Penas de Bandoneón.
Prólogo
Usted se preguntará qué
tiene que ver el fútbol y el tango. Lo mismo me pregunté yo cuando me habían
llamado para que escribiese este pequeño prologo. Y, la verdad, déjeme decirle
que en los 40 años que llevo componiendo tangos, son muchas las semejanzas. El
tango es dolor. Es melancolía. Es la bravura del macho. El sufrimiento por las
minas. El amor a la vieja. Y déjeme decirle mi amigo, con el futbol vivimos
eso. Yo particularmente soy hincha de un equipo chico al cual le tengo mucho
amor, con ese club sufro como con las minas, vivo sufriendo, vivo penando con la melancolía
de años atrás en donde éramos grandes y ganábamos algún que otro torneo de
tercera división. Y lloro, porque el guapo llora. Porque el fútbol es
sentimiento, es amor, es traición. Tal como desgarran las letras de todos los
tangos. Y es mi vieja la que me ayuda a salir de la
depresión. La mamma. Es ella quien
agarra su pedazo de manguera y me faja con ella, para que —como ella bien dice—
no llore por pelotudeces.
Eriberto Machaque, autor del tango “Un Guapo del 500, tercero A”.
***
Aquí me tiene, confinado
en esta gayola. Sí, esto es una gayola,
no me venga con pavadas. Todo muy finoli este museo, pero para mi es peor que
estar preso. Hasta con lástima me miran. Es algo peor que la lástima diría yo,
es más que pena. Es compasión. Porque ya nunca seré como en las épocas de oro.
No ya no. Yo tenía una pintusa antes, hermano. Me llegaba a ver no me iba a
creer. Ahora también, estoy todo lustradito, pero los años me han ajado, me han
estropeado. Pero lo que más daño me ha hecho, señor, sin duda es el olvido ¡Qué
tiempos fuleros estoy viviendo! Me trajeron de Europa, ojo no me vaya a creer
que soy cajetilla, no mi viejo, para nada. Viaje en última clase. Vine en
barco, porque antes todo se hacía en barco ahora cualquier piantao viaja en
avión. Nací en Alemania. Eso dicen, ya han pasado tantos años que no me
acuerdo. Pero acá vine de la mano de los inmigrantes italianos, esos tanos
cabreros. Y me adoptaron en este país. Qué bien me han tratado, hasta hace unos
años cuando me trajeron a este lugar.
Qué buenos tiempos,
hermano. La rompíamos en la noche porteña. He tocado cada chámame ¡Qué zambas
hice bailar! Pero lo mío es el tango, señor, el arrabal porteño. Las noches de
cigarrillo, bailes y conquistas. Pero todo eso se ha quedado en el olvido. Se
han olvidado del tango. La música moderna la ha confinado al olvido. Porque
parece que la biyuya es lo que más importa. Claro, el tango no vende, sólo
sirve para que los turistas vengan, se saquen una foto en “la capital del tango”
y se compren dos o tres chucherías de recuerdo y listo. Fíjese aquel matrimonio
de chinos o japoneses. Vinieron, se sacaron una foto conmigo y nada más. Muchas
fotos, muchos recuerdos, poco sentimiento. Y ni hablar de eso a lo que ahora llaman
música. Por dios, hermano, el tango no
tiene tiempo, es anacrónico. El tango es macho y escupe verdades ¿No me cree?
Agarre la letra de “Cambalache” o de “Al Mundo le falta un tornillo”, léala, fíjese.
Aplíquela ahora a los tiempos que vivimos. Hágalo, dele. No pierda tiempo ¿Lo
hizo? ¿Vio que tenía razón? ¿Todo concuerda? Encima tiene eso también el tango:
siempre tiene razón, es cruel es realista. No le vende espejos de colores a la
gente como esa música yanqui de la que se escucha ahora.
Usted me dirá que el
tango es sólo sufrimiento y quejas. Sepa señor que yo no me estoy quejando, estoy
escupiendo mis verdades, mi desprecio al olvido. Cuando nosotros nos quejamos,
hacemos música ¿no escucho acaso “Quejas de Bandoneón”? como lo extraño al Pichuco.
Ese sí que me entendía ¡Y cómo lo entendía yo a él! Éramos una gran dupla. El
“gordo” era Labruna, yo Loustau. El resto de la orquesta era Juan Carlos Muñoz,
José Manuel Moreno, Adolfo Pedernera. Qué manera de tocar y componer, hermano. Me
dice que en el tango se quejan mucho del sufrimiento por las mujeres ¡Todo el
mundo sufre por amor, hermano! Las minas son jodidas. Mire que hasta yo sufrí
por amor, las minas son así. Yo he llorado por los rincones por la ida de mi compañera.
A mí también me han dejado ¿Usted se cree que porque no soy de carne y hueso no
puedo sufrir por amor? No tiene idea de cuánto he llorado ya. Yo como tantos
otros chambones, hemos sido engatusados por cada percanta. Como le decía, a mí
me han dejado solo como loco malo. La que creí mi compañera de toda la vida me
ha dejado por otros ritmos. Usted la habrá visto, ella es toda una bataclana.
Cuello largo, grandes curvas, pelo largo y una armonía envidiable. Empezamos
juntos en esto, hemos compartido muchas cosas. Folclores, zambas, vals criollos,
hermosas polkas... lo nuestro parecía eterno. Pero ella cambió, un buen día
dijo que necesitaba un cambio, que yo era aburrido. Se enchufo a 220 v y se fue
con otros ritmos. Y aquí he quedado yo,
acunando esta solitaria queja. Y yo no pude cambiar, tampoco lo voy a hacer.
Como reza uno de los tangos que más me gusta hacer, “Mala Suerte”, “porque nací calavera y así me habré de
morir”.
El piano es más pillo. Mire
si es pillo que viene sobreviviendo desde la época cajetilla de la musca clásica.
Que tipo bacán el piano, no se casa con ninguna y así se anotó en todas. Y el
tipo sigue activo, eh. Pero yo sé que el señor piano nunca se sintió tan mimado
como cuando el maestro Pugliese lo acariciaba con sus dedos. El piano es un
bicho vivo, hasta se modernizó. Algunos me piden que yo también lo haga.
Inclusive hay algunos que dicen que el tango sigue más vivo que nunca y me
nombraron al electro tango ¡pero por favor! ¿¡Donde se vio que el tango salga
de una maquina!? ¡El tango sale de acá! ¡Del corazón! Que me vienen con
maquinitas y toda esas chantadas.
Como se extrañan las
caricias que me hacían con sus bravos tonos los machos maulas del tango. Julio
Sosa sin ir más lejos. Usted lo ve tan macho y varonil, pero con esa voz me
acariciaba el alma, era un mimo. Sin moverme de las faldas del maestro sentía como
esos fuertes tonos de me sacaban a bailar como aquel muchacho de barrio sacaba
a la pebeta a la pista. Paso lo mismo en el futbol que en la música. Yo viví de
todo, los años que cargo en el lomo no son en vano. He visto todo hermano,
todo. Como nació y empezó el fútbol. Amigo entrañable del tango. El tango es
Martín Fierro y el fútbol es el sargento Cruz. Mire nomás la cantidad de tangos
que le han dedicado a los equipos. El fútbol de hoy no es el mismo. Eso usted
ya lo sabrá. Antes se jugaba por la gloria, por la camiseta y guay si alguno
llegaba a traicionar esos colores. Hoy se ha perdido todo eso.
Hasta las calles están
cambiadas sin el tango. No me malinterprete, no
me june de negativo, algo de tango queda todavía, una pequeña luz en los
vidrios empañados del almacén todavía se ve, muy chiquitita. Pero ya nada es
como antes. ¿Sabe usted porque a Buenos Aires le dicen la ciudad que nunca
duerme? Por el tango, mi viejo, por el tango. Ahora se extraña todo. La avenida
Corrientes está sola y triste, los días de lluvia ya no son iguales en la
bacana avenida Santa Fe, hasta el quejido del embrague de los viejos colectivos
se extraña. La garúa en San Telmo ya no tiene el mismo olor sin el tango, el
empedrado se siente solo. Hasta Pompeya ha cambiado, ahora es triste y gris. La
cuna de guapos ha muerto, como ellos mismos. Sólo nos queda el recuerdo. El
triste recuerdo de una canción acunada en tango.
Usted puede decir que
desde que empecé con esto, solo me quejo y hablo de melancolía. Y de eso está
hecho el tango y las milongas, mi hermano.
Las penas de malevo o del guapo se apagaban en noches de tango, en los
compases melancólicos de las notas y en el aullar del cantor. Noche de penas y
olvidos con los muchachos en las milongas, viendo a las pebetas pasar.
Antonio Schweinheim
Obra Publicada, expediente Nº 510614. Dirección Nacional del Derecho de Autor.
Obra Publicada, expediente Nº 510614. Dirección Nacional del Derecho de Autor.