—A Otero hay que ponerlo como a los viejos wines, a Roncatti
de 8 ¡Pero que va a hacer eso!
— ¡Este mamerto lo pone a Ochoa de cinco! El gordo no se
puede ni mover. Hay que poner doble cinco, Sosa y Ríos.
— ¿Doble cinco? Vos sos un cagón ¿Por qué no pones dos
arqueros, también?
Luego la charla se iba por discusiones vagas y banales. Pero
más allá de eso, el Mencho iba anotando como podía armar el equipo en base a
los dichos de los hinchas.
Al otro día y a la misma hora el entrenador se encontró con
el canchero. Nuevamente le dio un casete con una charla parecida a la anterior
pero que tocaban otras cuestiones técnicas. El Mencho no podía creer lo
equivocado que estaba al armar sus equipos y como los hinchas la tenían tan
clara. El resto de los días el entrenador fue acumulando casetes y nombres en
su cuaderno para armar al equipo. Rebozaba de optimismo, creía poder revertir
esa situación y tal vez si todo mejoraba, pensaba en nombrar un comité de
asesoramiento con estos hinchas de pura cepa. Algo inédito en la conducción
técnica.
El día del partido paró un equipo basado en los cinco
casetes que le había alcanzado Miguel, el canchero, un equipo del paladar del
hincha. Y Fontana lo notó, porque a la salida del equipo los hinchas alentaban
mucho más que en partidos anteriores. Estaba todo dado para ganar y dar vuelta
la historia.
El primer cachetazo llego a los cinco minutos: Sosa se
equivocó en la entrega y dejo muy mal parada a la defensa, Salaberry puso el
1-0. A los 15, Atlanta ya ganaba 3-0 gracias a errores infantiles. El Mencho
Fontana estaba sobre la línea de cal y lloraba como un nene. El primer tiempo
finalizo con la friolera de 5-0 en contra. Los jugadores entraron por la manga
en fila india luego de la masacre de esta primera parte. El entrenador
cabizbajo entro a lo último arrastrando los pies. No volvió a salir para el
segundo tiempo. Presentó la renuncia en el entretiempo. El encuentro finalizo
6-0 a favor de Atlanta. Nada más se supo del Mencho Fontana; el monstruo del
olvido, del cual se alimenta el ascenso, se lo devoro.
Esa noche se encontraron Miguel, el canchero con sus amigos
en el bar. Tristes y dolidos pero con mucha bronca por semejante derrota.
—Menos mal que se fue este hijo de puta, chorro.
—Vino a chapear con que era ídolo y a robar con eso...
—Mira que poner al Chino Ávila, un pibe. Lo quemó para
siempre —dijo uno de los muchachos mientras se prendía un pucho.
—Y ese Sosa es un paquete, yo no sé para que lo pone. Debe
tener un tongo con el representante.
—La cagó hermano, la cagó. Mirá que sacarlo a Medina, che.
El único que corría un poco.
—Rodolfo, tráeme otra ginebra —dijo Miguel, el canchero,
mientras miraba tristemente su vaso vacío.
Toni Schweinheim
Obra Publicada, expediente Nº 510614. Dirección Nacional del Derecho de Autor
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