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La patada en la cara del árbitro paraguayo Amarilla
Aclaración, no ESE Amarilla. Se trata de Wildo Amarilla que se encontraba dirigiendo un partido entre Coronel Romero y El Porvenir, no ESE El Porvenir, por la Liga Sud de Paraguay. Cuestión que la cosa se desmadro y a don Amarilla se le fue el partido de las manos. Empezo a repartir tarjetas rojas para todos lados, hasta que Marcos Leguizamón del Coronel Romero, vino desde atrás y le pego una terrible "volea" mastirando a "tijera" en el balero a Amarilla. Y no, los arbitros apellidados Amarilla no son muy queridos.
Nota: Adelanta el video hasta mas de un minuto
Nota: Adelanta el video hasta mas de un minuto
Soplate una Requena.
"Tomá, come pasto". Esas palabras la dijo Jonathan Requena, juvenil de Banfield al capitán del "lobo" jujeño, Marcelo Berza. La cosa fue así, el conjunto del Pep Guardiola argentino, Matias Almeyda (que no estaba en el banco por haber sido expulsado el partido pasado) empataba en cero en un aburrido partido contra Gimnasia y Esgrima de Jujuy, dirigido por el cultor del "catenaccio" argento, Mario Gómez. En el segundo tiempo, Almeyda mando a la cancha al chiquilín de 17 años, Jonathan Requena y le cambio la cara al conjunto local. No vamos a hacer una crónica del partido, la cosa es que Banfield se puso 2-0. El duelo entre Requena y Berza era dispar, a veces ganaba el juvenil con una gambeta, a veces Berza con mas fuerza que juego. Hasta que en un pasaje del partido, Requena apelo a esa frase mientras sostenía unos pastitos en la mano. Berza se le fue al humo junto con algunos jugadores más del Lobo, mientras el juvenil seguía recagandose de la risa. Lo de "burro" corre por cuenta del relator, mas que "burro" es un búfalo por como se calentó. Menos mal que al pibe no se le ocurrio mandarlo a soplar su apellido a Berza.
"El último entrenador" de Juan Sasturain
Me lo encuentro de
casualidad el sábado en Adrogué, en el cumpleaños de la hijita de un amigo.
Salta el apellido que es raro, poco frecuente, y enseguida asocio a ese viejo,
ese abuelo materno sentado casi de regalo a un costado de la mesa puesta en el
extremo del living, con los recuerdos de infancia.
De las figuritas, no. No
es un jugador pero es un nombre y una vaga cara del fútbol. Aprovecho que los
pibes se van al patio a devastar lo que queda de un jardín con más calas que
pensamientos y le busco la memoria con una pregunta respetuosa, como tocar a un
oso despeluchado con un palo a través de las rejas:
-Su apellido me suena -le
digo mientras nuestras manos convergen sobre la fuente de masitas-. Lo asocio
con el fútbol de los cuarenta y cincuenta, cuando yo era chico, ¿Puede ser?
Tras un momento me
confirma que sí, que es él, y el reconocimiento al que no está acostumbrado lo
ilumina un poco, apenas, como las velitas de esa torta de nena, sin jugadores, que
espera en medio de la mesa.
-Ya nadie se acuerda.
-No crea.
Nos trenzamos a charlar y
no sé bien cómo pero al rato, mientras los otros destapan botellas, nosotros
estamos en el dormitorio -porque esa es su casa, la de siempre- destapando una
caja de alevosos recuerdos.
-Ese año que usted dice
salimos campeones -revuelve, encuentra-. Fíjese, acá estoy yo.
Y me señala lo evidente,
lo alevoso de su figuración. Es la foto de una revista y él está parado a un
costado, el penúltimo de la fila de arriba, entre un colado habitual y un
marcador de punta de los que todavía no se llamaban así.
-Qué pinta.
Tiene bigotitos, el jopo
tieso de Gomina o Ricibrill y una E bien grande de pañolenci pegada -acaso con
broches- en medio del pecho. El rompevientos -así se llamaban los inevitables
buzos azules de gimnasia de entonces- está algo descolorido y los pantalones
abombachados se le ajustan a la cintura un poco demasiado arriba, le dan un
aire ridículo. El equipo, los colores del equipo que enfrenta a la cámara en
dos niveles -atrás y de pie, la defensa; abajo y agachados los delanteros del
siete al once, y el nueve con la pelota-, no importa demasiado ni viene al
caso. Pero la cancha está llena.
-Linda foto -digo, porque
es linda foto en serio.
-Psé.
Me muestra otra parecida
de esa época, de un diario, y después otra más, posterior, coloreada a mano al
estilo fotógrafo de plaza. Ya el equipo es otro y las tribunas detrás, mucho
más bajas. El rompevientos -es el mismo, estoy seguro de que es el mismo- está
un poco más descolorido.
Pone las tres fotos en
fila y me dice, me sorprende:
-No estoy.
-Cómo que no.
Y por toda respuesta,
contra toda evidencia, pone el dedo en el epígrafe, va de jugador en jugador,
de nombre en nombre, y el suyo en todos los casos brilla -como el Ricibrill-
por su ausencia.
-No era costumbre,
supongo -y me siento estúpido.
-No era el tiempo,
todavía -recuerda sin ira.
-Claro.
Él sigue revolviendo,
elige y me alcanza. Y yo pienso que ese hombre de destino lateral, anónimo adosado
al margen del grupo de los actores con una E grotesca en el uniforme de fajina
era casi, para entonces, como un mecánico junto al piloto consagrado, o como el
veterano de nariz achatada que se asoma al borde del ring junto al campeón. Su
lugar estaba ahí, al ras del pasto; su función se acababa entre semana.
-No era el tiempo todavía
-repite.
Y sabe que llegó empírico
y temprano y se metió de costado en la foto en que salió borrado.
-En esa época había
pedicuros, dentistas, porteros... -dice de pronto con extraño énfasis-. Era el
nombre de lo que hacían. Ahora les dicen podólogos, odontólogos, encargados...
Esas boludeces, como si fuera más prestigioso... Y yo era entrenador.
-No director técnico.
-Pts... Ni me hable, por
favor... -y se le escapa cierta furia sorda, muy masticada.
-No le hablo. Tiene
razón.
Compartimos en silencio
certezas menores, módicos resentimientos.
-Vinieron con la
exigencia de diploma -dice de pronto.
-Claro.
Me sumo a su fastidio y
de ahí saltamos a desmenuzar los detalles, el contraste: el banquito con techo,
el verso táctico, el vestuario aparatoso y la pilcha elegida para salir el
domingo, esa que nunca se puso. Cuando quiero atenuar tanta simpleza sin lastimarlo,
se me adelanta:
-Le digo: no se lo
cambio.
-Le creo.
En eso, los primeros
padres que vienen a recoger a sus niños irrumpen en el dormitorio y entre
disculpas se llevan los pulóveres, las camperas apiladas sobre la cama grande.
Entra la mujer de mi amigo, incluso.
-Ah, papá... estabas acá
-y suspira como si encontrarlo en una casa de tres habitaciones fuera un
trabajo-. Y siempre con esas cosas viejas. Sabés que no te hace bien.
Ella me mira como si yo
tuviera alguna culpa que sin duda tengo y se lo lleva, lo saca de la vieja
cancha despoblada para que vaya a saludar a alguien que se va o se sume para la
foto con la nieta que -lo sé- no le interesa. El veterano me mira resignado.
-Ha sido un gusto.
Asiente y se lo llevan.
Apenas se resiste.
Me quedo solo y guardo
las viejas revistas que han quedado abiertas sin pudor ni consuelo. No es
cuestión de que cualquiera meta mano ahí. Después busco mi propio abrigo y
escucho los ruidosos comentarios del living. Me imagino que para las fotos
familiares el viejo se debería poner una remera grande con la letra A de
Abuelo, para que al menos alguno pregunte quién es.
Pero no me quedo para
verificarlo. Me basta con sentir o imaginar que he conocido al último
entrenador.
Juan Sasturain.
El antiequipo de la semana
Arriba: Cristian Lucchetti (ex Arquero
de Boca, ex Arquero de Banfield, Arquero de Atlético Tucumán, Falcionista, los únicos
reflejos los tiene en el pelo); Luis
Zubeldia (Casi ex entrenador de Racing, puteado, fachero); Juan Antonio Pizzi (Serruchapiso,
anticaruso); Carlos Amarilla (Arbitro odiado); Carlos Bianchi (Entrenador de Boca, golpeado); Daniel Passarella (Pentacampeón económico, agarrado, tacaño); Cristian Álvarez (Arquero de San
Lorenzo, puteado).
Abajo: Daniel Fava (Periodista vapuleado
por Azzaro); Fernando Niembro
(Periodista, comerciante, obsesionado con los morochos); Wayne Rooney (Forever alone); Miguel
Brindisi (Entrenador de Independiente, cuestionado, buen tipo)
Selección.
Y un buen día hablo Cristian Lucchetti sobre la tumultuosa
salida de Falcioni. “A Falcioni lo echo Riquelme”. Con sus dichos el ex arquero
de Boca, Banfield, Santos Laguna, entre otros sumo una leña más al fuego en una
semana que había comenzado movidita entre los exfalcionis boys y la actual conducción
técnica. Dato curioso, Lucchetti no formo parte del ultimo plantel de Boca
conducido por Falcioni. Pero eso no quita que no sepa o lo haya charlado con
él. Una polémica que recién empieza. Carlos
Bianchi salió a decir que “Boca ya no tiene un grupo conflictivo”, moviendo
de nuevo el avispero. A pesar de que Boca gano, esta frase y eso que dijo
acerca de sentirse “golpeado” calo hondo en el periodismo que no hablo de otra
cosa. Semana movida para los técnicos, Luis
Zubeldia no la está pasando nada bien en Racing, el carilindo entrenador
fue sepultado por un aluvión de puteadas e improperios tras perder su cuarto
partido al hilo —por redes sociales obviamente ya que contra Arsenal no hubo público—
y pende de una flojísima cuerda. A los planteos extraños que suele hacer, ahora
se le suma el rumor de que le están haciendo una cama más grande que aquella
que tenía Moría Casan en “En la cama con Moria”. Otro entrenador que no la está
pasando bien es Juan Antonio Pizzi,
el ex jugador que participo del mundial 98 con la selección española, está siendo
cuestionado por su segunda derrota consecutiva. Caruso Lombardi lo había medido
durante toda la semana previa y luego lo palizeo por 3-0, los gritos de los plateistas hacia su
persona no se hicieron esperar. Otra de las causas por la que es criticado
Pizzi, es por incluir entre los titulares al arquero Cristian Álvarez, el ex arquero de Central y Espanyol, no está
pasando un grato momento, se lo ve inseguro y cometió varios errores en los últimos
partidos, encima, Torrico —su suplente—aun no le han hecho goles. Carlos Amarilla no es muy querido, eso
se sabe. Ahora Olimpia presento una nota en la Asociación Paraguaya de Fútbol
(APF) para que este señor no los dirija nunca más, otro equipo que lo declara
persona no grata y van… El pentacampeón económico
del fútbol argentino, Daniel Passarella,
sumo otro tras pie esta semana. Ramón Díaz lo “presiono” por Twitter, confirmando
entre los titulares a Teo Gutiérrez, pero otra vez el transfer no llego. Ya
pasaron tres fechas y una por la Sudamericana y recién hoy viernes, desde el
Cruz Azul lo “habilitaron”, ahora depende de la AFA.
Daniel Fava el domingo pasado en el “Show del Fútbol” no la paso muy bien, Fantino
primero lo “expulso” y después lo “cambio” por Flavio Azzaro (un tirador de
bombas más grande que el bomberman), con pucherito en más de la mitad del
programa, a Fava no le quedó otra que remar en un mar de dulce de membrillo.
Otra vez Fernando Niembro por acá. El comentarista mas comerciante del futbol mundial
volvió a elevar su techo de comentarios, en el partido por la Copa Sudamericana
entre San Lorenzo y River se la paso hablando de “los negros de River”. Qué “negro”
de acá. Qué “negro” de allá. No sabemos que opinara el INADI de “don Niembra”,
pero parece que tiene una fijación con los morochos. Wayne Rooney parece que se va del Manchester. El ex calvo jugador
del Manchester, a principios del mercado de pases europeo, comenzó a hinchar
las bolas con eso de mudarse al Real Madrid, no le hicieron caso pero medio que
lo marginaron del grupo. En los festejos tras un gol marcado la semana pasada
por su equipo, el 10 quedo más solo que Stroker en lo de Fantino, ahora parece
que lo van a vender al Chelsea. Uno que
vuelve a esta sección, Miguel Ángel
Brindisi, la gente ya perdió la paciencia con el entrenador de la cara de
bueno. Encima ahora Miguelito va a
cambiar medio equipo y encima esta semana declaro: “todo lo que se habla es
sangre para los tiburones pero nosotros no estamos en el mar”. Justo que viene
de empatar con Aldosivi…
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