Romualdo
Ahí está Romualdo, una vez más la suerte le ha sido esquiva. Una vez más la pelota se perdió lejos del arco. Una vez más bajan los gritos desaforados de los hinchas puteándolo. Se acaba la paciencia y el partido. Un nuevo yerro cerca del final. Las manos en jarra sobre la cintura, la mirada perdida en el césped como buscando una explicación que nunca encontrara. Siguen llegando las puteadas, cada vez más fuerte.
Un once de julio
de mil novecientos noventa y uno hubo un eclipse solar. Fue total en Costa
Rica, el día se transformó en noche. La luna jugueteo bravamente con el sol y
este tímidamente se escondió tras ella como un niño se esconde en las faldas de
su madre. Había magia en el aire, las
estrellas aparecieron como las salpicaduras de caspa de algún dios distante y
espacial algo descuidado. En la Argentina el fenómeno se vio en forma parcial
pero sin embargo eso no le quito la magia al día. Nacía Romualdo, no venía solo
al mundo. Su número en esta vida no
sería el once, tampoco el dos. Sería el nueve. Algunos dicen que nació un cinco
de marzo ¡Hasta en eso le hacen errar al pobre de Romualdo!
Ahí está Romualdo
esperando solo, sus compañeros lo miran, dudan si darle el pase o no. Pero se
lo dan. Romualdo arremete con fuerza, mueve las piernas con la fuerza de un
caballo de molienda. Recibe la pelota y
como un corvette en las onduladas carreteras norteamericanas se lanza hacia al
área. Difícil que esta vez falle. “Off Side” dice la bandera del lineman que
flamea. Otra vez esa bandera enemiga flameando en el aire. ¡Ese banderín hijo
de puta de nuevo! Romualdo se agarra la camiseta y muerde la parte inferior, su
mirada febril otra vez descansa en la gramilla. “Esta semana en el gym no voy a
hacer bíceps porque me toca marcarle las jugadas a Romualdo, practico brazos
levantando miles de veces el banderín con los off sides de Romualdo”, había
bromeado el hijo de puta del juez de línea en la antesala del partido. Algún
compañero solidario lo consuela: “Será la próxima, no te preocupes”. Otros en
cambio lo miran con cara de culo y se lamentan haberle dado el pase. ¡Qué
sabrán ellos! ¿Cuántos golpecitos debe dar un orfebre para terminar su obra?
¿Cuántas veces fracaso Einstein antes de desarrollar la teoría de la
relatividad? El delantero, ese nueve de área es como una ametralladora, en
armas de ese calibre muchas balas se desperdician, quizás tantas más de las que
aciertan en el objetivo. ¿Cuántos goles se habrá errado Pelé? ¿Cuántas veces
Jürgen Klinsmann quedo en Off Side en toda su carrera? Claro, nadie cuentas las
malas. Solo valen las buenas, los goles asestados, las asistencias. ¿Y si Romualdo se está errando todo esto
porque luego emboara todas? Difícil saberlo. De mil goles que hizo Romario es
más que seguro que habrá malogrado unos tres mil. Si los delanteros son así. En
una muy buena tarde de cinco ocasiones, dos te la mandan al fondo de la red.
Tres si están en una excelente racha. ¿Dicen algo de las ocasiones falladas?
No, pero ahora Romualdo está fallando de cinco de cinco. O seis de seis.
Perdimos la cuenta.