Acá estoy. Solo. Sí, otra vez solo. Me dejan en la soledad con mis
pensamientos. No hay nadie acá. Mis compañeros me dejaron abandonado, ni un
amigo me ha quedado. No sé si me odian. Yo no lo creo, pero estamos
desencontrados. El que me odia es el entrenador. Viejo amargado si los hay.
Pero no creo que me odie a mí en particular. No señor, no lo creo. Él odia al
fútbol y por eso me deja solo acá, papando moscas. La verdad que nunca me he
sentido tan solo. Y eso que gracias a mí han ganado varias veces. No seré un
Lio Messi o un Cristiano Ronaldo, pero varios goles he metido. Pero a nadie le
importa eso ya, por eso quizás me dejaron solo.
¡Soy un titular indiscutido, eh! No es que me vaya a mandar la parte, pero
meter siete goles en este equipo horrible es un gran mérito, y más si lo haces
en condiciones infrahumanas. En este equipo ni Pelé te metía un penal. Y ojo, ningún
compañero me ha ayudado. Siempre me han dejado solo, como ahora. Pero me las
ingenio y de alguna manera las meto. Al entrenador parece no importarle eso y
me deja a la deriva. Me abandona en el medio de la nada. No me siento apoyado,
capaz que por eso me siento muy solo. Pero la realidad es esa: estoy solo.
Tengo amigos, tengo compañeros pero en este momento y en este lugar no están.
No tengo donde apoyarme. Nadie me acompaña.
Si estoy solo nada puedo hacer, ni siquiera darle una alegría a la gente
que me banca en mi pueblo. Con ellos estaba feliz, acompañado, no como acá. Si
me caigo muerto ahora mismo nadie se enteraría. Estoy muerto en vida, eso es,
muerto en vida, porque no hay mayor muerte que sentirse solo, olvidado, ser un
despojo. Me pongo las manos en la cintura, miro alrededor: no hay nadie. Estoy
en el medio de la llanura pampeana, solitario como Santos Vega en su pena de
payador. El tiempo parece detenido,
todos parecen estar contentos o por lo menos acompañados, todos sirven para
algo menos yo. O eso es lo que creo o me quieren hacer creer. La verdad que
tanta soledad me está matando.
No hay nada peor que estar solo, la cabeza empieza a carburar y los
pensamientos se elevan autodestructivos. ¿Qué pasa si me quedo toda la vida
solo? ¿Si no tengo una oportunidad? No creo que pase mucho, seguiré solo, como
siempre. Yo contra el mundo. En realidad sí tengo compañía, pero son todos
rivales, es preferible estar solo. Les
causo tanta lástima que ni siquiera saben que existo. Así es la vida del
solitario, la del hombre en soledad vagando por el verde césped. No doy más. Si
sigo pensando y esperando me voy a volver loco. Estar acá te aniquila
mentalmente. Pero…
Ahí viene la pelota ¡Vamos carajo por fin una! Me lo paso al arquero y está
el gol… si, lo gambeteó, ya fue… no,
mejor le pegó como viene de una… Así yaaa… ¡Pumba! Ay pero la gran pu… se me
fue alta, con lo que cuesta para que me quede una bocha, si están todos abajo,
todos abajo, TODOS. Y a mí me dejan solo acá arriba, total el boludo que se las
arregle para hacer un gol. Está matando el futbol este viejo defensivo. Siempre solo.
Toni Schweinheim
Obra Publicada, expediente Nº 510614. Dirección Nacional del Derecho de Autor
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