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Más que plancha, fue la tintoreria entera
Faltaban seis minutos para que terminara el clasico entre San Lorenzo y River. Fue cuando Ortigoza le tiro una plancha terrible a Menseguez. Ortigoza ni espero la tarjeta roja, se fue solito. Derechito al Top Five de Ruggeri.
Las mejores frases futboleras de Febrero. Parte I.
“Lo peor ya
pasó, ahora hay que mirar para adelante y en estos cuatro meses seguir
manteniéndose en los puestos de ascenso, que es el objetivo”
Federico Insua, mantenido.
“Le costó,
pero Mostaza ya aprendió a decir bien mi nombre”
Esteban Saveljich, Niembro todavía no pudo.
"Por
suerte los jugadores están con muchas ganas. Vieron lo que es ganar y que se
acostumbren a ganar, porque siempre lo vamos a intentar. Es la forma que todos
quieren: el público, el entrenador y todos. Si seguimos en este camino, podemos
lograr cosas importantes"
Ramón Díaz, antes de que el GPS se le
descomponga y le erre al camino.
"Cuando
estaba casi todo arreglado con Newell's, me llamó Leo Messi para decirme que él
y Martino estaban muy contentos”
Ever Banega, adicto a Poringa.
"Uno no
pensaba venir, pero las cosas pasan por algo”
Ever Banega, amigo del Ravi Shankar.
"Los
partidos se ganan con goles"
Gastón Gil Romero, inteligente.
“No me voy
de la manera en que a uno le hubiera gustado pero ya pasó”
Mauro Matos, carnero.
“Todo lo que
hago es por los chicos. Sobre mi relación con Wanda prefiero no hablar"
Maxi López, corneta.
"Llegamos
con confianza pero la realidad empieza el domingo"
Fernando Cavenaghi, realista.
"Lo de
la barrabrava me parecía un tema menor. Estamos terminando la cancha e hicimos
cosas que no se hacían mucho. ¿Con buenos resultados deportivos puedo pagarle a
la barra y robar?"
Javier Cantero, levantando muertos.
"Teo
estuvo en River pensando que la práctica era allí. Salió para Ezeiza y se
enredó, y no pudo llegar. Son situaciones que se presentan, le pueden pasar a
cualquiera"
Teófilo Gutiérrez padre, tapando a su hijo.
"Quedé
en deuda con el hincha, pero no me fui como un chorro"
Daniel Passarella, inútil.
“Hay 20
candidatos”
Carlos Reinaldo Merlo, peronista.
“No a las
elecciones anticipadas. Cantero por siempre”
Bandera desplegada por los hinchas de Racing.
"Fue un
error mío. Estoy mal, muy mal. Me voy caliente porque son situaciones que no suceden
a menudo y cuando pasan, te vas mal"
Paulo Vigliano, ciego.
“El día del
Valencia no podía entender cómo un futbolista podía jugar tan
desapasionadamente al fútbol. Es como si llevara 15 años de matrimonio con el
fútbol y ya se ha aburrido”
Ángel Cappa, comprometido… con el promedio.
“Yo no sé si
será por la lesión o por lo que fuere, pero lo veo un poco apagado. Lo veo
cumpliendo su tarea profesionalmente. Cuando dicen que un jugador es un gran
profesional, yo prefiero que digan que es un gran amateur, porque el amateur
siente el fútbol desde las tripas y juega con esa pasión. Si el jugador cumple
como un profesional, deja de rendir”
Ángel Cappa, vendehumo amateur.
"No, la
verdad que no le di importancia a lo que dijo (Ángel) Cappa. No sé por qué dijo
eso. Estoy en un proceso de encontrarme mejor, poco a poco agarrar el ritmo que
yo quiero tener. A pesar no de hacer goles, venía teniendo buenos partidos en
participación. Ni a él ni a ninguno de los que hacen comentarios escucho, yo
juego, quiero rendir al máximo, sé lo que siento por el fútbol y nada más"
Lionel Messi, tirándole un caño a Cappa.
“Te rompe
las pelotas. Uno trabaja y vas dejando puntos por estas cosas. Hay decisiones
que hay que tomarlas dentro de la cancha. Si no tenés personalidad, no las
podés tomar”
Maximiliano Rodríguez, hinchado los huevos.
"Pienso
que Leo lleva 10 años en el primerísimo nivel y seríamos injustos si le pidiéramos
que jugara siempre igual”
Ángel Cappa, escondiendo los comentarios
anteriores.
“En
Argentina me han insultado de tal manera que mi abogado va a interponer
acciones legales contra gente que se ha pasado de la raya"
Ángel Cappa, según informo el abogado, le habría
llegado carta documentos a unos 40 millones de argentinos.
"Si
sirvió para motivarlo, lo voy a decir todas las semanas"
Ángel Cappa, cambiando rápido rápido de idea.
“Cuando la
pelota entra, estas flaco”
Fernando Cavenaghi, rellenito.
“Ojala sea
abierto”
Hernán Encina, refiriéndose a un bar a o al
partido contra Quilmes.
"No soy
más grande, son acusaciones falsas que se han atribuido a mí por personas que
no conozco"
Joseph Minala, geronte.
"Tengo
el derecho a defenderme de las falsas acusaciones. Lamento que todavía haya
algunos que piensen que soy un evasor"
Diego Armando Maradona, embarazador compulsivo.
"Hay un
ansiolítico muy famoso, que se lo tomen. No es mi problema"
Carlos Bianchi, Doctor.
"Me
llamaron para dirigir en la selección de Panamá"
Ricardo Caruso Lombardi, vendehumo de selección.
"Wenger
es un especialista en el fracaso"
José Mourinho, busca pleitos.
Frases tomadas desde el 01/02 al 14/02 inclusive.
Que alguien le avise al relator que ya se lo empataron...
Esto paso en la ultima fecha del Nacional B. Talleres de Córdoba se ponía 1-0 y conseguía tres puntos de oro. Tal vez por eso el relator, Matías Bárzola, se puso completamente eufórico con el gol de Gonzalo Klusener. El relator partidario de la T, de radio sucesos estaba chocho, desparramando frases de algarabía y festejos, con el corazón lleno de felicidad pero Almirante Brown empató enseguida, mientras el relator seguía poetícamente feliz por la victoria. Imperdible realmente. Gran hallazgo de Planeta Gol.
"El loco Cansino". De Roberto Fontanarrosa.
Cuentos de Fútbol, Fontanarrosa
Para que usted tenga una idea de qué tipo de futbolista era
ese muchacho, le cuento que jugaba llorando. Pero no le digo llorando porque
protestaba o porque se la pasaba quejándose a los árbitros o esas cosas que nos
han dado a los argentinos la fama de llorones, no.
El Loco Cansino lloraba en serio, con lágrimas,
desconsoladamente, mientras llevaba la pelota. Yo lo he visto. Parece algo
digno de risa pero créame que era una cosa bastante impresionante. Cómo
decirle... angustiante.
Cansino entraba a la cancha muy serio, no sé si concentrado
o qué, pero usted lo veía serio, el ceño fruncido, con la vista perdida sobre
el césped, parecía que no se fijaba ni en los adversarios ni en la gente que
había ido a la cancha. Y le aseguro que por ese entonces iba muchísima gente a
la cancha de Sparta, muchísima. Porque tenía un equipazo. Jugaban el Gringo
Talamone, el Negro Oroño, Sebastián Drappo, que después fue a Racing, la Garza
Olmedo, que era el arquero, y otros más que ahora escapan a mi memoria pero que
ya me voy a acordar.
Pero la figura, la figura, era Cansino sin duda alguna, el
Loco Cansino. Y mientras el partido iba bien, digamos, mientras no fueran
perdiendo, Cansino se mostraba normal, calmo, tranquilo. Jugaba ahí, en su
punta, participaba poco del juego, la pedía de vez en cuando, al estilo de los
viejos punteros derechos, que no se movían de al lado de la raya. Hasta daba la
impresión de ser un poco frío, de no interesarle demasiado el partido.
Pero si los rivales hacían un gol, se ponían en ventaja, ahí
Cansino se ponía a llorar.
No le voy a decir que se ponía a llorar de golpe, de
repente. Pero era una cosa como que entraba a hacer pucheros, a aspirar aire, a
fruncir la cara, y ya la gente empezaba a prestarle más atención a él que al
partido porque sabía que Cansino se iba a largar a llorar.
Era una cosa bastante dramática, permítame que le diga.
Bastante dramática.
"¡Aguante, Cansino! ¡No es nada, Loco, ya van a
empatar, no llores!" lo alentaban desde la tribuna, porque a la gente le
daba no sé qué verlo así, tan sentido. Pero se largaba a llorar nomás, como los
chicos. Y le cuento que Cansino, cuando pasó por Sparta ya andaba cerca de los
30, debía ser un muchacho de 28, 29 años.
Le juro que entonces, ya perdiendo uno a cero, se venía para
el medio, era como que no podía esperar a que la pelota le llegase a la punta.
Se venía para el medio y empezaba a conducir el juego, pero no dejaba de
llorar, desconsoladamente lloraba, daba pena verlo pobre muchacho. Era algo
desgarrador mirarlo correr con la pelota, levantando la cabeza para localizar a
sus compañeros, saltando sobre las barridas de los rivales y llorando a moco
tendido, la boca abierta, colorado por el esfuerzo, las venas del cuello
hinchadas a punto de reventar.
Lo notable es que los árbitros no sabían cómo tratarlo, no
hay en el reglamento ninguna regla que estipule que un jugador no puede jugar
llorando. Que no pueda insultar, sí, está contemplado, o gritarle al referí,
bueno, vaya y pase (o como ahora que no está permitido seguir si un jugador
está sangrando), pero nunca el reglamento dijo algo sobre un jugador que
llorara. Lo dejaban, entonces.
Me acuerdo que hubo un arbitro muy grandote, el Inglés
Mackinson, que la primera vez que lo vio así trató de consolarlo porque él
mismo, Mackinson, ya tenía los ojos enrojecidos, vidriosos. Vio usted que hay
gente que cuando ve llorar a otra persona, llora también. Paró el partido y le
habló, agarrándolo de un hombro, paternalmente.
Pero no hubo caso, Cansino se contuvo un momento, tratando de
aspirar hondo para cortar los sollozos; apenas reanudado el juego empezó de
nuevo a pucherear y enseguida volvió al llanto.
Se imagina que a la hinchada de Sparta la cosa mucho no le
gustaba porque era motivo de la risa de las otras hinchadas. De las risas y de
las cargadas. Si hasta llegaron a decirles " los llorones" a los
hinchas de Sparta, por causa de Cansino.
Por otra parte, en esos momentos era cuando Cansino,
desesperado por el resultado adverso, podía conseguir los milagros más
conmovedores, futbolísticamente hablando. Era ahí cuando se hacía dueño de la
pelota y podía dar vuelta un resultado con una facilidad asombrosa. Gambeteaba
de a cuatro, de a cinco rivales, hacía jugadas que yo, después, no he visto
hacerlas a nadie, podía dar vuelta un partido él solo aunque fuera perdiendo
por 3 ó 4 a o (cero).
Después, cuando Sparta lograba empatar, Cansino ya se
calmaba. Casi ni gritaba el gol del empate, le digo. Se abrazaba con sus
compañeros, eso sí, y se limpiaba los ojos con la manga de la camiseta. O con
un pañuelo mugriento que siempre llevaba en la media. En ocasiones los mismos
árbitros le alcanzaban un pañuelo y en una oportunidad lo vi secarse los ojos
con el banderín del córner luego de lanzar el centro que determinó la paridad
en el marcador.
"Escaso nivel de resistencia ante la adversidad",
así me lo definió el doctor Suárez una vez que le pregunté, preocupado, por el
caso de Cansino. Porque, indudablemente, como periodista deportivo del matutino
"Democracia", el caso me interesaba.
Consulté a Suárez, asimismo, y ya en otro orden de cosas, si
había alguna condición física, alguna anomalía incluso, que generara esa
capacidad que Cansino tenía para la gambeta. "A veces se presenta una
distorsión congénita -recuerdo perfectamente que me dijo el doctor Suárez,
médico del Sparta- que genera una apreciable diferencia entre un hemisferio del
cerebro y el otro, lo que produce en el paciente una distinta captación del
tiempo y el espacio. Esto, en algunos casos, motiva una distinta relación en el
equilibrio, y es por eso que Cansino puede intentar algunas cabriolas, o
recuperar la vertical en una forma totalmente imposible para el resto de los
mortales".
Alguna explicación de ese tipo debía de haber porque era
insólito lo que hacía este muchacho en la cancha. La ley de gravedad no parecía
existir para él y a veces uno sospechaba que tenía un radar de ésos que tienen
los murciélagos dada su capacidad para no chocar contra los objetos sólidos.
Pasaba entre una multitud de piernas, zigzagueando, sin tocarlas, cambiando el
ángulo de su carrera a medida que lo iban bloqueando, modificando incluso su
volumen corpóreo como si fuese líquido, como si fuese de mercurio, en procura
de evitar los choques.
Era, por supuesto, imprevisible, y por eso le decían
"El Loco". Podía arrancar, de pronto, hacia su propio arco, como si
hubiese perdido el sentido de la orientación, como esas tortugas que ante
explosiones atómicas han perdido la brújula genética que les indica dónde se
encuentra el mar. O, de repente, llegaba hasta la línea de fondo y echaba el
centro hacia el lado de afuera de la cancha, estrellándolo contra el alambrado.
Para no contar las veces en que, de repente, se iba de la cancha, murmurando
cosas, hablando solo, hasta meterse en el túnel.
Nadie se animaba a decirle nada porque, por sobre todas las
cosas, Cansino era muy manso, muy buen muchacho, muy dócil. Le digo esto porque
un par de veces yo fui a hacerle alguna entrevista a los entrenamientos y me
atendió con mucha cordialidad. Pero, eso era cierto, se le notaba que no era un
muchacho muy normal. O, digamos, yo ya comencé a percibir que, en él, se estaba
desencadenando lo que después terminó como terminó.
La primera vez que le hice un reportaje fue acá en el
centro, en el Hotel Italia, donde él paraba. Recuerdo que nos sentamos a tomar
un café y me esquivaba la mirada. Otro detalle que recuerdo perfectamente,
porque me impresionó mucho, fue que transpiraba. Transpiraba muchísimo, y era
pleno invierno. Yo le hice una pregunta y no me contestó, no me contestó nada.
Había empezado a mirarme con cierta molesta fijeza. Pensé
que no me quería contestar aquella pregunta que ya no recuerdo pero que, sin
duda, era una pregunta absolutamente convencional y tonta, como ser dónde había
nacido o cosa así. Intenté entonces con otra, que tampoco me contestó. Opté por
una tercera, ya francamente incómodo e inseguro: considere usted que yo era un
pibe de poco más de 20 años. A la quinta pregunta, Cansino modificó un poco su
postura en la silla, me señaló su oreja izquierda y me dijo: "Hábleme de
este lado, porque no escucho nada con el otro oído". Yo le había estado
hablando sobre el oído sordo.
De ahí en más pude hacerle la entrevista y me encontré con
la sorpresa de que era un hombre muy culto. Me habló de los inconvenientes que
debe superar un joven de clase trabajadora para acceder a los primeros niveles
en el orden del deporte, del fino y personalizado trabajo artesanal que hay en
la confección de una pelota de fútbol, del elevado porcentaje de lactosa que se
encuentra en un litro de leche de vaca y de la reconstrucción de la ciudad de
Constantinopla luego de haber sido destruida por la Cuarta Cruzada a los Santos
Lugares.
Era un poco errático en materia de conversación, lo admito,
pero muy interesante. Lo del oído lo comenté después con el doctor Suárez y él
me corroboró que ese tipo de disminución auditiva influía en gran medida en el
sentido del equilibrio, tema que ya habíamos tocado en relación con la gambeta.
Había algo inconexo en él; debido a eso, había un quiebre del equilibrio o de
la inercia que lo hacía imprevisible.
En aquel campeonato regional del año 37, gracias a Cansino,
Sparta se prendió en las primeras posiciones, cosa que nunca había conseguido.
Pero a medida que se acercaba la definición del campeonato, la conducta de
Cansino se hizo más y más extraña. Nunca se mostró agresivo o violento, pero
siempre daba la nota con algún detalle fuera de lo común o medio raro. Salía a
la cancha, por ejemplo, con una toalla rodeándole el cuello, como si recién se
hubiera bañado. Había referís que se la hacían quitar, otros se hacían los
distraídos, pero no era un detalle que pasara desapercibido pese a que le estoy
hablando de una época en que los árbitros dirigían con saco y, a veces, los
arqueros usaban sombrero, pero sombrero de fieltro, funyi.
Por esa época, Cansino empezó a escuchar voces, afirmaba que
escuchaba voces que le hablaban en otros idiomas. Y lo que era más raro, las
escuchaba en el oído sordo. En Sparta lo tenían entre algodones, preservándolo
para la final, especialmente el ingeniero Wernicke, el presidente del club.
Wernicke, muy preocupado, me decía: "Yo fui el que lo traje al club. Y
cuando lo contraté sabía que le decían "El Loco", como se les dice a
tantos wines derechos, pero no sabía que era loco de verdad".
Hacía bien en preocuparse Wernicke, quien además quería
mucho a Cansino. En la semana previa al partido final contra Deportivo
Federación, Cansino empeoró. Lo encontraron una noche caminando desnudo por las
terrazas en la manzana de la pensión donde vivía. Dijo que estaba entrenando. O
caminaba por calle Córdoba señalando con dedo índice hacia el cielo,
vocalizando como si hablara pero sin emitir sonido. La gente no le decía nada
porque lo reconocían. Lo reconocían porque andaba siempre con la camiseta de
Sparta puesta, debajo del saco y la corbata.
Dos días antes del partido me enteré que lo habían llevado a
un manicomio. Una cosa muy mesurada, hecha bajo cuerda para que no tomara
estado público, pero con la intención de que lo trataran, lo sedaran,
procurando que para el domingo estuviera bien. Un tratamiento rápido, por
supuesto, de shock se diría ahora.
El sábado lo fui a ver, con una curiosidad más humana que
periodística. Le estoy hablando de una época en que había menos canibalismo
periodístico, no existía esa compulsión hacia los escándalos y las noticias
rimbombantes. De ser así... ¿cuántos periodistas hubieran dado lo que no tenían
para disponer de una primicia como la que yo sabía, revelada por el propio
presidente del club?
Me fui a Oliveros, entonces, donde había por entonces, una
pequeña casa de reposo, de salud. Y ahí estaba Cansino. Le habían hecho un
tratamiento de electroshock que le había chamuscado casi todo el pelo. Él tenía
un pelo bastante mota, renegrido y, cuando yo llegué, todavía le humeaba. Se
imagina usted que, por esos años, no había un cabal conocimiento del manejo de
la energía eléctrica y esos tratamientos se hacían un poco a lo bestia. Le
conectaban unos alambres, le humedecían la ropa para que hubiera una mejor
transmisión de la corriente y ahí le sacudían. Cuatro, cinco veces, las que
fueran necesarias. El doctor que estaba a cargo del establecimiento me dijo que
también le habían suministrado unas inyecciones de láudano, tilo y mercurio,
para tranquilizarlo. También me contó que indudablemente la práctica del fútbol
había empeorado la disfunción mental de Cansino, aquella descoordinación entre
un hemisferio cerebral y el otro, de la cual me había hablado Suárez.
"Cada vez que este muchacho va a cabecear, y cabecea
-me dijo-, el cimbronazo del impacto descoloca un poco más la armonía entre un
hemisferio y el otro, haciendo más grande la grieta entre ambos".
De todos modos, la verdad es que Cansino lucía tranquilo,
calmo. Se paseaba entre los otros pacientes con una sonrisita por esa especie
de parque que tenía la clínica. Me reconoció enseguida y fue muy cordial
conmigo. Me dijo que iba a jugar al día siguiente, que estaba perfecto. Me
preguntó si yo sabía idiomas, porque creía reconocer la voz mía entre las voces
que solía escuchar, habiéndole en portugués. Le dije que no, que
lamentablemente sólo hablaba castellano. Incluso en un rasgo de sensatez me
consultó cuál sería la formación del equipo de Sportivo Federación al día
siguiente, y si había llegado al país en el dirigible Hindenburg. Ahí la
pifiaba feo porque Federación era un club de acá nomás, de Roldan. Pero no lo
encontré mal, dentro de todo.
Al día siguiente, el domingo, fui a la cancha. Había un
gentío impresionante. Era la final, creo que ya le dije. Y el Loco Cansino
salió con el equipo, lo que provocó una algarabía enorme entre la hinchada de
Sparta porque algo había trascendido sobre su internación y había rumores de
que no iba a jugar. Humeaba un poco, todavía, o al menos así me pareció a mí,
pero también es posible que haya sido ese vapor que se desprende de los
jugadores cuando están transpirados por el calentamiento previo y salen al frío
del invierno.
Eso sí, lo noté algo descoordinado en los movimientos. Se
hizo la señal de la cruz -yo no sabía que era tan católico- tocándose la
frente, un hombro, una cadera, la rodilla derecha y el otro hombro. Luego se le
producía un estremecimiento facial, una contracción como la que ocurre cuando
uno bebe algo muy ácido. Pero estaba bien.
La cuestión es que empezó el partido y Federación metió un
gol, así nomás, de arranque. Y, por supuesto, curado o no curado, contenido o
no contenido, el Loco se largó a llorar, lo que produjo la burla, la cargada,
el sarcasmo de la hinchada rival que había llegado en buen número.
Era algo contradictorio porque, como ya le he contado, Cansino
lloraba y metía pierna como el que más, trababa más fuerte que ninguno y
gambeteaba a cuanto rival se le cruzara. Sin embargo, todo su esfuerzo fue en
vano. Cerca del final del primer tiempo, Federación metió el segundo gol. Era
más equipo, buscar otras explicaciones sería faltar a la verdad. Más equipo.
Empieza el segundo tiempo y el Loco estaba desatado.
Lloraba y metía centros, lloraba y pateaba al arco, lloraba
y eludía a los adversarios. Cerca de los 20 minutos hizo una jugada bárbara y
se metió en el arco con pelota y todo: 2 a 1.
En eso, yo, que estaba agarrado al alambrado, cerca de los
palcos para la prensa y las autoridades, entre el griterío de la gente escucho
una sirena. Me doy vuelta y veo llegar, por detrás del estadio, una ambulancia,
a toda velocidad. Enseguida entran al estadio un par de enfermeros, con el
médico que yo había conocido en la casa de salud de Oliveros y se dirigen
corriendo hacia el palco del ingeniero Wernicke. Me acerco, entonces, a riesgo
de que me consideraran un entrometido. Y escucho que el médico le cuenta al
ingeniero que Cansino había matado a uno de los pacientes de la clínica. Se
suponía que lo había degollado con un vidrio durante la noche, pero había
escondido el cuerpo bajo la cama de su propia habitación y los enfermeros
recién lo encontraron al mediodía, cuando a Cansino ya le habían permitido
volver a Rosario para jugar el partido. Según el médico, había que encerrarlo
de inmediato porque era muy peligroso.
Yo vi la cara del presidente y comprendí de inmediato el
intenso conflicto emocional que lo invadía en esos momentos. Cansino era
fundamental para alcanzar el empate que les permitiría consagrarse campeones.
Le pidió, entonces, le rogó, al médico, que le diera a Cansino diez minutos más
de libertad. El médico accedió, en parte porque le gustaba el fútbol, y en
parte porque estaba esperando la llegada de la policía para dominar a Cansino.
Diez minutos después, exactamente diez minutos después,
Cansino hizo otra jugada extraordinaria y le sirvió el gol al Valija Molina, un
nueve grandote que era muy bruto pero que siempre la empujaba adentro. Molina
hizo el gol y, automáticamente, toda la hinchada de Sparta invadió la cancha,
para festejar.
Fue lo que aprovecharon la policía y los enfermeros, junto
con nosotros, para correr hacia donde todos los jugadores de Sparta celebraban
apilados: una decisión providencial, creo. Cuando llegamos hasta la montaña de
jugadores, debajo de dos o tres de ellos, Cansino, rojo, desencajado, estaba
estrangulando a Sturam, al petiso Sturam, el cuatro de su propio equipo con un
alambre de enfardar.
Se le tiraron encima los enfermeros, los policías y hasta el
presidente mismo para contenerlo. Después la prensa, desinformada, acusó a la
policía de parcialidad manifiesta por unirse en el festejo de la conquista. Lo
cierto es que, en el remolino de gente, lo agarraron a Cansino entre muchos y
se lo llevaron para el túnel.
El partido no pudo reanudarse, había mucha gente dentro de
la cancha y en realidad faltaban nada más que dos minutos. Entre la algarabía
de la hinchada, yo escuché las sirenas de las ambulancias y de la policía
alejándose. Fue la última vez que pude ver a Cansino. El club notificó luego
que lo habían vendido a Montevideo, hubo trascendidos de que se había retirado
del fútbol. Pero lo cierto es que nadie supo nada más de él.
Quedó como un héroe, eso sí. Vaya usted y pregunte a los
viejos hinchas de Sparta por el Loco Cansino y todos se van a llenar la boca de
elogios hablándole de él. Yo estuve tentado un par de veces de irme para
Oliveros porque tenía la sospecha de que lo habían vuelto a encerrar allí. Pero
vio cómo son estas cosas, va pasando el tiempo, uno se ocupa de otras cosas, y
al final no va nunca. Pero... qué wing derecho era el Loco... Qué wing derecho.
Roberto Fontanarrosa
El Antiquipo de la semana (21/02 al 28/02)
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Click sobre la imagen para agrandar. |
Arriba: Gerardo Martino (Entrenador del Barcelona,
cuestionado, odiado por la prensa española); Marcos
Rojo (Jugador fetiche de Sabella, paquete de yerba, bolsa de papas,
preso político); Carlos Reinaldo Merlo (Entrenador
de Racing, cabulero, desilusionado); Matías Almeyda (Entrenador de Banfield,
Pepguardiolista, bajonero); Diego Pozo (Ex
arquero de la Selección Nacional, extraditable)
Abajo: Ramón Díaz (Entrenador de River, cuestionado); Teófilo Gutiérrez (Delantero de River, pistolero,
cuestionado); Omar De Felippe (Entrenador de
Independiente, remador profesional); Barras brava (Termos
violentos); Jonathan Fabbro (Jugador de River, colgado);
Julio Grondona (Patrón del mal).
Selección
No fue una semana fácil para Gerardo
Martino. El entrenador del Barcelona además de soportar la presión de la
prensa española, tuvo un traspié en la liga y perdió la punta. A pesar de que
el equipo culé se encuentra a solo tres puntos del Real Madrid y que tiene un
pie en los Cuartos de la Champions League, la prensa española ya le salió a
buscar sucesor, los cuales van desde Luis Enrique a Jürgen Klopp pasando por
Diego Simeone. Se supo que la dirigencia blaugrana quiere renovarle hasta el
2015, sin embargo los medios deslizaron que el “Tata” habría pedido ciertas
condiciones.
El jugador fetiche de Alejandro Sabella, Marcos Rojo, tuvo un quilombito judicial y quedo
imputado en una causa por lesiones graves y amenazas. Al parecer, Rojo le
habría partido en la cabeza una botella a Juan Pablo Gómez, "causándole
lesiones en su cara, cuerpo y antebrazo", y también a Juan Pedro Céliz. El
tema es que si Rojo vuelve a la argentina no podría salir del país. La algarabía
se hizo presente en muchos hinchas argentinos, quienes piden a gritos que lo
convoquen a Rojo para el próximo amistoso que se realice en la Argentina. Luego
de esta noticia, los equipos de Brasil, Alemania y España hicieron llegar su
rechazo a la justicia argentina.
Y Racing parece que no levanta cabeza. Desde que goleo a
Colón de Santa Fe que no gano más. Perdió tres partidos y empato con All Boys.
Los murmullos en contra de “Mostaza” Merlo ya
comienzan a elevarse y el mismo entrenador salió a aclarar que “no piensa dar
un paso al costado”. Si bien Racing no está comprometido con el promedio, lo
que se le endilga al director técnico es que los jugadores no le responden, a
pesar de que haya hecho un buen torneo de verano.
Volvió a perder Banfield, el conjunto de Matías Jesús Almeyda perdió contra Sportivo Belgrano
el domingo pasado y luego contra Gimnasia de Jujuy. Ambos encuentros los perdió
faltando no más de cinco minutos de juego. Al entrenador le critican los últimos
cambios que viene haciendo. Si bien al “pelado” no le reprochan nada
—recordemos que Banfield esta primero cómodo en el Nacional B—, Defensa y
Justicia ya arrimo el bochín y se puso a tres puntos. Sin embargo, en una
semana dejo escapar una chance inmejorable de alejarse a ocho puntos del
segundo, que es Defensa y Justicia, a quedar a tan solo tres puntos. A pesar de
ello, el cuarto equipo está a 10 puntos del Taladro, pero no hay olvidar el bajón
que tuvo el equipo del alumno argentino de Guardiola durante la primera rueda, bajón
que le permitió a Defensa estar puntero un par de fechas. Y justamente uno de
los tres que hasta ahora estaría ascendiendo es el Independiente de Omar De Felippe. Pero la cosa no está bien en el rojo.
El empate ante Aldosivi había dejado un sabor amargo, sin embargo luego
perdieron Banfield y Defensa, por lo que el empate no fue del todo malo. Pero la
cosa es que contra Atlético Tucumán se comió una verdadera paliza. El conjunto
tucumano le gano en todas las líneas y hasta pudo hacerle más goles.
Obviamente, la gente comenzó a impacientarse y le dieron duro al equipo, que a
pesar de estar tercero, no encuentra el rumbo.
Diego Pozo, ex arquero de la selección
argentina del mundial 2010, también tiene quilombos legales. El hoy arquero del
Rangers chileno tiene pedido de la justicia paraguaya: ordenaron su captura
internacional por unos incidentes con la policía hace dos años, cuando Colón se
enfrentaba a Cerro Porteño por la Copa Sudamericana. Partido que término con
incidentes entre jugadores, policías e hinchas. La justicia de Paraguay parece
ser que compite con la justicia argentina para ver cuál es más lenta…
River no la está pasando bien y Ramón
Díaz ya está siendo cuestionado. El pasado domingo cayo por tres a uno
contra Colón y al riojano lo “mataron” por el sistema defensivo que utilizo. La
cosa no termino ahí, ya que Ramón se calentó con los jugadores por la poca
actitud que tuvieron en dicho enfrentamiento. Si bien El torneo recién empieza
y River está a 5 de los punteros, la gente se impacienta. D’Onofrio ya dijo “diplomáticamente”
que si Ramón no le ve salida, seguramente dará un paso al costado. Muchos le
critican que al entrenador le dieron los gustos en cuanto a los refuerzos de la
“etapa Passarella”, recordemos como Ramón hincho las bolas por Jonathan Fabbro, jugador que hoy está colgado y que ya
no será tenido en cuenta. Hecho por el cual su hermano y representante putea
por Twitter, al igual que lo hizo su hermana tiempo atrás. Otro jugador que no
le rindió al riojano es Teófilo Gutiérrez,
durante el partido mencionado anteriormente, el delantero fue cambiado en el
entre tiempo luego de que Emiliano le diga: “Dale Teo corre la concha de tu
madre”, ante la parsimonia del jugador. Dicen que ahora lo van a colgar por
esta “pelea” con Emiliano, quien se peleó con más delanteros que Schiavi en
toda su carrera.
Esta semana fue baleada la casa de Oscar Ferreyra, hasta ese momento presidente
de Los Andes. Luego él y toda la Comisión Directiva renuncio, dejando al club
en una acefalia. El tema de la violencia con los barras
no es nueva y el ex presidente de los “mil rayitas” dejo una frase que
es algo que todos ya sabemos: "La AFA y la política miran para otro
lado". Como si fuese poco, Julio Grondona confirmo esto último, cuando un
periodista le pregunto sobre los barras bravas. "Qué tiene que ver la
autoridad de AFA con esto. Hacete cargo vos. Ustedes son parte", fue la
respuesta de don Julio, obviamente mirando para otro lado.
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