"Mujer en uniforme"
Vos no sabes cómo sufrí por esa
mina, loco. No tenés una idea del daño que me hizo esa mujer. Pero lo peor es
que me hizo sentir como un pelotudo, un flor de pelotudo. Deja que te cuente y
vas a ver lo nabo que fui, hermano.
Jugábamos contra Almagro, cancha
de ellos. Íbamos todos en el micro. Los pibes nerviosos, los grandes
boludeando. Menos yo, vos sabes que yo le partidos me los tomó en serio. Nada
de andar paveando, ni jodiendo con el celular, yo solo uso el celular para escuchar
algunas cumbias. Nada más. No me interesa nada, ni el Whatsapp, ni el Facebook,
ni nada. Yo estaba lo más contento escuchando “Flor de Piedra”, cuando el boludo de Nico, en una de sus jodas
pelotudas, viene y me arranca los auriculares y se me joden. No le dije nada,
te juro que me calenté y lo iba a mandar a la mismísima mierda. Pero no chabón,
había que jugar y no iba a reaccionar mal. Me levanté y me fui para la parte de
abajo del micro; ahí es donde se sientan los dirigentes, pero ese día solo había venido el tesorero…
un hombre grande, estaba durmiendo el pobre viejo. Una rata, igual; se venía en
micro con nosotros para no gastar en combustible. Si hasta nuestro DT se venía
en su auto. Me senté piola y entre a mirar por la ventanilla a ver si me
relajaba un poco. Habrán pasado 15 minutos y el micro frenó. Se abre la puerta
y entro un rati, un gordo pedorro que le dijo no sé qué al chófer. Este le dijo
que primero iba a preguntar. Entonces se vino para donde estaba yo, pero fue a
despertar al viejo pelotudo este. No hubo caso, el viejo balbuceaba pero no se
despertaba un carajo, loco. Pensé que entonces me iba a preguntar a mí, pero me
re ignoro. Fue hasta la puerta y le dijo al cana que sí, que suba. Yo pensé que
íbamos a llevar a la morsa esa, pero no, el policía se bajó. No habrán pasado
30 segundos y subió ella. La vi y me partió la cabeza, chabón. Una mujer
policía como nunca había visto, hermosa. Una morocha que era una diosa. Un
espectáculo, hermano. A pesar de tener ese uniforme, se notaba que la guacha
estaba buenísima. Cuándo me vio y tiro una sonrisita, casi me muero. Mira que
yo me enfrente a los más recios defensores del ascenso y nunca me pinto el
cagazo, siempre fui al frente. Pero esta piba, loco, esta morocha me voló la
peluca.
Se sentó a mi lado. Podía
sentarse en otro lado pero se sentó a mi lado. Por la cabeza se me cruzaron mil
pensamientos. Mil, hermano. Sentí lo mismo cuando veo venir un centro y sé que
va a ser gol. Lo mismo, te lo juro. Y yo le empecé a dar charla a la pibita.
Era macanuda, buena onda. Te juro que me perdía en sus labios, en esos ojos
renegridos… una piel perfecta. Nos sabes lo que era. Y encima entradora, la
morocha. Al parecer se les había descompuesto el patrullero, iba con tres ratis
más. Al resto lo pudieron reubicar en otras patrullas, pero ella se quedaba a
gamba. Le tocaba custodiar el ingreso a plateas. Mira como es el destino,
chabón iba a la misma cancha que yo, los dos a laburar ¡Qué lindo! Un centro
servido. Que grande el Barba, el centro que me puso… a la cabeza, justo. En un flash le saque si estaba soltera. ¿Podés creer que sí? Era la mía, no se me podía escapar, me
tire a la pileta, loco. Ahí nomás, de frente manteca, le pregunté si quería salir
conmigo después del partido. Me dijo que encantada… la pibita estaba conmigo.
Te juro, hermano, que ese viaje me pareció de dos segundos. Le pedí que se
sacara la gorra para verla mejor. Se la sacó ¡No te puedo explicar! Una diosa,
un espectáculo de mujer.
En mi vida hice goles
importantes, como aquel que le hice a Comunicaciones para salvarnos del
descenso a la C. Pero nunca me latió tanto el cuore como en ese momento cuando
Cecilia, su nombre, me dijo que sí. Yo no quería perder tiempo, quería salir ya
con ella. Te digo que me partió la cabeza… creo que ella batía la misma que yo.
Me dijo que ni bien terminaba de controlar el cacheo se iba para adentro de la
cancha a ver como jugaba. ¿Te das cuenta? Estaba muerta conmigo y yo por ella.
Vos viste que yo soy medio gato. Que no tengo relaciones estables con ninguna
mina. Pero con esta me casaba ese mismo día. Me dijo que me iba a esperar al
lado del arco. Que iba a estar de espaldas porque no podía estar mirando para
el campo de juego. Llegamos. Me dio un pico, ¡un pico, loco! Quedé re boludo.
Se recogió el pelo y se bajó.
No tengo ni idea de cómo llegué
al vestuario, ni de cómo me cambié; estaba en otra, chabón. Hasta que el Gordo
me cago a pedos porque no le estaba dando pelota a su charla técnica. Y tenía
razón, me rescate. Pero no por el gordo, por ella. Claro, se me ocurrió
dedicarle el gol. Le pedí al Mono, nuestro utilero, una remera blanca y un
fibrón. Escribí: “Para vos, Cecilia”. No me importo un carajo que Nico y los
otros me boludearan, yo a la mina la quería para mí.
El partido fue un verdadero
desastre, loco. Entre que yo tenía la cabeza en cualquier lado y que los otros
se colgaron del travesaño, no toque ni una. No me quedo ni una, pa. Tampoco la
había visto a ella. Cuando termino el primer tiempo, y nos íbamos para el
vestuario, la vi. El alma me volvió al cuerpo. Estaba casi al lado del banderín
del córner. No la vi porque ese era nuestro arco. Entré al vestuario contento.
La cagada a pedos que me pego el Gordo no tuvo nombre. Me dijo de todo. Te juro
que me agarró cagazo con que me sacara. Le dije que me disculpara, que en el
segundo tiempo iba a mejorar. No me dijo nada, si el pibe Vergara es un
desastre, medio cagoncito ¿viste? Lo que me rompió mucho las bolas fue que me
saque la camiseta y abajo la remera blanca con la dedicatoria a ella se me
había borroneado toda por la transpiración. Que garrón. Ahora si hacia el gol,
no se lo podía dedicar. Algo se me iba a ocurrir, que sé yo.
El segundo tiempo fue igual al
primero, pero yo me rescaté. Traté de poner la cabeza en frío y meterle para
adelante. Tuve una que me saco el hijo de puta del arquero. No sé cuánto tiempo
iba pero la vi ahí atrás de los carteles a ella, estaba de espaldas ¡Qué piba
hermosa por Dios! Quería hacer un gol como fuera. Si le tenía que donar todo mi
sueldo de un año al arquero para que se dejase hacer el gol, se lo daba. No me
importaba nada. Bah, si me importaba… ella me importaba. Quería que me viese
como a un ganador, a un winner, papá. Y llegó la ocasión. Seguro que estaba por
terminar porque el Gordo nos reputeaba. Entonces fue cuando el Ruso me tira un
pase y me deja mano a mano contra el arquero de ellos. No se la vieron
venir. Al arquero lo dejé paradito como
poste. Por ella loco, por ella me convertí en Messi. Lo dejé sentado de culo al
pobre, y la toque suavemente al arco. GOL. GOLAZO. Fue cuando la vi a ella de
espaldas. Me la jugué loco, me recontra
jugué. Allí ella de espaldas. Yo como héroe. Fui corriendo hasta donde estaba
ella, la tome de la cintura por la espalda y le encaje un beso ¡Qué beso,
hermano! Pero sentí algo raro en los labios. Algo pinchudo. Fue allí que abrí
los ojos y no era ella. Era un chabón. Un tipo. Después me entere que era un
cabo, el cabo Amaya. No sabes loco, saco la macana y me reventó la rodilla. Me
esposó y me seguía dando. No sabes cómo
sufrí por esa mina, loco, después nunca más me llamo ni nada. Ni el cabo Amaya,
ni ella ¡Podés creer!
Toni Schweinheim
Obra Publicada, expediente Nº 510614. Dirección Nacional del Derecho de Autor