Slider[Style1]

Style2

Style3[OneLeft]

Style3[OneRight]

Style4

Style5

Luego del éxito comercial del “Black Friday” y el “Cyber Monday” llega el “Smoke Summer” con importantes rebajas en jugadores rotos, desconocidos y semiretirados

Mucho humo. Habría en Verano
El “Black Friday” o “viernes negro” es una idea originaria de Estados Unidos, dia en el cual se da por “inicio” a la temporada de compras navideñas, es el primer viernes luego del día de acción de gracias. “No creo que sea una invasión yanqui, por ejemplo en maiame está lleno de parrillas argentinas, esto del comercio es un beneficio, aprovecho la ocasión para mandarle un saludo a la parrilla argentina en 27 estrit, en maiame”, opina Ferdinando Niembrouski, presidente honorario de la cámara de mercenarios. En ese día se realizan diversas rebajas de productos, este año fue el 29 de Noviembre y la Argentina lo “celebro” por segunda vez este día, el cual fue llevado adelante en el país por la Camara Argentina de Comercio Electrónico (CAME); así mismo también se llevó a cabo el “Cyber Monday”, también nacido en tierras estadounidenses, donde en ese lunes se realizan descuentos en la compra electrónica de productos de los sitios y/o comercios adheridos.

El fútbol no está exento tampoco de estos días de “promociones”. Ahora con el comienzo de las vacaciones y por ende la apertura del mercado de pases, ya está en pleno estudio una nueva idea revolucionaria: El Smoke Summer. “En esto de las ventas tenés que estar siempre un paso adelante, con esta nueva idea planeamos vender casi todo el stock disponible. Vamos a poner con un 40% de descuento a jugadores semiretirados, desconocidos y/o a punto de romperse. Con esta gran idea podes repatriar a un argentino que jugo tres minutos en la Primera D y ahora está en Moldavia o Nueva Guinea, como si fuese el nuevo Van Basten” comenta un representante mientras se refriega las manos. “Decidimos ponerle el nombre de ‘Smoke Summer’, porque todos los veranos el mercado de pases es más humo que otra cosa. Vamos a ir publicando las ofertas desde el diario olé, ellos ya venían haciendo esto del Smoke Summer años tras año” explica un intermediario mientras se prende un habano con un billete de cien dólares.

Gareca ya encontró trabajo.

Como modelo de tintura...

¡Hasta siempre Dr. Tangalanga!

Muchas veces al Dr. Tangalanga lo daban por muerto en Twitter, esta vez no fue una joda. El humorista,Julio Victorio De Rissio, nombre real de Tangalanga, dejo de existir hoy a los 97 años. Varias generaciones conocieron sus "bromas pesadas" por teléfono, desde que allá lejos y hace tiempo en la década del '80 circulaban sus cassettes de mano a mano, hasta sus memorables puestas en escena en el teatro y en el paseo la plaza, luego de pasar por Peor es Nada o lo de Susana Gimenez. Desde acá este pequeño homenaje.

Frases futboleras de Diciembre. Parte I.

“Nos vamos tristes”
Juan Sánchez Miño, emo.

“Hoy dimos una muestra de que podemos, con mucha actitud. Contra un rival muy difícil, con jugadores que trabajan mucho, en casa hicimos lo nuestro y la gente se va contenta”
Teo Gutiérrez, autista.

"(Spolli) Me dijo negro de mierda"
Mario Balotelli, discriminado.

"Por eso fui a tomar un café y en el bar me encontré a Segura y a Lunati, coincidimos ahí los tres haciendo tiempo"
Alejandro Marón,

“No tengo teléfono”
Cristiano Ronaldo, indigente.

"Es algo normal. Ellos (los hinchas de River) no me quieren y yo no los quiero"
Pablo Migliore, señor obviedad.

“Acá se tiene que pelear campeonatos”
Gabriel Mercado, mientras todos ellos solo se pelean con la pelota.

"No concuerdo con eso que se dice que para llegar hay que ganarle a cualquiera. Ya que un grupo sencillo te permite pasar de otra manera. A veces la fortuna puede ayudar"
Alejandro Sabella, afortunado.

"La sorpresa desagradable sería Argentina... ¿Y si gana Argentina aquí, en Brasil?"
Ronaldo, gordo capo.

“Sería justo que nosotros ganemos el campeonato”
Juan Antonio Pizzi, y si, lo gano con lo justo.

"Si me preguntaban, yo quería a la Argentina en mi grupo. Vamos a jugar con una de las mejores selecciones del mundo. Es un honor estar en este grupo, estamos muy felices"
Carlos Queiroz, entrenador de Irán, suicida.

"Primero hay que jugar la zona, tratar de clasificar, salir primeros y después ir partido a partido. A Bosnia lo conocemos, con Nigeria jugamos también, sabemos de su capacidad física y atlética. Los estudiaremos más, ahora me tengo que poner a hacer los deberes. Conozco poco a Irán"
Alejandro Sabella, pensando cuantos defensores les va a meter contra Irán

"Ya no quiero seguir, estoy cansado de hacerme mala sangre todo el tiempo"
Ricardo Caruso Lombardi, vendehumo crónico.

"Es bueno hacer un lavado de cabeza para volver el 3 de enero y pensar que tenemos que revertir la situación”
Carlos Bianchi,  peluquero.

"No vi el sorteo del Mundial porque estaba durmiendo"
Cristiano Ronaldo, dormilón.

“Vélez va a ser campeón”
Federico Insúa, vidente.

"Con lo floja que está la defensa, cuando nos atacan o tiran el córner hago los cuernitos"
Carlos Alberto "Indio" Solari, cabulero.

"Caruso no presentó la renuncia a su cargo, así que no puedo hablar de ningún reemplazante en estos momentos"
Luis Segura, garca.

"Los grandes no descienden"
Andrés D’Alessandro, ramoneándola.

“Es difícil que pueda seguir, no hay feeling con Ramón Díaz, no hay diálogo. Estoy pasando malos momentos, lo que a uno le gusta es entrar todos los domingos. No me siento feliz”
Rodrigo Mora, despechado.

"Ni Guardiola ni Mourinho salvaban a River"
Daniel Passarella, demente.

“El fútbol argentino es un desastre. A River lo han perjudicado muchísimo, lo perjudicaron por una pelea personal, porque le dije que se tenía que ir. Creo que no es el camino. Eligió el equivocado por castigar a un rebelde que dijo que las cosas debían hacerse diferentes. Castigaron a 17 millones de hinchas. Nos mandaron a la B”
Daniel Passarella, revolucionario.

“Le pregunté a Maxi si estaba separado y le aclaré que estaba enamorado de ella. Simple y sencillo. Uno no elige de quien enamorarse. Lo único que falta es que a uno se lo condene por lo que siente"
Mauro Icardi, cruzapuente, pata de lana.

“El campeonato económico fue superado. Clubes modelos no hay. Algunos están en una caída impresionante. No los para nadie. River no está así. Tiene 32 jugadores. 30 son del plantel. Mi gestión ganó el campeonato económico”
Daniel Passarella, venia pisteando como un campeón… económico.

“Si fuimos campeones en la B, ¿Qué tiene de malo contar un campeonato de ascenso a Primera?"
Daniel Passarella, venia pisteando como un campeón… del Nacional B.

“Esos no son hinchas de Boca, son piqueteros, son terroristas”
Eduardo Feinmann, hincha de Boca.


Frases tomadas desde el 01/12 al 15/12.-




Especial de Navidad: "Y te digo más...", de Roberto Fontanarrosa.

Te conté la del Gordo Luis cuando hizo de Papá Noel? Es mundial la del Gordo Luis cuando hizo de Papá Noel. Casi se convierte en otra víctima del imperialismo salvaje el pobre Gordo. Del colonialismo, por decirlo de otra manera. Porque, decime vos, qué carajo tiene que ver con nosotros y con nuestras costumbres el Papá Noel. ¿Quién le dio chapa al Papá Noel? Un tipo vestido para la nieve, abrigado como para ir a la Antártida, en un trineo tirado por renos. ¡Renos, mi querido! ¿Cuándo mierda hemos visto un reno nosotros? ¿Alguna vez te fuiste a Buenos Aires en auto y viste al costado del camino un reno morfando pasto debajo de un árbol?

Pero el pobre Gordo casi la palma con esa historia... ¿No te conté la del Gordo Luis? Porque se la cuento a todos. Fue hace como quince años. El Gordo estaba en la lona total. Pero en la lona lona, no tenía un mango partido por la mitad, lo habían despedido de la proveeduría donde laburaba y lo ponías cabeza abajo y no le caía una moneda. Para colmo, se venían las fiestas y algo había que comprar para poner arriba de la mesa el 24 a la noche.

El Gordo tiene dos pibes que eran muy chiquitos en ese entonces y a esa edad a los pendejos no les vas a andar explicando el fato del FMI, la tecnología que reemplaza a los trabajadores y todas esas pelotudeces.
La cuestión es que empezó a buscar laburo, alguna changa, cualquier cosa, trabajar de lo que fuera. Primero empezó por su barrio, con los amigos y conocidos, ahí por Mendoza al fondo. Ya después entró a andar por cualquier lado para conseguir algo.

Y resulta que en el barrio Echesortu, una vieja que tenía una casa bastante grande de electrodomésticos le ofrece disfrazarse de Papá Noel y repartir caramelos a los chicos en la puerta para promocionar su negocio. Lo de siempre. Le tiraba unos mangos, por supuesto, que al Gordo le venían bastante bien. Y ahí fue el Luis, che. Ahora, imaginate la escena, porque estamos hablando de Rosario, Capital de los Cereales, ubicada a orillas del anchuroso río Paraná. El Gordo Luis, tenés que pensar en un tipo arriba de los cien kilos, fácil fácil debe andar por los 120, porque es alto, grandote, Luis.

Y te digo que resultaba perfecto para Papá Noel porque el Luis es más bueno que Lassie, nunca lo he visto enojado al Gordo, es un pan de Dios. Pero tenés que tener en cuenta una cosa ineludible. Rosario... pleno verano... mediodía, un sol de la puta madre que lo reparió, algo así como 83 grados a la sombra, y ese gordo metido adentro de un traje de Papá Noel con una tela tipo felpa así de gruesa, así de gruesa no te miento, gorro, barba de algodón, bigotes, botas y guantes.

¡Guantes! Porque la vieja era una vieja hinchapelotas, conservadora, que quería que el Gordo se pareciera exactamente a Papá Noel y que se vistiera todo como correspondía, el pobre Gordo. ¿Viste que hay veces en que tipos hacen de Papá Noel pero sin guantes y hasta a veces sin barba, o pendejas jovencitas vestidas de colorado pero con polleritas cortonas, tipo minifaldas, y las gambas al aire así están más frescas?
Pero claro, el Gordo Luis era perfecto para hacer de Papá Noel y por eso se le ocurrió eso a esa vieja hija de puta. Porque lo vio al Gordo gordo y con esos cachetitos medio coloradones que tiene el tipo, el personaje, Santa Claus.

Hasta la voz media ronca tiene Luis... ¿viste que Papá Noel se ríe siempre con esa risa ronca? Jo, jo. Hasta eso tiene Luis, la voz ronca. Jo, jo, jo... Pero vuelvo al tema. Doce del mediodía, pleno diciembre, un sol que rajaba la tierra, un calor infernal, los pajaritos que se caían muertos al piso por la canícula, se venían en baranda y se desnucaban contra la vereda... y el Gordo ahí, che, con el traje de lana gruesa, barba y bigote, sacudiendo una campana de papel maché o algo así y dándoles caramelos a los chicos que se juntaban para verlo.

A los quince minutos, a los quince minutos te juro, el traje del Gordo ya no era colorado... ¿viste que esos trajes son colorado medio clarito? Bueno, era violeta, violeta era, por la transpiración a chorros que largaba el Gordo. Pero no un pedazo, alguna zona del traje, no. Ni tampoco era solamente debajo de los brazos o arriba de la zapán que es donde uno transpira más, no.

Era todo, completo, íntegro. Al Gordo le corrían ríos de sudor sobre la piel, ríos, torrentes que le empapaban acá, acá, acá, las ingles, las pelotas, las pantorrillas, ríos que le inundaban las botas, por ejemplo. Me contaba después –porque todo esto me lo contó él mismo- que sentía las botas llenas de agua, como si las hubiera metido en un balde de agua caliente, le chapoteaban. Todo alrededor, no te miento, todo alrededor, en el piso, en un diámetro de ocho metros más o menos en torno al Gordo, parecía que habían baldeado. Toda la vereda mojada, de lo que chivaba el Gordo, se le saltaban los goterones de la cabeza, parecía las Aguas Danzantes el Gordo, imaginate.

Te digo que era ya un espectáculo grotesco, lamentable, pero Luis le seguía metiendo voluntad, le ponía ganas, caminaba de un lado al otro, se reía, llamaba a los chicos. En eso, una vecina, una vieja de esas que nunca faltan, que están al reverendo pedo como bocina de avión, que vivía a unas dos puertas del negocio de electrodomésticos, sale a la puerta y lo ve al Gordo. O escuchó el griterío de los chicos y salió a ver que pasaba. Lo ve al Gordo y se apiada de él... ¿Viste? Esas viejas comedidas, bienintencionadas, chuecas, que caminan medio encorvadas, que les cuesta moverse pero que rompen las pelotas permanentemente, un cuete la vieja, una ladilla.

Se manda para adentro de nuevo la vieja, flaquita ¿viste? Bajita, canosa con un rodete y aparece al rato con una jarra así de grande, pero así de grande, con un líquido amarillento que parecía limonada, lleno de hielo. Transpiraba de fría la jarra. Y se la ofrece al Gordo, che.
El Gordo medio le dice que no, que no se hubiera molestado, que no puede desatender su trabajo pero, en definitiva, la acepta, lógicamente.

Además, los hijos de mil putas del negocio de electrodomésticos no le habían alcanzado ni un vaso de agua al Gordo. ¡Ni un vaso de agua siquiera! Después hablan de los norteamericanos. Nosotros somos tan hijos de puta como ellos para explotar a la gente. Lo que pasaba también es que a esa hora había quedado un solo encargado en el negocio. La vieja que contrató a Luis tenía como cinco negocios por otras partes de la ciudad y andaba de recorrida; y el otro empleado que laburaba ahí se había quedado en el fondo del local, rascándose las bolas debajo del único ventilador de techo que tenían esos miserables.

La cuestión es que la vecina saca un banquito chiquito a la calle, lo deja al lado de la puerta de su casa, medio sobre el umbral para que no le diera el sol directo, le dice a Luis “Aquí se lo dejo”, y ahí se lo deja.
Cuando el Gordo pudo zafar un poco del pendejerío, te imaginás que con ese calor llegó un momento en que había mucha menos gente en la calle, se prendió a la limonada y se bajó media jarra de un saque.
Pero resulta que no era limonada, boludo, no era limonada. Era vino blanco, vino blanco era.
La vieja le había zampado en la jarra un par de botellas de vino blanco, le había metido hielo a rolete y se lo había dejado ahí, con las mejores intenciones.

El Gordo, con la desesperación, con el calor que tenía en el cuerpo, recién se dio cuenta cuando ya se había mandado más de catorce litros sin respirar, de un saque. Y aparte, seamos sinceros, cuando ya se dio cuenta no pudo parar, no pudo parar. Te estoy hablando de un muchacho de 120 kilos después de estar moviéndose casi tres horas a pleno sol con 4000 grados de temperatura. No pudo parar. Se mandó todo el vino blanco. Fondo blanco.

Bueno, te imaginarás... te imaginarás el pedo tísico que se levantó ese muchacho. Una curda inmediata y espantosa, demencial. Una curda como para trescientas personas.
Casi no había desayunado, estaba sin almorzar, para colmo, el Gordo no era un tipo que tomara mucho alcohol, al menos que yo recuerde. Un poco de vino con la cena, nada más. Alguna copita de sidra. O a veces, en los bailes, alguno de esos tragos maricones como el gin tonic, pero con mucha más agua tónica que otra cosa.

¡El pedo que se agarró ese muchacho, Dios querido, el pedo que se agarró! No te digo que empezó a cantar boludeces, ni a caminar torcido, ni a vomitar contra las paredes, ni nada de eso. Pero entró a regalar todo lo que tenía a su alcance, se le dio por la beneficencia, le dio un ataque de comunismo acelerado. Primero terminó en cinco minutos con la existencia de caramelos y chocolatines que eran para toda la tarde...
¡Y después empezó a regalar los electrodomésticos! Empezó regalándole una tostadora eléctrica a un pendejo. Después le regaló un ventilador a la madre de otro de los pibes, después siguió con multiprocesadoras, veladores, hornos a microondas, etcétera...
Llamaba a la gente a los gritos, entraba al negocio y les daba algo, repartía, entregaba todo.
Y el empleado que se rascaba las bolas adentro del negocio ni se dio cuenta, debía estar en el fondo, en una oficinita que estaba detrás, arreglando papeles o apolillando una siesta mientras esperaba la hora en que el patrón llegaba.

Lo cierto es que, te imaginás, a los quince minutos en la puerta del negocio había un mundo de gente que venía de todas partes alertada por los otros que ya habían ligado algo de arribeño, por la mamúa del Gordo.
La gente pensaba que era una promoción del negocio o, en todo caso, se hacía la turra, cazaba los artefactos, se los llevaba y a otra cosa mariposa, si te he visto no me acuerdo, andá a cantarle a Gardel.
En eso aparece el dueño del boliche, un pelado con cara de amargo que llegó en su auto, un coche nuevo.
Y cuando el tipo se dio cuenta de lo que estaba pasando se puso loco, lógicamente se puso loco. Entró a gritar, a arrebatarles las cosas a la gente, a recuperar licuadoras, televisores portátiles, radios que la gente se llevaba. A los gritos ese hombre, desesperado, tironeando con los beneficiados.

Ante el despelote se despertó el empleado de adentro y salió cagando aceite a ayudarlo al pelado. Había tironeos, forcejeos, agarrones, hasta voló algún puñete. Y en eso llegó la cana, un patrullero que andaba de ronda.

En el despelote, cuando medio se enteró de cómo había venido la mano por lo que contaban los que se piraban con las licuadoras y todo eso, que gritaban que Papá Noel se las regalaba, el pelado les indicó a los policías que lo metieran en cana al Gordo, responsable de todo ese quilombo.

Y bien dice el Martín Fierro que no hay nada como el peligro para refrescar a un mamado. Ahí el Gordo se despejó, se dio cuenta, volvió a la realidad, se esclareció el Gordo.

Además, ya había vuelto a transpirar como un litro del vino blanco, me imagino, se había aliviado un poco de la tranca, y comprendió la cagada que se había mandado. Pero te conté que es un tipo manso, un tipo tranquilo que no se iba a poner a resistirse o a echarle la culpa a nadie. Supo que tenía la culpa, y entonces, todavía medio tambaleante, bajó la sabiola, se fue para adentro del negocio para cambiarse la ropa en el baño y meterse, derechito viejo, solito, adentro del patrullero.

Afuera seguía el desbole entre el pelado, su empleado, la gente y los canas que ahora también se habían unido a la tarea de recuperar todo lo que había regalado el Gordo.

El Gordo se fue al baño, se mojó la cara, cosa que terminó de despejarlo, se sacó esas pilchas de mierda de Papá Noel, se puso la ropa que había llevado en un bolsito y salió de nuevo a la calle.

Cuando salía para la calle –el negocio es bastante largo- lo ve venir al dueño con uno de los canas, desencajado el pelado, a las puteadas, buscándolo. Claro, lo ve al Gordo, sin el traje colorado, de camisita celeste y pantalones vaqueros, un bolso en la mano, el pelo negro achatado por el agua de la canilla, y no lo reconoce.

No lo reconoce porque tampoco era él quien lo había contratado sino la conchuda de su esposa. “¿Adónde está? ¿Adónde está?” me contaba el Gordo que preguntaba el pelado, que venía a los pedos con el policía. Y el Gordo pensó que se refería al traje de Papá Noel que se había sacado.

Yo no sé si el Gordo lo entendió así, seguía en curda o se hizo bien el boludo, la cosa es que señaló hacia el baño y el pelado y el policía se mandaron para allí. Cuando el Gordo salió a la calle todavía había un amontonamiento de gente y el otro empleado discutía con medio mundo reclamando facturas o recibos de compra.

Nadie lo reconoció entonces al Gordo, sin el disfraz. Incluso de última, el otro policía del patrullero que se había quedado afuera, lo encara al Gordo cuando el Gordo ya se piraba y el Gordo piensa: “Cagamos”.
Y el cana le pregunta “¿Ese bolso es suyo?”. El Gordo me contó que él le iba a decir la verdad, que sí, que era suyo.

Pero tuvo miedo de que el cana le hiciera más preguntas, o que se lo hiciera abrir y le dijo: “No, lo vengo a devolver”. Y se lo entregó, un bolso de mierda que después de todo a él no le servía para un carajo.
El Gordo se piró haciéndose el pelotudo, temeroso todavía de que alguien lo reconociese y lo mandara en cana cuando ya estaba a una cuadra.

Casi termina preso, el Gordo, mirá vos. Zafó porque la vieja que lo contrató tampoco sabía ni cómo se llamaba ni adónde vivía. Era un contrato basura, pero realmente basura el del pobre Gordo. Pero casi termina engayolado. Por tener que disfrazarse de Papá Noel con esos vestidos de invierno, podés creer.
Que los argentinos nos tengamos que vestir con ropa de abrigo en pleno verano porque a los yankis se les ocurrió que Santa Claus vende más que el Niñito Dios.
Eso le decía yo al Gordo, después, en el club. “El año que viene ofrecete para algún pesebre, Gordo. Por lo menos de Niño Dios te ponen en bolas en una cunita y te cagás de risa porque estás fresco.” Eso le decía yo, para joderlo.

“De lo único que puedo hacer yo en un pesebre viviente es de vaca, Zurdo –me decía el Gordo- De vaca”.
Pero por lo menos es un animal conocido, ¿no es cierto? Un bicho familiar al paisaje, el rumiante emblemático de la pampa húmeda, base de la riqueza de nuestro país. Algo nuestro... ¡Qué me vienen con que a los chicos les gusta Papá Noel, el trineo y los alces esos! Si mis pibes me vienen a pedir un alce de ésos les pongo tal voleo en el orto que aterrizan más allá de la Circunvalación del voleo que les pego, tenelo por seguro.

Ya bastante que el otro día les compré un conejo, un conejo de verdad, que es terriblemente pelotudo y lo único que hace es comer lechuga y cagarnos todo el patio. Y si me insisten con esas pelotudeces inventadas por los yankis que se vayan a vivir a Cincinnati, pendejos colonizados de mierda. Que a mí no me dicen el Zurdo al pedo, me lo dicen por tener una formación doctrinaria... ¡Pobre Gordo! Estuvo a punto de convertirse en una nueva víctima del capitalismo salvaje.

Roberto Fontanarrosa


Si, tenés razón, ya  habíamos publicado este cuento cuando fue el mes homenaje a Fontanarrosa. Pero bien vale repetirlo ahora que estamos en Navidad.

[Especial navideño] Ayudando a Santa Claus

Empezamos un "especial" Navideño de Fontanarrosa, de dos publicaciones, la primera, o sea está, es sobre Inodoro Pereyra ayudando (o eso intenta) a Santa Claus, la cual fue publicada en la revista Viva con el titulo de "Ayudando a Santa Claus". Luego publicaremos un cuento de referencia a esta misma festividad surgido de la pluma del "Negro".

Click sobre la imagen para agrandar.

Click sobre la imagen para agrandar.

Feliz Navidad

Click sobre la imagen para agrandar
Papá Noel Grondona, es el único que entra  por la chimenea no para dejarte los regalos, sino para sacártelos.

¿De qué te ponés contento?

 Yo la verdad es que no te entiendo Cacho, la verdad que no te entiendo. Ni a vos, ni a todos aquellos que van a una cancha. O a esos hincha...


Top