Resulta difícil hablar sobre la desaparición del juego de la
bolita sin entrar en espinosas controversias. Desde luego se trata de un
asunto complejo y puede ser examinado según criterios muy diferentes.
Las personas sencillas afirman simplemente que se trata de una decisión de los
chicos, arbitraria, inexplicable y por lo tanto indigna de ser discutida.
Los psicólogos, antropólogos, electrotécnicos y aun los contadores suelen
llamar la atención sobre la influencia de otros entretenimientos de emoción mas
sostenida, como la televisión, el billar japonés, el cerebro mágico o las
palabras cruzadas.
Los Refutadores de Leyendas niegan que haya existido jamás un juego semejante y
se oponen con argumentos inexpungables al mito de la vieja niñez romántica.
Por el contrario, los Hombres Sensibles aseguran que la desaparición del juego
de las bolitas es el resultado de una conjura universal.
Este punto de vista es muy interesante y vale la pena elucidarlo.
En su monografía Faltan Bolitas, el pensador de Flores, Manuel Mandeb, plantea
un interrogante que nos deja perplejos. Veamos.
“… Este juego parece haber empezado a languidecer en 1960. Pero puede afirmarse
que en ese momento ya hacia por lo menos cincuenta años que se jugaba. Entonces
había veinte millones de habitantes en el país, y no era demasiado audaz
afirmar que, en el medio siglo de su auge, el juego de la bolita
había sido practicado por diez millones de individuos en uno y otro momento de
sus vidas. Ahora bien: cuantas bolitas poseía cada niño aficionado, como
promedio? Digamos cincuenta. Multipliquemos: cincuenta por diez millones. Son
quinientos millones de bolitas. Bien, volvamos al presente: alguno de ustedes
ha visto una bolita en el último año? Seguramente no. Yo pregunto: donde están
los quinientos millones de bolitas? Quien las tiene?
“Y no me digan que el tiempo las destruyo porque el viento y la lluvia no son
suficientes para destrozar una bolita…
“…Las canchas han sido arrasadas y hasta pavimentadas, los hoyos fueron
rellenados, los jugadores se han visto tentados por otras disciplinas. Alguien
esta borrando todo vestigio del paso de las bolitas por esta tierra…”Inspirado
quizás en el trabajo de Mandeb, este texto pretende asentar las reglas, la
técnica y la estrategia de las bolitas. La tarea no es tan fácil como parece. A
favor de la campaña desarrollada por los Refutadores de Leyendas y Los Amigos
del Olvido, casi nadie recuerda los reglamentos.
Por lo demás, todos sabemos que en cada cuadra había matices en la
interpretación de cada norma lúdica.
No obstante, luego de la publicación de esta nota, es probable que algún
pequeño número de Pibes Sensibles se ponga a jugar, aunque más no sea a modo de
desplante ante el Universo.
I- LAS BOLITAS
Se trata de pequeñas esferas, casi siempre de vidrio. Su
diámetro es variable: las mas chicas se llaman “piojos” o “pininas”, las
medianas son las mas frecuentes y están también las grandes o “bolones”, que
suelen utilizarse en el juego del Triangulo.
Años atrás podían reconocerse diferentes pelajes de bolitas.
Las mas hermosas eran las “lecheras”. En ellas predominaba
el blanco, siempre mezclado con algún otro color. Eran semiopacas, no se podía
ver a través de ellas y la variedad de diseños y combinaciones era enorme.
Estaban también las semitransparentes, de colores fríos, casi siempre verdes o
azules. Eran como cachos de sifón. En el interior a veces se adivinaba un
filamento gelatinoso y más bien repugnante. Salvo excepciones, eran unas
bolitas de porquería. Sin embargo, la última generación de niños jugadores solo
conoció esas bolitas.
Las lecheras desaparecieron misteriosamente. Miles de
personas jamás han visto una. Las mas recientes son las llamadas “bolitas
japonesas” mas livianas que las convencionales, y totalmente inútiles para
jugar.
Su aspecto es el de una esfera transparente con un papelito
de color en su interior. Todo niño poseía una bolita preferida, que era la que
utilizaba para jugar. Se la llamaba “puntera”. El resto de las bolitas servia
para pagar las deudas provenientes del juego. Si acaso una racha adversa
obligaba al niño a entregar la puntera, se le otorgaba a esta noble bolita el
valor de cuatro o cinco.
También pueden citarse, como curiosidad, las bolitas de
barro, los aceritos y hasta las de plástico (indefectiblemente ovaladas).
La identidad de los fabricantes de bolitas es un enigma.
Nunca hubo marcas, ni envases ni publicidad. Algo muy raro debe haber en todo
esto.
II EL JUEGO DEL HOYO Y LA QUEMA
Pueden participar dos o mas jugadores, El juego tiene lugar
en una cancha de unos 5 metros de largo por 2 de ancho. La superficie de
este terreno debe ser de tierra, pareja
y árida, tal como la de las canchas de bochas aunque no tan blanda.
Es de buen gusto que un pequeño árbol se situé en uno de los
costados. En realidad, los mejores lugares para instalar canchas de bolitas son
los rectángulos de tierra que existen en las veredas del Gran Buenos Aires. En
la Capital, como se sabe, las veredas llegan hasta el cordón y los espacios sin
baldosas que rodean a los árboles son insuficientes. Por eso los chicos de la
Provincia han sido siempre más diestros en este juego. Hay cuatro líneas que
limitan la cancha y una que la divide en dos, llamada “mita”. En el centro
exacto de una de esas dos mitades, se encuentra el hoyo. Y aquí nos topamos con
otro punto de discusión. Algunos prefieren excavar el hoyo con una chapita de
naranjin. Otros entierran una bolita y, después de extraerla ensanchan el
crater resultante. Los más desaprensivos clavan el taco en la tierra, y lo
hacen girar, obteniendo de este modo enormes cacerolas que desvirtúan el
carácter del juego.
Los jugadores se sitúan detrás de la línea de salida, que es
la línea más corta más lejana del hoyo. Uno a uno van lanzando sus bolitas,
tratando de colocarlas en el lugar más cercano al citado agujero. Esto es de
capital importancia, pues después del tiro de salida, el primero en jugar será
quien se encuentre más próximo al hoyo. De este modo, si uno observa que el
jugador anterior ha conseguido arrimar demasiado bien, mejor será que no trate
de superar esa marca y busque los lugares más seguros de la cancha.
El objeto del juego, aclaremos, es embocar en el hoyo y
hacer impacto en las bolitas de los
contrarios (“quema”). Los jugadores “quemados” van egresando del juego y
pagando a quien los quemo. Cuando queda solamente uno, termina la ronda y
comienza otra.
Cada participante va evolucionando con su bolita conforme a
una cierta estrategia. Algunos persiguen a su presa y se van acercando cada vez
mas, aun a riesgo de quedar ofreciendo un blanco fácil. Otros buscan siempre
los lugares lejanos y hacen tiros largos (es decir “rugen”). Si una bolita sale
fuera de la cancha debe permanecer en el lugar donde ha quedado para que los
otros jugadores le tiren, si así lo desean. Al corresponderle nuevamente el
turno, el jugador podrá efectuar su tiro desde cualquier punto de la línea
atravesada por su bolita al salir.
III LA BOLITA Y EL CANTO
Para obtener prioridades y anunciar decisiones o reclamar la
vigencia de ciertas reglas es necesario -en la bolita- pronunciar a voz en
cuello algunos conjuros predeterminados.
Veamos una pequeña colección de ellos. “Bolita cola”: es en
realidad la invitación o desafió a jugar y también la reserva del privilegio de
tirar ultimo. También puede decirse “Bolita cola, no puntie”, esclarecedora
frase que indica que uno no tiene intenciones de someterse a ningún “punteo” o
arrimada previa, para establecer el orden de salida.
“Mita al medio, buena al tiro”: canto que solo puede
realizar el que tira ultimo en la salida. Si el tipo considera que alguno de
sus rivales esta demasiado cerca del hoyo, le suelta el canto y le da el hoyo
por embocado. Pero -eso si- lo obliga a poner su bolita en la mita, expuesta a
su disparo inicial.
“Buen repe”: ante la proximidad de la pared, se grita este
conjuro para indicar que si el impacto se produce de rebote, también será
valido. El canto contrario es “mal repe”. “Pica paso”: declaración de voluntad
que asegura la posibilidad de colocar nuestra bolita a un paso de distancia, si
un pique traicionero la pone a merced del rival. Algunos niños tahúres suelen
retrucar “de hormiguita”, para reclamar que el paso sea pequeño. “Voladora”,
agrega, entonces el primer niño. Y se manda un paso de cuatro metros. También
puede aullarse “pica no paso”.
“Cuantas quiera”: Como el jugador que emboca en el hoyo o
realiza una quema vuelve a tirar, muchos niños proceden a sacudir tres o cuatro
quemas seguidas a la misma bolita, con el fin de irse acercando a otros
objetivos. Para poder hacerlo debe pronunciar las palabras que encabezan este
fragmento.
“Corta, retira no garpa”: salvedad con que el pequeño que va
ganando anuncia su derecho a abandonar el juego en cualquier momento, sin que
este raje le resulte oneroso.
“Bien sonati”: exigencia mas bien ranfañosa, según la cual
se pretende que los impactos hechos en nuestra bolita hagan ruido o no se
paguen.
“Mueve pajita, garpa bolita”: pareado pentasílabo que es de
lo ultimo y se profiere cuando la bolita contraria esta en medio del pastito.
Existen infinidad de formulas “buena línea recorrida”, “hoyo
antes de quema”, “buena mengua”, etc. Cuando se quieren evitar los recose que
provocan estos cantos, se juega “a todas buenas”, es decir, sin cantar.
IV COMO EMPUÑAR LA BOLITA
Para efectuar el disparo, debe colocarse la mano izquierda
alzándose sobre sus dedos en el punto exacto donde estaba la bolita. La mano
derecha descansara sobre la izquierda y empuñara la bolita. Los zurdos harán
exactamente lo contrario.
Hay dos formas clásicas de tomar la bolita: la antigua,
despreciada muchas veces, y la moderna. En la primera la bolita se aloja detrás
del índice. En la segunda, detrás del mayor, sirviendo el índice como guía o
mira.
Hay algo más. Algunos pibes muleros suelen extender la mano
hacia adelante acercándose a la bolita del adversario. Esta demasía se conoce
con el nombre de “ganfia o gañote” y es el origen de innumerables reyertas.
En este punto conviene aclarar la existencia de otros juegos
de bolita:”el triangulo, el gayito, la troya, la cuarta”. Pasaremos por alto la
complicada explicación de sus reglas.
El pasto ya ha crecido sobre las canchas. Los chicos ya no
tienen las rodillas sucias. Los pantalones de medidas infantiles no tienen bolsillos.
El pavimento y las baldosas lo cubren casi todo. Mandeb
quizás tenía razón.
Existe una conjura universal para impedir el juego de la
bolita.
Alguien tiene que ocuparse de indagar las razones de este
complot y -si es posible- desbaratarlo.
Y hay que encontrar los quinientos millones de bolitas
perdidas.
Hace pocos días, el autor de esta note trato de dar con el
frasco donde guardaba unas pocas docenas. No estaba. Tampoco estaba la caja de
las chapitas, el álbum de figuritas ni el trompo ni los autitos con masilla.
Algo malo debe estar ocurriendo.
Alejandro Dolina
Publicado originalmente en Cronicas del Angel Gris. Ed. de la Urraca. 1988.
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