
Aquella mañana de
fines de diciembre parecía igual a todas las demás. Y si no lo era, pues mucho
se parecía. Lejos de la rutina del día a
día, que había padecido y disfrutado, en partes iguales, durante el período
escolar que había cerrado con grandes notas, para Chiqui el único registro
posible consistía en saber que ya había pasado Navidad y que cada vez faltaba
menos para que termine el año (algo así como quien mira el sol para intuir qué
hora puede ser).
Aquella mañana de
fines de diciembre parecía igual a todas las demás. Pero no lo sería.
Surfeando en sus
mejores sueños de gambetas y pases cortos, el descanso de Chiqui se vio
interrumpido por la voz, en forma de alarma, de su alarmada Madre.
-Despertate,
Chiqui, es importante. Desapareció Sportivo. No va a jugar más nuestro Equipo!!
El salto de la
cama, del niño, le hubiera permitido ganarle, de anticipo en el primer palo, al
defensor mejor plantado de cualquier seleccionado nórdico (esos que se destacan
por su juego aéreo y su apego desmedido a la táctica). Sin entender de qué se
trataba, el jovencito intentó formular mil preguntas, pero la angustia y las
respuestas anticipatorias de su Madre, oficiaron de stopper, impidiéndole
moverse, con comodidad, para disipar sus dudas...
-Me dijo Norma,
la de Benítez, que llegó una resolución de la Asociación, y que por las deudas
impagas, el Club debe cerrar sus puertas. Yo no sé qué vamos a hacer!!
El mundo de
Chiqui, de repente, pareció desmoronarse como la montaña de medialunas (de
manteca) que era capaz de devorar. Mil preguntas le invadieron su infantil
cabeza, y todas estaban atravesadas por la pena que le quebraba el alma. Qué haría ahora con las camisetas, la
bufanda, el gorro y el banderín, sus tesoros más preciados, que encerraban los
colores de su Sportivo junto a las historias, inundadas de pasión, que le
contaban sus mayores?
Sin perder
tiempo, Chiqui se vistió con sus mejores pilchas (íntegramente enfundado con
los colores de Sportivo), y antes de terminar de pedir permiso para ir hasta la
Sede, su Madre le recomendó que mire
bien al cruzar...
Montó en su
bicicleta, la que lo acompañaba cada vez que su Madre le permitía ir a ver
entrenar a sus Ídolos, y en menos de lo previsto, arribó al Club.
Era tan grande la
angustia de Chiqui, que no fue capaz, siquiera, de apreciar, como cada vez que
pasaba por el buffet del Sportivo, la campana plástica con porciones de
muzzarella y fugazzeta, de la que era tan fanático, como de los Reyes Magos del
mediocampo de la Primera.
Todo le parecía
raro... Cómo podía ser que, si Sportivo
desaparecía, no hubiera más gente intentando resucitarlo? Se habrían dado, ya,
todos por vencido? No habría nada por
hacer, para torcer el destino trágico, que para Chiqui representaba el cierre
del Club de sus amores?
En medio de
preguntas que no podía responder, en un silencio que aturdía, y cuando la
languidez de la angustia empezaba a ser dominada por los deseos nerviosos de
una porción de muzza, el niño, desasosegado, recibió un llamado desde el
gimnasio cubierto.
Se acercó, como
quien mete, de a una, las piernas en el mar, para descubrir cuán fría está el
agua, y no sin dudas, abrió la puerta.
Chiqui no pudo
creer lo que estaba viendo. Sería que el rayo de luz, que entraba por el amplio
ventanal del gimnasio, le distorsionaba la visión?
Se acercó,
corriendo más rápido que si hubiera montado en su bicicleta, y confirmó que lo
que había apreciado era tan cierto como sus deseos de comer dos de esas
porciones de pizza que lo esperaban en el buffet.
Al fondo del
gimnasio, pegado al banco más cercano a los vestuarios, lo estaban esperando
sus Ídolos: El Ronco Zárate, el Negro Sosa y el Guante Umpiérrez, los
mediocampistas del equipo de primera, los Reyes Magos del Fútbol de Sportivo,
con una pelota con los colores del Club, un par de grandes de muzza y algunas
botellas de agua...
-Así que te
preocupaste porque tu viejita te dijo que Sportivo desaparecía? lo anticipó Guante, el talentoso armador de
juego. Que la Inocencia te valga!!!
Chiqui, al borde
de las lágrimas, abrazó a sus superhéroes, y disfrutó del mejor de sus
almuerzos. Con la boca ocupada por la pizza, el Ronco le agradeció la
preocupación por el cierre del Club, que no era tal, al tiempo que le confesó
que todo se trataba de una broma que su Madre había planeado, por ser 28 de
diciembre.
Luego de los
abrazos, y las anécdotas, y cuando las pizzas eran solo un gran recuerdo,
jugaron un torneo de jueguitos que, como no podía ser de otra manera, el Guante
ganó de punta a punta, y los jugadores le regalaron, firmada, la pelota a
Chiqui...
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